Desde Derry,Neil Hannon, líder de "The Divine Comedy", un grupo que puede gustar o no, pero que desde luego aporta un estilo suave para disfrutar algunos momentos.
La entrevista con un toque argentino, viene de parte de Producción Josefina Cornejo Maxi Uceda - Especial para Estilo desde Barcelona.
No existe precisión, pero se calcula que fue alrededor del año 1307 cuando Dante Alighieri comenzó a escribir “La Divina Comedia”. Pasaron 681 años para que, en su casa natal de Derry (norte de Irlanda), Niel Hannon leyera una versión de aquel poema y decidiese bautizar a lo que, por aquellos días, aún era un incipiente proyecto musical: The Divine Comedy.
Corría 1988, Irlanda del Norte ardía en medio del conflicto llamado “The troubles”, enfrentamiento político y civil por el status político de Irlanda del Norte. Independencia católica vs. dependencia a la corona británica; promovida por los protestantes. El IRA provisional había decretado el alto el fuego, mientras que frecuencias moduladas, llegadas desde Londres, traían tras de sí canciones de las nuevas bandas de aquellos años: The Smiths, R.E.M y The Ride.
En este contexto nació el sonido de The Divine Comedy. Y todas las influencias de aquel nuevo rock se encarnaron íntimamente con una rítmica ‘muy The beach boys’, para conducir el tempo de las canciones en una especie de flotar suave, entre vaivenes melódicos de Burt Barcharach.
El complemento: arreglos de música clásica del corte de Stravinsky o Nayman. Es en estos arreglos que se monta la voz de Neil Hannon, vocalista y compositor de la banda.
Desde sus graves elegantes, y una cadencia ‘dandinesca’, se sostiene The Divine Comedy y nos cuenta quizás lo más original del grupo: sus letras. Palabras que son historias y que se alzan entre violines, oboes o guitarras.
El mundo lírico de la banda está compuesto por un cúmulo enorme de referencias y guiños literarios; sobre todo de autores británicos, que por momentos pueden sonar pretenciosos al oído de quien escucha. Pero estas citas van acompañadas de una buena dosis de ironía y humor; cualidades fundamentales, no sólo en la composición sino también en la puesta en escena.
Pues Neil Hannon sabe conjugar a la perfección la postura de un ‘dandy seductor y arrogante’ con la trágica existencia masculina del hombrecillo delgado, tímido y poco agraciado físicamente. En definitiva, un antihéroe británico, un Tristam Shandy moderno del que Laurence Stern estaría completamente orgulloso.
The Divine Comedy es hoy una de las bandas más importantes del Reino Unido y goza de gran prestigio en toda Europa, pero es aún poco conocida en Latinoamérica. Hace unos meses rompieron con su silencio de casi 5 años, y presentaron su nuevo disco “Ban goes the knightood”. En exclusiva para Estilo Neil Hannon, líder del grupo, nos concedió una entrevista para contarnos sobre este flamante material.
- ¿Cómo fue este “volver” con The Divine Comedy, y cómo surgió la idea de este disco?
- Trabajé en el proyecto The duckworth Lewis method, junto a Tomas Walsh. Y en paralelo, y de forma simultánea, grabé el disco de The Divine Comedy. Fue un tiempo de mucha producción. A decir verdad: años de mucha producción, pues todo el proceso duró 3 años. Fue un tiempo de escribir mucho y componer muchísimas canciones… ¡Realmente trabajé! (risas).
- Cuando escuché por primera vez “Bang goes the knighthood”, sentí que era una perfecta síntesis de tu carrera. Pues en este último material hay algo de todos los discos anteriores: suena maduro, pero al mismo tiempo conserva frescura. ¿Estaba dentro de tu intención que el disco tuviese estas características?
- Has captado la esencia que quería transmitir. Y me alegra que eso pase, pues quiere decir que he hecho bien mi trabajo. Para este disco me tomé tiempo, lo produje tranquilamente y creo que el resultado fue justamente el que apuntás. No sé si fue algo intencional, pero es lo que surgió.
- El año pasado te vi por primera vez en vivo en Barcelona, en un concierto en el que demostraste tu mejor faceta como ‘frontman’, y quizás, y con todo respeto, tu peor faceta como pianista (risas). Pero cuándo escuchaba el concierto, y miraba a la gente cómo cantaba los punteos de las guitarras o los arreglos de los instrumentos que faltaban, recordé esa frase que se publicó en Londres: “The Divine Comedy era Neil Hannon”. ¿Es así o no, cómo lo vivís?
- Muchas gracias por lo del piano (risas)… Lo cierto es que cuando escribes canciones muchas veces lo que haces termina excediéndote. La gente se apropia de las canciones porque se relacionan íntimamente con ellas, las toca, las canta. Sin embargo es una sensación ambigua pues por un lado es halagador, pero por el otro, muchas veces sentís que pierdes el control sobre tus canciones, es molesto, lo escuchas y dices: “¡¡¡Hey, esa es mi canción!!!!”.
- Sinceramente desconozco si has escrito algún libro, pero la sensación es que tu música se construye más de una manera literaria que musical. Y pensaba si tal vez tu manera de componer música no se asemeje más al proceso de escribir un libro...
- Si tuviera que elegir entre comenzar a componer una canción con una libreta y un bolígrafo, o con un instrumento, definitivamente elijo el instrumento. Pero las letras son muy importantes.
Me gusta mucho jugar al scrabble y hacer crucigramas, de ahí es que creo que hacer una canción tiene un poco de estos juegos: hacer que las palabras coincidan, que encuentren su lugar. Por otro lado, no me gustan las canciones en las que la letra es algo completamente prescindible. Creo que por eso es que le dedico un esfuerzo adicional.
- Tenés una manera de contar historias a tu público como si fueran una serie de secretos, dichos al oído, dónde nunca falta ironía y la complicidad, ¿cómo se fue generando esta relación y cómo influyó en tu carrera?
- Comencé a subirme a los escenarios hace 20 años. Al principio no me importaba el público y ni siquiera lo consideraba un trabajo (risas). Sólo me importaba tocar. Luego vas desarrollando una relación con ellos. Cuando estoy sólo en el escenario es más difícil, pero cuando toco con la banda me siento más relajado y es ahí cuando todo fluye libremente: puedo hablar con miles de personas como si fueran una sola.
- En tu canción “Perfect love song”, sugerís la receta de lo que sería la canción de amor perfecta. ¿Cómo tendría que ser esa canción perfecta: quién la cantaría, quién la escribiría?
- La cantante sin dudas sería Ella Fitzgerald y el autor, Cole Porter. La guitarra sería de Johnny Greenwood; el bajo, Charles Mingus; el piano lo tendría que tocar Ben Folds y los arreglos de cuerdas tendrían que estar a cargo de Michael Nyman.
- Sos un notable observador... ¿Cómo ves hoy el panorama musical, qué estás escuchando actualmente?
- No soy muy bueno en saber qué es lo nuevo y lo cool, nunca lo fui. Sin embargo de los últimos años mis favoritos han sido MGMT, Arcade Fire y Villagers. Pero cuando me siento a escuchar música, tiendo a oír gente como John Coltrane, Gabriel Faure, Randy Newman, Kraftwerk, Human League, Gustav Holst, Astor Piazzola, Paulo Conte, etc.
- ¿Qué conocés de Argentina, ¿vendrán a tocar alguna vez al país?
- No he estado nunca en Argentina, ni en Brasil, ni en Chile. De hecho creo que no he estado nunca en el hemisferio sur (risas). Aunque me gustaría, claro. Hemos hecho más giras por Europa. Una vez hicimos una por Estados Unidos y Japón pero no me gustó mucho.
Ahora lo que sé de Argentina, lo sé por mi padre que una vez estuvo en Buenos Aires cuando viajó a una convención de pastores protestantes.
Y lo que me dijo fue que los argentinos estaban todos locos, eso es lo único que sé. (Risas).
Y aquí un vídeo del grupo :
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