El martes 21 de octubre se reunió en la ciudad galesa de Swansea la Asamblea Parlamentaria Británico-Irlandesa. Se trata de un instrumento de cooperación este-oeste formado por 25 representantes del Parlamento británico de Westminster, 25 del Oireachtas [Parlamento bicameral de la República de Irlanda], 5 representantes del Parlamento Escocés, 5 de la Asamblea de Gales, 5 de la Asamblea de Irlanda del Norte, uno de Jersey, uno de Guernsey y otro de la Isla de Man.
De entre las intervenciones que se dieron cabe destacar la de Gerry Adams,lider del SF,que pongo a continuación:
“Con los años, esta Asamblea, a través de sus comisiones y sesiones plenarias, ha creado un contexto en el que los parlamentarios de Irlanda y Gran Bretaña son capaces de reunirse y discutir asuntos de importancia mutua. Esta Asamblea nos permite especialmente a los parlamentarios de los órganos electos de la isla de Irlanda [los TDs, miembros de la Dáil, cámara baja de la República de Irlanda, y los MLAs, miembros de la Asamblea autónoma del Norte de Irlanda] reunirnos para discutir la cooperación panirlandesa y todos los asuntos relacionados.
Si bien esta institución, a través del Órgano Interparlamentario Británico-Irlandés, es anterior al Acuerdo de Viernes Santo, no puede haber ninguna duda de que el foco de gran parte de su trabajo se basa en ese acuerdo y en las instituciones políticas que han surgido de él. Esto es muy importante.
El Acuerdo del Viernes Santo es un documento único. Nació a partir de siglos de la implicación británica en los asuntos de Irlanda. Esto dio lugar a un conflicto, la división comunitaria y el sectarismo, la partición de la isla de Irlanda, la partición del Ulster y la creación de un estado dominado por unionistas en la parte noreste de nuestro país. La partición no fue sólo una línea en el mapa: era la construcción de un sistema de apartheid político que se basaba en la discriminación y la denegación de la democracia y la justicia.
Resolver las muchas complejidades derivadas de esto nunca iba a ser fácil. El Acuerdo de Viernes Santo y el Acuerdo de St. Andrew’s han puesto en marcha mecanismos y acuerdos que tratan de hacerlo. Y que abordan cuestiones políticas, acuerdos institucionales, los derechos humanos, la igualdad, la policía, la justicia, la lengua y las cuestiones de cultura, así como la cuestión fundamental de las materias constitucionales. Y lo hace todo esto en un contexto de toda Irlanda.
Estos acuerdos también son instrumentos importantes de cambio: un auténtico cambio en la forma real de las vidas cotidianas de las personas. Por esta razón, los elementos del unionismo político que se oponen a esta nueva administración tratarán de minimizar, diluir y retrasar su potencial o la rechazarán por completo.
Así, el Acuerdo del Viernes Santo y el Acuerdo de San Andrés continúan enfrentándose a enormes desafíos, no sólo por el fracaso del Gobierno británico en el cumplimiento de sus obligaciones, por ejemplo, sobre los derechos de la lengua irlandesa.
A pesar del propósito de las declaraciones de hoy, permítanme centrarme en el asunto que ha dominado la política desde antes de la partición: la cuestión constitucional, esto es, la relación entre Irlanda y Gran Bretaña. El Acuerdo de Viernes Santo establece claramente las realidades políticas. Reconoce que es el pueblo de la isla de Irlanda quien determinará nuestro propio futuro, el ejercicio de nuestra autodeterminación. En el caso de que la mayoría de las personas en el Norte prefieran una Irlanda unida y soberana, entonces el Gobierno británico legislará en consecuencia.
El acuerdo también establece el mecanismo por el cual esto va a suceder, por medio de una “consulta de frontera” (border poll). Así que, ahí lo tienen. Las personas que vivimos en la isla de Irlanda podemos determinar nuestro propio futuro y, cuando una mayoría en el Norte y una mayoría en el Sur opten por la reunificación de Irlanda, el proceso constitucional para lograrlo se producirá. El Acuerdo de Viernes Santo por lo tanto proporciona una ruta constitucional a la unidad de Irlanda. Eso es un logro significativo.
El Sinn Féin se propone aprovechar esto trabajando en colaboración con otros que piensen de forma similar acerca de Irlanda para conseguir apoyo político en favor de la reunificación irlandesa. Hay una responsabilidad particular para todos los partidos en el Oireachtas [Parlamento bicameral de la República de Irlanda] y en particular para el gobierno en Dublín, a trabajar activamente para la reunificación. Tenemos que persuadir a los unionistas, o al menos a una parte del unionismo, de que este desarrollo tiene sentido político, social y económico y que sirve a sus propios intereses.
Ya existe una creciente conciencia de la importancia, para nuestra futura prosperidad y crecimiento, de la economía de toda Irlanda y de las conexiones panirlandesas en materia de salud, educación, energía, medio ambiente y muchas más. Se trata de acuerdos de sentido común que deben ser construidos.
El Sinn Féin también está comprometido actualmente con los unionistas y, sobre todo, con las áreas de clase trabajadora unionista, desfavorecidas en mayor medida que nunca antes. Tenemos que abordar los verdaderos temores e inquietudes de los unionistas de una manera significativa. Tenemos que mirar lo que significa para ellos su sentido de la britanicidad y estar dispuestos a explorar y estar abiertos a nuevos conceptos. Tenemos que buscar el modo en que las personas unionistas puedan encontrar su lugar en una nueva Irlanda. En otras palabras, tiene que ser su Irlanda unida.
Así que, para republicanos y unionistas, hay muchos asuntos de los que hablar. Sin embargo, vale la pena señalar que, en el sistema británico actual, los unionistas son menos del 2 por ciento de la población; ellos no pueden esperar que se les tenga en cuenta en la dirección de sus propios asuntos. En cambio, como el 20 por ciento de una nueva Irlanda, los unionistas podrán hacer valer sus derechos y ejercer influencia y un poder político real.
Así que la visión del Sinn Féin de una nueva Irlanda es el de una Irlanda compartida, una Irlanda integrada, una Irlanda de la que los unionistas son igualmente propietarios, una Irlanda en la que habrá respeto a la diversidad cultural, y un lugar en el que haya igualdad política, social, económica y cultural.
No hay ningún deseo por parte de los republicanos irlandeses de derrotar o humillar a los unionistas. No puede haber lugar para la venganza en el pensamiento o el vocabulario del republicanismo irlandés. Los nacionalistas y los republicanos queremos nuestros derechos, pero no tratamos de negar los derechos de nadie. La auténtica distinción que hemos dibujado es entre la justicia y el privilegio. Justicia para todos y privilegio para nadie.
Esto significa, por ejemplo, que las marchas de la Orden de Orange tendrán su lugar en una nueva Irlanda, aunque sobre la base del respeto y la cooperación.
Pero “la cuestión irlandesa”, como se ha descrito en los últimos años por algunos, no es simplemente algo para los irlandeses. No es sólo una exigencia democrática por parte de los pueblos de Gran Bretaña a adoptar una actitud positiva sobre la forma en la que la cuestión irlandesa deba resolverse definitivamente, hay un imperativo moral.
Una cosa es decir que los unionistas no deben marchar a la fuerza a una Irlanda unida, y otra adoptar la posición de silencio sobre si debería o no entrar en vigor una Irlanda unida, en cualquier forma negociada que resulte.
Los pueblos de Gran Bretaña tienen el deber -ante sí mismos, ante los unionistas en particular, ante los irlandeses en general, e incluso ante el mundo – de levantarse y dar su opinión sobre la cuestión de la reunificación de Irlanda.
Creo que la dinámica económica y política en Irlanda hoy convierte la reunificación de Irlanda en una meta realista y realizable en un período razonable de tiempo. Yo invito a la Asamblea Parlamentaria Británico-Irlandesa a unirse en este esfuerzo histórico. Tenemos que convencer al Gobierno británico para que cambie su política de defensa de la Unión y se convierta en un promotor de la unidad de Irlanda. Esto también implica convencer a los demás representantes políticos de los pueblos de estas islas, en Escocia, Gales, el norte de Inglaterra, Londres, la Isla de Man o Guernsey, que sus intereses también se sirven ayudando al pueblo de Irlanda a lograr su reunificación.
También hay otras razones de sentido común económico, social, medioambiental y de salud, entre otras muchas, por las que la reunificación de Irlanda tiene sentido frente a la partición. En realidad, la frontera es algo más que un inconveniente. Es un obstáculo al progreso y, mientras sus efectos adversos se sienten más claramente en las comunidades que atraviesa la frontera, también repercute negativamente en toda la isla. La realidad es que la economía del Norte es demasiado pequeña como para existir aisladamente. Las economías de ambas partes de la isla están interrelacionadas y son interdependientes. La prestación de servicios públicos es limitada e ineficiente.
Hay dos organismos de desarrollo industrial que compiten en busca de inversiones extranjeras, sin coordinarse en el apoyo a las industrias locales. Tenemos dos Consejos de las Artes y dos Consejos de Deportes y tres organizaciones de turismo. Esto no es eficiente.
Hay quienes sugieren que, debido a que vivimos en un período de dificultades económicas graves, la reunificación de Irlanda debería aplazarse a un futuro previsible. De hecho, el caso es lo contrario. Ahora existe una necesidad, mayor que nunca, para la economía de la isla de existir en el más amplio sentido, y para las estructuras políticas y administrativas que se han creado con ese objetivo. Muchos en la comunidad de los negocios, Norte y Sur, ya reconocen este hecho. Y todo indica que la Unión Europea también entiende cómo las necesidades de Irlanda se pueden cumplir mejor con su tratamiento como una isla y no como dos entidades en una isla.
La geografía no determina necesariamente la política, pero tampoco puede pasarse por alto en la evaluación de cuál es el método más eficaz para afrontar los retos del desarrollo económico y satisfacer las necesidades de las comunidades. El Acuerdo del Viernes Santo es una oportunidad para desarrollar la comprensión y promover, de forma racional, los beneficios de la reunificación de Irlanda. Los elementos institucionales del Acuerdo de Viernes Santo y del Acuerdo de St. Andrew’s son importantes mecanismos que, por lo tanto, se deben implementar.
El Acuerdo de Viernes Santo también propuso el establecimiento de un Foro Cívico de toda Irlanda y un Foro Parlamentario Panirlandés. El Foro Cívico de toda Irlanda podría ofrecer una aportación muy importante a los ciudadanos de toda la isla para discutir problemas de naturaleza común. También podría permitir un mayor nivel de entendimiento mutuo a desarrollar.
En cuanto al Foro Parlamentario Panirlandés, la importante labor de este órgano proporciona amplias pruebas de los beneficios que se derivan de su creación.
Así que, amigos míos, si yo tuviera que reducir todos estos comentarios a una frase, tendría que repetir lo que he dicho antes: hay una exigencia democrática y un imperativo moral por parte de los pueblos de Gran Bretaña a adoptar una actitud positiva sobre cómo la cuestión de Irlanda deben ser finalmente resuelta. Esto significa emprender y apoyar las medidas para lograr la reunificación del pueblo de Irlanda.”
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