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domingo, 13 de enero de 2013

Gerry Adams escribe sobre los recientes disturbios lealistas

Desde Innisfree nos introducen a un texto de Gerry Adams (que hoy mismo ha visitado la zona del Short Strand, atacada ayer) en donde expresa su opinión sobre los recientes disturbios lealistas:

Ayer el líder del Sinn Féin, Gerry Adams, en su blog Léargas, publicó el siguiente artículo sobre los recientes disturbios que turbas unionistas llevan varias semanas desarrollando en Belfast y otras ciudadades norirlandesas en protesta por el acuerdo del ayuntamiento de la capital que limita la presencia de la bandera británica a 17 días al año (en lugar de ondear permanente como hasta ahora). Dado su interés me he atrevido a traducirlo:

Sin vuelta atrás

Gerry Adams

La Belfast de 2013 no es la ciudad en la que crecí. En mi juventud, y durante gran parte de mi vida adulta, Belfast era un lugar en el que los nacionalistas no tenían ningún derecho, un lugar donde el sectarismo y la discriminación, la injusticia y la desigualdad eran comunes y se ejercían como una cuestión de práctica institucional y política.

A decenas de miles de nacionalistas se les negaba el voto en las elecciones locales y autonómicas [Asamblea de Stormont]. Se les negaba el empleo y la vivienda. Cualquier sentimiento de lo irlandés estaba prohibido o era mal visto. La lengua, la música y la cultura irlandesas eran marginadas y los representantes políticos de los nacionalistas del Norte no tenían ninguna influencia ni poder.

En otras partes del Norte la manipulación de los límites electorales aseguraba que los ayuntamientos, incluso en aquellas áreas como Derry que tenían claras mayorías nacionalistas, se manejaran en interés de los unionistas por gobiernos locales bajo control unionista. Y Belfast fue uno de los peores.

El estado del norte era un estado orangista. La Orden de Orange era el cemento que mantenía unidas las estructuras políticas, económicas e institucionales del estado. La mayoría de los empresarios eran miembros de la Orden. Si usted era unionista y quería ser un alto oficial de la RUC [la policía norirlandesa], tenía que ser orangista. ¿Un juez? Tenía que ser orangista. ¿Un político de éxito? Tenía que ser orangista.

El legado de esas décadas todavía aparece en el norte. El sectarismo sigue siendo un azote. Las cicatrices de la discriminación se pueden encontrar en los números desproporcionados de ciudadanos en las listas de espera de vivienda en las zonas nacionalistas; y en los patrones de empleo en los Seis Condados [Irlanda del Norte, según los republicanos irlandeses] donde las zonas nacionalistas experimentan los mayores niveles de desempleo; y en la profundidad de la escasez: 36 de los 40 barrios más desfavorecidos en el Norte son nacionalistas.

Para el unionismo el estado del norte era su estado. No importaba que algunos unionistas también vivieran en casas espantosas o trabajaran en condiciones terribles. El estado del norte -el estado orangista- les pertenecía. Se les dio un sentido de pertenencia, de cohesión y superioridad.

El Proceso de Paz y el Acuerdo de Viernes Santo han cambiado todo eso. Es un proceso que ha sido bueno para todos en esta isla. También es un proceso que es irreversible.

El ethos [los valores] subyacente del Acuerdo del Viernes Santo es la paridad de estima, respeto mutuo e igualdad. También es un cambio. Todo proceso de cambio presenta grandes desafíos. Hay quienes temen el cambio. Ellos ven la igualdad para todos los ciudadanos como una amenaza.

La igualdad no trata de que una parte domine a la otra, ni trata de que nadie ataque a lo que algunos describen como la cultura unionista; se trata de que todos los ciudadanos -unionistas y nacionalistas- por primera vez desde la partición sean tratados con respeto mutuo y sobre la base de la igualdad.

Se trata de que nacionalistas y unionistas, y otros, vivan en una sociedad en la que las decisiones se tomen democrática y pacíficamente. Trata de la tolerancia y la inclusión, no del odio y la amargura.

Los símbolos, como las banderas, puede causar división, pero sólo si el debate se ve en su contexto más estrecho.

Así, Belfast ya no es una ciudad unionista. Es una ciudad compartida. Quiere ser una ciudad moderna. La gran mayoría de los ciudadanos no quieren la vieja Belfast. Quieren una nueva Belfast.

La decisión adoptada por el Ayuntamiento de Belfast forma parte de esto. Era una posición de compromiso democráticamente alcanzada. El Sinn Féin quería o que no hubiera banderas o la igualdad de los símbolos ondeando juntas la bandera de la Unión [del Reino Unido] y la tricolor [de la República de Irlanda]. Los concejales del Sinn Féin apoyaron la posición de compromiso de que la bandera de la Unión solo ondeara en un número determinado de días al año.

Esta posición de compromiso se basaba en la legislación de banderas presentada por el gobierno británico y que los líderes unionistas recomendaron en su momento.

Este mes de abril el Acuerdo de Viernes Santo cumplirá 15 años. También fue un compromiso entre posiciones políticas contradictorias.

Su éxito se encuentra en las vidas salvadas; la paz que se ha logrado; los acuerdos de compartir el poder que están funcionando; y el número de jóvenes que, a diferencia de sus padres o abuelos, no han tenido experiencia del conflicto.

Entonces, ¿hacia dónde vamos desde aquí?
Está claro que hay algunos en el unionismo que quieren volver al pasado. ¿Quién cree que respeto mutuo significa que los nacionalistas acepten que los valores unionistas deben dominar?
Eso no es respeto mutuo ni igualdad. Tampoco refleja las realidades políticas y demográficas de hoy. Hace 90 años el estado del Norte fue dividido del resto de la isla sobre la base de que se proporcionaba a los unionistas una mayoría de dos tercios que entonces se creía que sería permanente.

En las cifras de los censos más recientes publicados justo antes de Navidad, menos de la mitad de la población se identifica como británica. El 40% dijo que tenía una única identidad británica.

Una cuarta parte de los ciudadanos declararon que tenían una única identidad irlandesa, mientras que el 21% dijo que tenía una única identidad norirlandesa. Eso es que el 46% de la población rechaza una identidad británica y se ven a sí mismos como irlandeses.

Así, el Norte no es tan británico como Finchley, como Margaret Thatcher dijo una vez, y los unionistas tienen que aceptar que casi la mitad de los ciudadanos en el Norte tienen una identidad diferente.

¿Podría este cambio gradual en la demografía y en las opiniones de la gente formar parte de la motivación de aquellos que tratan de avivar los fuegos sectarios?

¿Podría la disminución en el voto unionista ser parte del motivo para la respuesta de algunos unionistas a los cambios que se están produciendo?

Jugar la carta naranja, alimentando las divisiones sectarias, es una vieja táctica unionista y británica utilizada para movilizar a la opinión unionista y poner a los nacionalistas en su lugar.

Es una táctica peligrosa que en el pasado trajo pogromos [matanzas sectarias] y partición y décadas de violencia.

La gran mayoría de las protestas que están teniendo lugar en torno a la cuestión de la bandera son ilegales. La mayoría están siendo organizadas por el BNP [partido neonazi británico], la UVF [paramilitares lealistas/protestantes] y elementos criminales, algunos de los cuales son traficantes de drogas bien conocidos. Ellos están tratando de aprovecharse de esta situación para sus propios fines.

Existe la expectativa de toda la comunidad de que los que organizan estas protestas serán sometidos a un proceso merecido y que en las protestas se mantendrá el orden de manera justa.

Cuando los líderes políticos en la isla reflexionen sobre los acontecimientos de las últimas semanas, es importante que entiendan que el Acuerdo de Viernes Santo no debe darse por sentado. Se requiere una atención y un trabajo constantes.

Hay partes importantes del Acuerdo aún no aplicadas: por ejemplo, una Ley de Derechos y las cuestiones heredadas. Estos asuntos deben ser tratados.

Después del ataque de Massereene en 2009 en el que dos soldados británicos murieron, Martin McGuinness y Peter Robinson [respectivamente Viceprimer Ministro (del Sinn Féin) y Primer Ministro (del DUP) del Gobierno de Irlanda del Norte] se reunieron con todos los líderes políticos, religiosos y cívicos para trazar un camino a seguir y garantizar que la pequeña minoría de voces que quieren socavar el progreso que se ha alcanzado no tengan éxito.

Este enfoque se vuelve a necesitar. El Foro Unionista establecido por el DUP y el UUP puede tener un papel que desempeñar, pero es limitado. Estabilidad, inclusión y progreso no son el regalo de un sector de la población. Todo el mundo tiene que estar involucrado.

Necesitamos una respuesta transcomunitaria de todos los partidos a las protestas de la bandera y a la violencia que las ha acompañado. También es necesario abordar todas las cuestiones pendientes.
Este será un gran desafío. Los republicanos no subestimamos los problemas que se plantean y, en particular, las dificultades que afronta el unionismo. Pero no puede haber vuelta atrás. Las pequeñas minorías que quieren aferrarse al pasado deben ser rechazadas. El sectarismo debe ser atajado y terminado. Tenemos que promover la promesa del Acuerdo de Viernes Santo de una nueva sociedad en la que se respete a todos los ciudadanos, y donde los principios rectores sean la equidad, la justicia y la igualdad.

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