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miércoles, 1 de junio de 2011

Artículo de Valentí Puig

Un artículo de Valentí Puig, que he leido hace poco e independientemente de la opinión personal de cada uno en algunos puntos , no cabe duda que refleja muchísimo de Irlanda en muy pocas líneas...y de paso reparte un poco de "estopa".
La verdad que es una gozada poder concentrar tanto en tan pocas líneas:

En toda la mitología de El hombre tranquilo asoma un John Ford dispuesto a propagar el aura de una Irlanda perfecta y sin tragedia. Poco después de haber estado acodado en la barra de un pub irlandés arquetípico, Obama hacía las maletas para irse al G-8 y hablar más de África del norte que de las dulces y verdes laderas de Innisfree. Los irlandeses creen en una corona sin dinastía, hoy Obama, ayer Clinton, pero con los Kennedy como insustituible corte de Camelot. No en vano, Hollywood tan a menudo le echó una mano al irredentismo irlandés en su enfrentamiento de epopeya con Gran Bretaña. Curiosa secuencia viajera: primero pasa por Dublín Isabel II y luego ese hombre tranquilo, cerebral y cool, que es Barack Obama. El lobby irlandés siempre tuvo mucho empuje en la América urbana, desfilando como en una revuelta mítica de la Irlanda insurgente cada año, en el día de San Patricio.

Ese lobby también dio mucho dinero para las acciones terroristas del IRA, en nombre de un romanticismo de la vieja Irlanda, con sus clanes y sus pubs con personajes que esperan a Godot y se rascan el cogote como el actor Barry Fitzgerald oficiando de casamentero. Bill Clinton acabó con esa financiación funesta y eso contribuyó a los acuerdos del Viernes Santo para Irlanda del Norte. Mientras tanto, Hollywood seguía edulcorando las páginas más sangrientas de la historia irlandesa, hasta incluso convertir a Michael Collins en un estadista. Mucho más bellas e imposibles eran las cosas en El hombre tranquilo. Multitud de norteamericanos han aprovechado una estancia en Dublín para hacerse un árbol genealógico en el que indefectiblemente aparece algún titán de la Irlanda pura. Algunos ciudadanos norteamericanos ilustres se afincaron en la República de Irlanda y no tan sólo para evadir impuestos. Por ahí andaba el novelista Donleavy, nacido en Estados Unidos y hecho un countryman irlandés de guardar#7;ropía. Ya nadie se acuerda de aquella Ascendancy angloirlandesa que prácticamente fue expulsada al producirse la independencia del Eire y la guerra civil subsiguiente.

Obama ha caído bien en Irlanda porque tiene buena percha y porque es un pico de oro. Gustan los irlandeses del ingenio de la palabra. De ahí viene la rapidez verbal de Oscar Wilde o de Bernard Shaw. En los buenos tiempos del Abbey Theatre, los diálogos del teatro irlandés tuvieron un momento universal. Al final, lo que importa es que prácticamente el noventa por ciento de los irlandeses se supongan primos lejanos de los Kennedy. Ahora tienen problemas con la deuda, después de haber sido considerados un portento del salto tecnológico. En los condados brumosos de la Irlanda de siempre nunca falta quien cada noche vaya al pub disfrazado de hombre tranquilo. Así le sirvieron una pinta de cerveza Guinness a Barack Obama y no le dieron el cambio.

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