Cualquier visitante termina cautivado cuando descubre el modo con que esta ciudad irlandesa conjuga sus aires de modernidad con las típicas imágenes del pasado. Un perfecto equilibrio que se conjuga con el encanto de sus pubs y sus paseos.
Por Liz Valotta
Cuando cae la tarde y la gente deja sus obligaciones laborales en la zona céntrica, Belfast se muestra como una ciudad pujante que se agita con jactanciosos aires de modernidad. Pero ese es sólo uno de sus semblantes; cuando todo se aquieta, esta urbe cobra la forma de una típica población de la campiña irlandesa, con su predominio de casas bajas y balcones coloridos. Por cierto, ambas realidades se entrelazan constantemente y la hacen de lo más seductorta.
Belfast es la segunda ciudad más importante de la isla de Irlanda (la primera es Dublín) con 275.000 habitantes, que se duplican si se suma su área metropolitana (Greater Belfast Area). Ha sido durante años la capital industrial de la isla, con el astillero Hartland & Wolf como principal baluarte, donde se construyó el Titanic y llegó a emplear a 30.000 trabajadores.
Establecida su calma tras sus problemas internos, la ciudad ha visto un récord de inversiones como nunca antes. Durante los tres primeros años luego de finalizados los problemas con el IRA, recibió más de 400 millones de dólares tanto del gobierno británico como de compañías multinacionales, lo que ha creado miles de puestos de trabajo en una amplia variedad de industrias. Paralelamente, las zonas aledañas a la capital incrementaron notoriamente la cantidad de gente joven que optó por establecerse en estos barrios.
Aunque moderna, en esta urbe el pasado se percibe a cada paso, y por eso es una buena opción comenzar a caminarla desde donde nació el área metropolitana: a orillas del río Lagan. Desde allí la ribera de la ciudad se extiende reflejando un pasado esplendoroso, el mismo que en la época victoriana enriquecía a los grandes industriales y empresarios, dando lugar a las fábricas de tejidos más importantes del mundo y a los inmensos astilleros.
Por otra parte, si hay un lugar que define a Belfast desde el punto de vista arquitectónico es su ayuntamiento. El City Hall, considerado una de las expresiones más importantes del renacimiento clásico. Pero muchos otros sitios interesantes pueden hallarse cerca del centro. El mercado de San Jorge es una arteria vital donde durante siglos los aromas de alimentos y productos típicos se mezclaron con el deambular de la gente. Hoy, cada viernes por la mañana, se transforma en el mayor mercado cubierto de pescado de Irlanda, con un total de 23 stands dedicados a los mariscos.
Ya para quienes se dejen tentar por compras algo más sofisticadas, el camino a visitar es desde la Donegall Place hasta la Royal Av. Además, en la Lisburn Road, más al sur de la ciudad, se hilan una junto a la otra las boutiques más elegantes.
Por último, no hay que dejar de visitar algunos pubs históricos como The Fly, con su atmósfera siempre de moda, y The Crown Liquor Salon, en Great Victoria Street, tal vez el pub victoriano más tradicional y exquisito del mundo. z we
Belfast es la segunda ciudad más importante de la isla de Irlanda (la primera es Dublín) con 275.000 habitantes, que se duplican si se suma su área metropolitana (Greater Belfast Area). Ha sido durante años la capital industrial de la isla, con el astillero Hartland & Wolf como principal baluarte, donde se construyó el Titanic y llegó a emplear a 30.000 trabajadores.
Establecida su calma tras sus problemas internos, la ciudad ha visto un récord de inversiones como nunca antes. Durante los tres primeros años luego de finalizados los problemas con el IRA, recibió más de 400 millones de dólares tanto del gobierno británico como de compañías multinacionales, lo que ha creado miles de puestos de trabajo en una amplia variedad de industrias. Paralelamente, las zonas aledañas a la capital incrementaron notoriamente la cantidad de gente joven que optó por establecerse en estos barrios.
Aunque moderna, en esta urbe el pasado se percibe a cada paso, y por eso es una buena opción comenzar a caminarla desde donde nació el área metropolitana: a orillas del río Lagan. Desde allí la ribera de la ciudad se extiende reflejando un pasado esplendoroso, el mismo que en la época victoriana enriquecía a los grandes industriales y empresarios, dando lugar a las fábricas de tejidos más importantes del mundo y a los inmensos astilleros.
Por otra parte, si hay un lugar que define a Belfast desde el punto de vista arquitectónico es su ayuntamiento. El City Hall, considerado una de las expresiones más importantes del renacimiento clásico. Pero muchos otros sitios interesantes pueden hallarse cerca del centro. El mercado de San Jorge es una arteria vital donde durante siglos los aromas de alimentos y productos típicos se mezclaron con el deambular de la gente. Hoy, cada viernes por la mañana, se transforma en el mayor mercado cubierto de pescado de Irlanda, con un total de 23 stands dedicados a los mariscos.
Ya para quienes se dejen tentar por compras algo más sofisticadas, el camino a visitar es desde la Donegall Place hasta la Royal Av. Además, en la Lisburn Road, más al sur de la ciudad, se hilan una junto a la otra las boutiques más elegantes.
Por último, no hay que dejar de visitar algunos pubs históricos como The Fly, con su atmósfera siempre de moda, y The Crown Liquor Salon, en Great Victoria Street, tal vez el pub victoriano más tradicional y exquisito del mundo. z we
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