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miércoles, 26 de febrero de 2020

Volvemos a Connolly y Mellows, y eso está bien - Declan Kearney (SF)

Artículo de Público;

Declan Kearney - Presidente Nacional del Sinn Féin

Nada dura para siempre.
El tiempo no se detiene.

La política y la sociedad están en constante flujo.

Pero a veces, el cambio toma forma y es impulsado por momentos significativos.
En la historia contemporánea irlandesa El Levantamiento de Pascua de 1916, la Guerra de Independencia, la campaña por los derechos civiles en el norte y las huelgas de hambre de 1980 y 1981 destacan como periodos generadores de nuevas épocas.

De manera más reciente, el inicio del brexit ha sido enormemente influyente en el panorama político irlandés. Hace unos 100 años, una contrarrevolución eclipsó la lucha popular por la independencia nacional y el cambio social en Irlanda, provocado por el Levantamiento de 1916 y culminando con la división de Irlanda.

Fueron dos partidos políticos los que emergieron de esa olla y pasaron a dominar políticamente lo que se convirtió en un Estado del sur profundamente conservador, en favor de una nueva élite dirigente irlandesa. Estos dos partidos pasaron a ser conocidos como Fine Gael y Fianna Fáil.

Desde 1923 no ha existido un gobierno en el sur de Irlanda sin la influencia dominante bien del Fine Gael (y su predecesor inmediato Cumann na nGaedheal) o del Fianna Fáil. Ambos partidos en el poder han favorecido la influencia teocrática y retrógrada de la jerarquía de la Iglesia Católica sobre la sociedad y el gobierno.

Estos partidos también decidieron sobre las políticas económicas y sociales, que provocaron migraciones masivas, desigualdad económica y pobreza, así como el abandono de la Irlanda rural.  Ambos partidos aprobaron ejecuciones sumarias, internamientos sin juicio, censuras y leyes opresoras para reprimir a la disidencia política, en especial contra activistas republicanos.

Las actuaciones del Fianna Fáil y del Fine Gael desde la fundación del Estado han atrofiado las aspiraciones y la visión de la República nacional igualitaria expuesta en la Proclamación de 1916 y el posterior Programa Democrático del First Dáil [Primer parlamento de la República de Irlanda] de 1919.

Más recientemente, la desastrosa administración fiscal de las sucesivas gestiones del Fianna Fáil dieron lugar al desplome de la economía del sur en 2008 y la imposición de un programa de rescate del FMI, del cual el sur de Irlanda aún se está recuperando.

Desde entonces dos gobiernos de coalición liderados por el Fine Gael han provocado una profunda y sistémica crisis de salud y vivienda/personas sin hogar, que actualmente se encuentra al borde del precipicio Durante el mandato del último Dáil [Parlamento Irlandés],el Fianna Fáil apoyó un desafortunado gobierno del Fine Gael con un acuerdo de confianza y asistencia. Este acuerdo político demostró el carácter indistinguible de ambos partidos en términos de orientación política. ¡Tweedledum and Tweedledee!

Todas estas realidades eclipsaron las elecciones generales del sur el último fin de semana. El legado de casi 100 años de dominio de la derecha fue un tema central en las elecciones. La demanda de cambio definió la explícita narrativa popular durante toda la campaña. El Sinn Féin se convirtió en el pararrayos de este ímpetu estatal.

Desde los primeros momentos de la campaña era evidente que estaba ocurriendo algo profundo en el sur. Nunca había visto algo así antes, salvo, quizá, con la excepción del estado de ánimo general que se creó en torno al Bloque-H durante las huelgas de hambre en 1980 y 1981. En lugares como Donegal, hice encuestas en hogares con relación histórica con el Fine Gael, y descubrí que los votantes jóvenes, e incluso los mayores, estaban moviéndose hacia el Sinn Féin.

En otros lugares, en estados mayoritariamente de clase trabajadora que visité en Galway, como Ballybane, Mervue y Merlin, era obvio que había una buena predisposición y apoyo hacia el programa económico, social y de cambio político del Sinn Féin. Los conductores paraban sus vehículos y los ciudadanos cruzaban la calle para debatir sobre las elecciones y contarnos porque estaban tan enfadados con los partidos del establishment.

Una y otra vez, puerta tras puerta, a lo largo del sur nos decían que estas elecciones tenían que ser las del cambio, que el Fianna Fáil y el Fine Gael habían tenido su oportunidad y la habían desaprovechado. Que ahora era el momento de que el Sinn Féin tuviera una oportunidad de traer un verdadero cambio para las vidas de los ciudadanos, invirtiendo en buenos servicios públicos y garantizando los derechos de la gente a la atención médica y el acceso a casas con precios asequibles. La gente coincidía con el Sinn Féin en que era el momento de dar a los trabajadores y sus familias un descanso.

¡Y también querían hablar de la unidad irlandesa!

Muchos de los que encuesté estaban realmente agradecidos de que un Ministro del norte estuviera en su puerta preguntándoles sobre su apoyo al cambio. Nunca habían visto antes a un ministro del Fianna Fail o del Fine Gael en su barrio, menos aún en su puerta. A la gente le gustaba la idea de que el Sinn Féin estuviera en el norte y la perspectiva de que nuestro partido también dirigiera el gobierno en el sur. Así, el 8 de febrero el electorado fue a las urnas. Fue un terremoto electoral. Y sí, fue sistémico.

Algunos comentaristas perezosos han intentado desestimar lo que ocurrió, calificándolo de populismo, pero el deseo popular de cambio durante esta campaña se tradujo en la decisión de usar la urna electoral como un acto de rebelión contra el status quo. Rebelarse contra el predominio de dos partidos conservadores y su relación simbiótica con las entidades bancarias, los promotores inmobiliarios y los grandes propietarios.

Lo que ha ocurrido no tiene precedente histórico. El Sinn Féin ha emergido con la mayor proporción de voto popular – 24,5% -, uno de cada cuatro votantes y un total de 37 escaños (un aumento de 15). El Finn Gael tuvo las segundas peores elecciones en su historia. El Fianna Fáil se llevó el 22,2% de los votos, terminando con 38 escaños– uno de los cuales era indiscutible porque volvió al anterior titular del Speaker [presidente del parlamento] en el último Dail [parlamento].

El Sinn Féin pidió y recibió el mandato de un Gobierno para traer el cambio y esta semana empezamos el proceso de estudio de las posibilidades de formación de un gobierno con otros partidos, sobre la base de acabar con la crisis de salud y vivienda, traer servicios públicos sostenibles, construir 100.000 hogares, reducir la edad de jubilación a los 65 y avanzar en la unidad de Irlanda.

El Ard Chomharile [Comité Ejecutivo Nacional] del Sinn Féin ha autorizado una negociación para estudiar la formación de un Gobierno de cambio con otros partidos.

El Sinn Fein quiere estar en un gobierno para lograr el cambio progresista que la gente claramente quiere. Estamos comprometidos a cooperar con otros para lograrlo. Es una posición muy básica y democrática y, sin embargo, casi inmediatamente la dirección del Fine Gael anunció de manera arrogante que no negociará con el Sinn Féin la formación de un gobierno.

Pocos días después el Fianna Fáil adoptó una posición similar. Por supuesto que la dirección y el partido parlamentario del Fianna Fáil intentan excluir al Sinn Féin del eje del gobierno, ya que no quieren, en este momento, construir casas, reducir la edad de jubilación, congelar los alquileres y recortar los salarios de los ministros y parlamentarios.

La posición adoptada por ambos, el Fine Gael y Fianna Fáil no es ni sostenible ni creíble. De hecho, son intrínsecamente antidemocráticos. Vale la pena recordar la respuesta de Ian Paisley cuando se le pidió que explicara su decisión de entrar en un gobierno en el norte con el Sinn Féin en 2007. Dijo: "Porque la gente los eligió. Así es la democracia y ellos no se van a ir".

Durante el mes de enero de 2017 cuando se suspendió el reparto de poder en el norte, los líderes del Fine Gael y del Fianna Fáil, cínicos, dijeron que el Sinn Féin debería volver a un Gobierno de coalición con los partidos que habían minado por completo la base del reparto de poder, sin aclarar las razones de la crisis política. Gracias a los esfuerzos sostenidos del Sinn Féin y otros, los gobiernos con división de poder han sido restaurados.

Actualmente, nuestro partido comparte un gobierno regional con otros cuatro partidos políticos con absolutas diferencias ideológicas y puntos de vista diferentes sobre las políticas sociales y económicas, así como sobre el cambio constitucional en Irlanda. El efecto de las posiciones arraigadas e inmutables de los dos partidos conservadores plantea dos escenarios: o el Fianna Fáil y el Finne Gael se unen o hay unas nuevas elecciones. El Fianna Fáil ya ha dicho que no formará gobierno con el Fine Gael a pesar del acuerdo de confianza y asistencia del anterior mandato. Sin embargo, el cínico doble rasero solo supone una explicación parcial de su rechazo compartido a hablar con el Sinn Féin sobre una futura formación de gobierno.

La realidad es que el establishment irlandés y sus intereses económicos, financieros y de clase adquiridos, se han visto sacudidos en lo más profundo de su ser por la revolución electoral del pasado fin de semana. La importancia del retroceso político y electoral del Fine Gael y el Fianna Fail es enorme. Su dominio rotativo en el gobierno, que aseguró los intereses del establishment irlandés durante décadas, ha terminado. Las elecciones generales han confirmado al Sinn Féin como el partido más grande del sur del Estado, representando los intereses comunitarios y de clase de la gente trabajadora con un mandato masivo de más de medio millón de votos.

No nos confundamos, estas elecciones generales son otro momento decisivo. El rechazo conjunto del Fianna Fáil y el Fine Gael a hablar con el Sinn Fein supone una absoluta oposición a las normas democráticas. Cerca de cien años después, una contrarrevolución moderna se está construyendo contra la voluntad democrática de la gente. Los partidos del establishment han impulsado "un golpe de Estado muy irlandés" en un intento de subvertir la demanda popular de cambio y de evitar que el Sinn Féin entre en el gobierno.

El líder socialista republicano, Liam Mellow, advirtió en 1922, antes de ser ejecutado por un gobierno del Cumann na nGaedheal: "El momento llegará inevitablemente, si este Estado Libre llega a existir, cuando tengáis un gobierno permanente en el país. A los gobiernos permanentes de cualquier país no les gusta apagarse". Estas palabras son muy pertinentes hoy en día.

Hace tres semanas el Estado británico abandonó la Unión Europea. Una de las consecuencias no intencionadas del brexit ha sido iniciar un debate sobre el cambio constitucional y la unidad irlandesa en el centro del escenario. El establishment irlandés teme este debate y los británicos no quieren que tenga lugar, pero el genio ya está fuera de la botella.

El Sinn Féin está en el gobierno del norte de Irlanda. Es solo cuestión de tiempo que estemos también en el gobierno en el sur. La política ha vuelto a alinearse en Irlanda. Los resultados de las últimas elecciones son una nueva evidencia de ello. Este ímpetu está alimentando el discurso político y cívico sobre el cambio constitucional y la reunificación. El apoyo internacional a la unión irlandesa está creciendo. El Brexit ha convertido la división de Irlanda en un problema [tema] europeo.

"Volvemos a Connolly y Mellow, y está bien". Para los republicanos, progresistas y demócratas que buscan un cambio político y social total las ideas de Connolly y Mellow nunca han sido más pertinentes. Esta fase, aún incompleta, de liberación nacional en Irlanda está llegando a un punto crítico.

Más de 700.000 ciudadanos han votado al Sinn Féin en el norte y el sur desde el pasado diciembre. Todos han votado y han respaldado la necesidad de un cambio.

Ahora, el cambio es imparable.

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