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martes, 6 de noviembre de 2012

Experiencias de los lectores del blog en el norte de Irlanda

Segunda parte de la experiencia de Martín (para ver la primera pinchad aquí)

ERASMUS EN BELFAST (II) – Los restos del conflicto

Tal y como ya he comentado, uno de los motivos de mi elección de Belfast como destino Erasmus era el poder conocer de primera mano el conflicto político que aún perdura en los Seis Condados del norte de Irlanda.

A lo largo del texto evitaré realizar el símil católico-nacionalista / protestante-unionista dado que nunca me ha gustado catalogar la situación del Norte como un “conflicto religioso” y también por respeto a aquellos protestantes irlandeses que se han convertido con el paso del tiempo en mártires del movimiento republicano, siendo Wolfe Tone posiblemente su máximo exponente. Sin embargo, lo cierto es que en la actualidad los términos anteriores son intercambiables prácticamente en la totalidad de los casos.

La primera toma de contacto con lugares o escenarios que recuerdan a la época más dura de los “Troubles” fue en una visita que realicé con un grupo de estudiantes a la localidad de Derry a principios del pasado mes de octubre.

Derry es tristemente famosa por haber sido el escenario del “Bloody Sunday” o Domingo Sangriento, uno de los capítulos más sangrientos del conflicto con 14 civiles fallecidos y cuyos autores no han recibido ningún tipo de procesamiento hasta el momento. Además, los familiares de las víctimas no recibieron ningún tipo de disculpa pública por parte del gobierno británico hasta el año 2010.
Dejando por un momento esto de banda, vale la pena comentar que Derry es una localidad digna de ser visitada, con un encanto muy especial al ser la única ciudad amurallada de Irlanda y que el año que viene se convertirá en la primera “Ciudad de la Cultura del Reino Unido”.

Aun así, cuesta mucho no identificarla como un símbolo del conflicto ya que incluso antes de llegar se empiezan a ver carteles en la carretera del estilo “Londonderry”, y es que a pesar del empeño de los unionistas en llamar oficialmente a la ciudad  “Londonderry”, lo cierto es que no encontré a nadie que utilizara este término de manera coloquial, dejando de banda espacios del establishment británico como pueden ser los informativos de la BBC. Recuerdo que uno de mis amigos irlandeses me comentó que hay una pequeña broma entre la comunidad nacionalista que dice que al pronunciar el nombre de esta ciudad hay que tener en cuenta que las primeras seis letras son “mudas”… De nuevo, hasta en detalles que algunos podrían considerar menores como pueden ser el nombre oficial de una ciudad o condado se pueden ver muestras de lo dividida que está aún la sociedad de los Seis Condados.

Una vez recorrido el centro histórico de la ciudad a través de su muralla, nos adentramos en el barrio del Bogside, bastión de la comunidad republicana en la ciudad. Es difícil no impresionarse al estar justo enfrente del “Free Derry Corner” o del memorial de las víctimas del “Bloody Sunday”. La bandera tricolor ondea en muchas de las farolas del barrio y los bordillos están pintados con los colores de la enseña irlandesa. En muchas paredes se pueden ver pegatinas de movimientos secesionistas del Sinn Féin como el 32CSM.

La zona está plagada de murales de lo más variopintos, referencias al Ché Guevara, la Madre Teresa de Calcuta o John Hume decoran las paredes de muchos locales. Por supuesto también se puede ver el más famoso de todos, que hace referencia a la “Batalla del Bogside”, con -a mi entender- una crítica bastante sutil a las corrientes de “free-staters” que han surgido en los Veintiséis Condados en las últimas décadas, representada en un mapa de la Irlanda particionada. Al final del recorrido nos encontramos con uno de los más simbólicos: una paloma de la paz que representa algo así como el final del conflicto y la esperanza de un futuro pacífico para generaciones venideras. Posteriormente intentamos acceder a la galería de los “Artistas del Bogside”, pero se encontraba cerrada al ser domingo, una pena. También merece la pena comentar que, aunque no llegamos a visitarlo, desde las murallas se puede ver un mural con la mano roja del Úlster obra de la minoría unionista de la ciudad.
Finalmente acabamos la visita cruzando el recién construido “Peace Bridge” o “Puente de la Paz” que atraviesa el río Foyle y desde donde se puede ver una preciosa panorámica de la ciudad. De vuelta a casa tenía la sensación de haber visitado algo así como la “capital cultural del republicanismo irlandés” en el Norte.

Pasarían unas pocas semanas hasta que me decidí a realizar otra visita de carácter político, y esta vez fue para pasarnos todo un día recorriendo los dos barrios más famosos del oeste de Belfast: Falls Road -nacionalista- y el Shankill -unionista-, tristemente separados aún por los llamados “Muros de la Paz”.
Al abandonar el centro de la ciudad dirección oeste nos adentramos en primer lugar en Falls Road, el más famoso de los barrios de carácter republicano de la ciudad. Antes incluso de llegar a la zona más residencial ya podemos ver gran cantidad de murales como el llamado “mural internacional” u otro -muy artístico- de “bienvenida a West Belfast”. En un pequeño desvío a la derecha aparecen referencias a los prisioneros de guerra o “POW’s” o críticas a la sociedad capitalista. Un poco más adelante se encuentra el sobrecogedor “Garden of Remembrance” y comienza a verse en muchas farolas no sólo la bandera tricolor, sino también la popular “Starry Plough”. Aproximadamente en el punto medio de Falls Road se encuentra el más famoso de sus murales: el homenaje a Bobby Sands y su gran frase “Nuestra venganza será la risa de nuestros hijos” en la sede del Sinn Féin.
Si se sigue caminando se pueden ver murales reclamando la oficialidad del gaélico irlandés en los Seis Condados, referencias a las mujeres que participaron en la revolución, el Levantamiento de Pascua… También el centro Cultúrlann, construido en una antigua iglesia protestante y que contiene una cafetería y una pequeña librería con multitud de obras sobre el nacionalismo irlandés. Toda una institución en la preservación y difusión la lengua irlandesa en la ciudad de Belfast. Un poco más adelante nos encontramos con un pub a rebosar de gente a pesar de ser sólo mediodía. Al echar un vistazo por la ventana se entiende todo: el Celtic de Glasgow está jugando en esos momentos. Como detalle comentar que muchas de las placas con los nombres de las calles están en gaélico, y que fueron puestas de manera totalmente desinteresada por ciudadanos y asociaciones del barrio.

Finalmente llegamos al enorme cementerio del barrio y, un poco más adelante, a una zona mucho más residencial y de clase obrera con más murales republicanos, aunque esta vez más dispersos entre sí.
Posteriormente decidimos recorrer el famoso “Muro de la Paz” o “peace line” -como se le conoce entre la gente local- que separa ambos barrios. El panorama es simplemente desolador. El muro es extremadamente alto y prácticamente no tiene un rincón en el que no esté pintado. La mayoría son mensajes de paz de visitantes, no obstante hay algún que otro grafiti artístico o el famoso lema “Peace by Piece”. Pero en general la zona es sobrecogedora y hasta no llegar al corazón del Shankill, realmente se tiene la impresión de estar en una zona de conflicto. También tuve la sensación personal de atravesar calles en las que se respiraba una “calma tensa”, como si más que paz, el muro hubiese traído simplemente una “ausencia de guerra”.

Una vez en el Shankill, el ambiente es claramente más homogéneo, pero no por ello te acabas de sentir del todo cómodo. Los murales del famoso barrio unionista son, en general, más agresivos y amenazadores que los de Falls y con una clara asociación con el lealismo en muchos casos. Destacan los recuerdos a la UVF, la UDA o el Batallón del Úlster presente en la Primera Guerra Mundial. Aun así, hay algunos murales de corte más artístico, como el recuerdo del “Ulster Covennant” (Pacto del Úlster), o algún que otro homenaje al Rey Guillermo de Orange. También de tono cultural, como la leyenda de la mano roja del Úlster -uno de los que más me gustó- o referencias a la cultura “Ulster-Scots”. En general la Union Jack y la antigua bandera de Irlanda del Norte son las dominadoras de la zona, con algunas banderas inglesas y escocesas de en algunas casas. Cabe mencionar también que en el Shankill algunos de los murales fueron o están en proceso de ser repintados por orden del Ayuntamiento de Belfast por ser considerados demasiado agresivos y por eso se han sustituido por otros más “amables” con el visitante. Esto se puede ver en muchas ocasiones con placas que recuerdan el mural “antiguo” que había por debajo del “nuevo”.

Una de las cosas que más me llamó la atención fue que en multitud de placas conmemorativas del conflicto se describe a las víctimas únicamente como “protestantes”, de nuevo creando bajo mi opinión la falsa sensación de que estamos ante un conflicto exclusivamente religioso. Supongo también que puede ser una manera de intentar ganarse al visitante norteamericano de corte protestante y desconocedor de las  raíces del conflicto norirlandés.

No se debe olvidar que, a pesar de sus ideologías fuertemente opuestas, tanto West Belfast como el Shankill comparten el hecho de ser barrios de clase media y es por ello que puede resultar sorprendente que a veces sean considerados casi como “mundos diferentes”. A mi entender, son dos realidades muy parecidas y muy diferentes a la vez. Y, aunque es cierto que existen más zonas en Belfast en las que se puede ver la división que aún perdura en los Seis Condados, quizá el caso de Falls y Shankill sea el más chocante para el visitante por la evidente proximidad que hay entre ellos.

¿Qué queda entonces para conseguir el famoso “futuro compartido” con el que siempre se llenan la boca los políticos del Norte, sean de un bando u otro? Bueno, está claro que ahora mismo es un objetivo lejano: las únicas zonas donde realmente los miembros de ambas comunidades conviven plenamente es en el centro de la ciudad y a la hora de trabajar. Pero por ejemplo la educación sigue siendo casi en su totalidad segregada, por lo que un chico católico puede que no se relacione nunca con un protestante hasta que llegue a la universidad, en caso de que decida estudiar una carrera, claro está. Eso es algo que continuará dividiendo irremediablemente a la población por varias generaciones y que sólo se explica por el hecho de que haya intereses para que esta división perdure. Solamente algunos pocos eventos, como la conmemoración del centenario del Titanic este año son capaces de hacer que todo el mundo se sienta orgulloso de ser de Belfast, independientemente de su religión o pensamiento político.

Es una pena, pero tengo la sensación de que la distribución poblacional de la ciudad apenas cambiará en las próximas décadas. Los muros tienen una función claramente divisoria, más allá de la seguridad que provoquen en los vecinos. Y ya se sabe, la división provoca desconfianza, y ésta, miedo a lo desconocido. Y el miedo… pues bueno, en muchos casos, conflicto y guerra. Es decir, para mí la sociedad de los Seis Condados ha pasado del conflicto a la “desconfianza silenciosa”, y ese proceso no tiene porque ser necesariamente irreversible, de ahí que todavía exista violencia a pequeña escala actualmente. Esperemos que en un futuro no muy lejano haya cada vez más puentes como los de Derry y menos muros como los de Belfast. Mientras tanto, siempre nos quedará el Titanic…

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