Hoy me voy a hacer eco de un completo artículo de ISRAEL VIANA | MADRID,escrito en el ABC, que repasa la vida de uno de los astros del balón, el norirlandés George Best, pese a no ser un artículo actual creo que es más que interesante:
George Best podía haber pasado a la historia del fútbol por sus virtudes con el balón, muy bien descritas así por Pelé, Ufarte y Amancio, aunténticos genios del balompié. Sin embargo, las frases más celebres que se acuñaron de su vida fueron otras… que dijo él mismo: «En 1969 dejé las mujeres y el alcohol; fueron los peores 20 minutos de mi vida» o «He gastado mucho dinero en mujeres, coches y alcohol...el resto lo he despilfarrado».
El «considerado uno de los mujeres futbolistas de todos los tiempos» –que nació Belfast en 1946 y jugó 11 temporadas en el Maschester United– vivió su vida tan rápido como corría la banda, alternando regates eléctricos y goles impensables, con una enfermiza afición por el alcohol, las sustancias prohibidas, las mujeres y las fiestas.
Pocas semanas después de debutar en la Premier y la selección irlandesa, a los 17 años, dos después de ser fichado por los «Diablos rojos», ya nadie le discutía la banda derecha, de la que era dueño absoluto.
Su primer contrato profesional le dio para vivir con un lujo inalcanzable para cualquier chaval de su edad. Pronto se hizo construir una casa gigantesca con la piscina llena de peces de colores, se compró un yaguar, un Rolls Royce y un Ferrari y comenzó su relación con el alcohol y las mujeres.
A los 22 años ya había publicado sus memorias. Fue el mismo año que la revista «France Football» le otorgó el Balón de Oro, como mejor jugador del continente, e hizo del Manchester el primer equipo inglés en ganar la Copa de Europa, tras destrozar al Benfica por 4-1.
Nada más acabar el partido y levantar el trofeo, abandonó a sus compañeros y se marchó a celebrarlo a una cabaña de Liverpool con su novia, John Lennon y Yoko Ono. Una constante en la vida de este rebelde sin causa, conocido como «el quinto Beatles».
En el 72 despareció durante ocho días con su compañera de entonces, miss Inglaterra, sin dar la más mínima explicación, y meses después vendió al «Sunday Mirror» la exclusiva de su retirada, con tan sólo 26 años.
Luego se dedicó a dar tumbos por otros mucho ingleses, irlandeses escoceses, a los que habría que sumar una muy rentable aventura americana. Pero ya hace tiempo que sus aventuras nocturnas eran más famosas que su rapidez en la conducción del cuero y su habilidad en el desborde.
En uno de aquellos clubes escoceses, el Hibernian, jugó la temporada 1979-1980, cobrando 5.000 dólares por partido, «hasta que, en uno de sus típicos lances, desapareció durante varios días y reapareció confesando que era un alcohólico crónico», contaba ABC en 1980.
La vida del «quinto Beatles» era ya un lento descenso a los avernos del infierno. En 1984 fue condenado a tres meses de prisión por conducir ebrio, en 2001 tuvieron que realizarle un trasplante de hígado, en 2004 le retiraron el carnet de conducir por su vieja afición de mezclar coches y alcohol… un problema que, aseguró, «nunca» iba a desaparecer. Acertó.
Un año después, una hemorragia interna acabó con su vida. «Era evidente que se iba a marchas forzadas, con la rapidez con la que vivió su existencia», podía leerse en ABC el día de su muerte, donde también era considerado «uno de los mejores futbolistas de toda la historia».
A pesar de la lluvia, el 3 de diciembre de 2005, cerca de 100.000 personas se congregaron en las calles de Belfast, a los largo de cinco kilómetros, para despedir a su «héroe». Diputados protestantes y católicos, que no solían dirigirse la palabra, se sentaban juntos aquella vez.
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