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lunes, 22 de agosto de 2011

Michael Collins

Un día como hoy, en el año 1922 murió Michael Collins. Pese a la opinión personal que tengamos cada un@ sobre los actos finales de su vida, no se puede negar su caracter histórico, y por ello creo necesario recordar algo de lo que fué esta figura histórica del nacionalismo irlandés.

Michael Collins (Irlandés: Mícheál Eoin Ó Coileáin):
(Clonakilty, 1880 - Bandon, 22 de agosto 1922) Político independentista irlandés, uno de los principales líderes irlandeses del primer cuarto del siglo XX, período en el que parte de Irlanda adquirió su independencia.

Ideológicamente fue partidario de la total independencia de Irlanda. Como nacionalista católico irlandés convencido, sus intereses representaron los deseos de una mayoría de población católica que, durante siglos, comprobó cómo el dominio británico les había desprovisto de sus derechos civiles básicos, anulando su identidad nacional.

Michael John ("Mick") Collins nació en Sam's Cross, cerca de Clonakilty , en el condado de Cork, Irlanda, en 1890, aunque muchas biografías datan su fecha de nacimiento el 16 de octubre de 1890, en su epitafio está señalada como fecha de su nacimiento el 12 de octubre de 1890.

Su familia tuvo ciertos títulos nobiliarios como "Señores de Uí Chonaill", cerca de Limerick, pero como otros muchos irlandeses, habían sido desposeídos de los mismos y relegados al estatus de simples granjeros. Con todo, la prosperidad de su granja los hizo vivir más cómodamente que la mayoría de los granjeros irlandeses de finales del siglo XIX. Durante ese relativo bienestar, nació Michael Collins. La hermana mayor de Michael (conocida como Hermana María Celestina) era enfermera y trabajó como maestra de escuela en Londres.

El padre de Michael, que también se llamaba Michael, llegó a ser miembro de la Hermandad Republicana Irlandesa cuando era joven, pero lo dejó debido a sus obligaciones en la granja. El viejo Michael Collins tenía sesenta años cuando se casó con Marianne O'Brien, quien entonces tenía veintitrés. La pareja tuvo ocho hijos, incluido “Mick” Collins. El ya anciano padre murió cuando Michael era solo un niño de seis años.

Desde pequeño, Michael Collins se mostró como un niño brillante y precoz, con un fuerte temperamento y apasionado nacionalismo, estimulado por el herrero local, James Santry, y más tarde en la Escuela Nacional de Lisavaird, por el rector Denis Lyons, un miembro de Hermandad Republicana Irlandesa (una organización de la que Collins luego sería líder).

Collins era alto, deportista, algo que no ensombreció su desarrollo intelectual o sus extraordinarios instintos.
Después de dejar la escuela cuando tenia 15 años, Michael siguió los pasos de muchos irlandeses, especialmente de la zona de Clonakilty y se mudó a Londres donde trabajó como cartero desde el mes de Julio de 1906. Durante sus años en Londres vivió con su hermana Johanna (“Hannie”).
Se afilió a la asociación local Atlética Gaélica y a través de esta, a la Hermandad Republicana Irlandesa, una organización secreta que promovía la independencia de Irlanda.Sam Maguire, un protestante republicano de Dunmanway (en el Condado de Cork), introdujo al joven Collins de 19 años en la IRB, organización donde con el paso del tiempo desempeñaría un papel fundamental.
Sirvió como ministro de finanzas de la República Irlandesa, fue Director de Inteligencia del IRA y miembro de la delegación irlandesa que negoció el Tratado anglo-irlandés, siendo también Presidente del Gobierno Provisional y Comandante en Jefe del Ejército Nacional.

Collins fue miembro de los Voluntarios Irlandeses y durante la Primera Guerra Mundial apoyó la independencia de Irlanda en lugar de alistarse en el ejército británico. Fue el primer líder y el precursor de las guerrillas urbanas en Irlanda. Trabajó en Londres antes de regresar a su país natal para participar en la revolución de 1916. Las primeras acciones en las que Michael Collins inició su actividad pública acontecieron como consecuencia de los sucesos que, tras la aprobación de una nueva Bill Home Rule, protagonizaron los protestantes unionistas. Las presiones de este grupo y su influencia en las medidas que desde Londres se ponían en marcha redujo significativamente la aplicación de esta ley. Fue entonces cuando los sectores nacionalistas más extremistas intentaron llevar a cabo una revolución para poner fin al dominio británico en la isla.

En 1916, Michael Collins, junto a otros líderes, planificó el Levantamiento de pascua, actividad por la que fue detenido durante un corto espacio de tiempo, hasta diciembre de 1916. El inicio de la revuelta mermó el número de políticos y dirigentes que formaban parte del Sinn Féin, lo que facilitó que Collins adquiriera cada vez mayor protagonismo. En diciembre de 1918, Collins fue uno de los veintisiete miembros elegidos por el Sinn Féin, cuyos setenta y tres miembros se encontraban detenidos en su mayoría, para representar a esta formación en el parlamento revolucionario irlandés cuando se proclamó la República provisional de Irlanda.

Collins pasó a ocupar el cargo de ministro de Asuntos Internos del Sinn Féin, pues De Valera y Griffith estaban detenidos. Más tarde, tras la huida de De Valera a Estados Unidos en 1919, Collins ocupó la cartera de Finanzas. Mientras tanto, compaginó estas funciones con su labor entre los Volunteers y en la fundación del Irish Republican Army, IRA. Desde entonces, se convirtió en uno de los líderes más brillantes en la dirección de la guerra de guerrillas que se mantuvo desde 1919 hasta 1921, el conflicto anglo-irlandés fue adquiriendo una mayor intensidad. Fue el creador de The Squad, brigadas de elite que eliminaban a los policías británicos más importantes y a los colaboracionistas con el gobierno británico. Michael Collins fue uno de los irlandeses más buscados por la policía británica, que llegó a establecer un precio de diez mil libras a su cabeza.

Ante la imposibilidad de obtener un resultado favorable en el conflicto y el desgaste que las fuerzas irlandesas, en julio de 1921, durante la tregua establecida por ambos bandos, Collins, junto a Griffith, pero sin Eamon De Valera, lideraron la representación irlandesa que viajó a Londres con el fin de negociar un acuerdo que terminara con el conflicto y restableciera la paz, cubriendo además las aspiraciones de los nacionalistas.

El acuerdo Anglo-irlandés firmado por Collins, junto a otros, reconocía el status de Dominio a 26 condados de Irlanda, manteniendo el juramento de lealtad a la corona británica, que continuaría ejerciendo su plena autoridad sobre seis de los nueve territorios que formaban la provincia histórica irlandesa del Ulster. Las condiciones globales alcanzadas dividieron profundamente a los sectores republicanos nacionalistas que, encabezados por Eamon De Valera, rechazaron el acuerdo. La tensión entre ambas facciones provocó el inició de una guerra de guerrillas entre los irlandeses, que puso fin a la vida de los dos líderes responsables, tras unos enfebrecidos debates donde demostraron sus dotes de persuasión.

Mientras, como jefe de las fuerzas armadas de la nueva nación, hacía un reconocimiento rutinario de sus tropas, Michael Collins fue asesinado el 22 de agosto de 1922, apenas diez días después de la muerte de A. Griffith. Collins había defendido el Tratado al estar convencido plenamente de que era imposible ir más allá en las peticiones reivindicativas a Gran Bretaña. La división para Collins también fue costosa. Su deseo era que se aceptase el Tratado como primer paso hacia la absoluta independencia de una parte de Irlanda, desde la cual se trabajaría para que la división se convirtiese en provisional. Algunos de sus contemporáneos no estuvieron de acuerdo con este planteamiento. Interpretaron la nueva realidad establecida en Irlanda bajo la certeza de que, una vez aceptada la división, nada se podría hacer para acabar con ella.

De otro lado completo un poco la biografía de este personaje con una de esas curiosidades con las que uno se topa "navegando" por la Red, en este caso la noticia procede del diario Montañes:

Me perseguisteis noche y día. Habéis llegado a poner precio a mi cabeza». Michael Collins, uno de los jefes del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y de su rama política (Sinn Féin), estuvo a punto de perder los estribos con Winston Churchill, a la sazón ministro británico de las Colonias, cuando éste lo recibió en su residencia para negociar la autodeterminación del sur de Irlanda. En aquella casa londinense, situada en Sussex Square, se celebró a finales de 1921 un singular encuentro del que se van a cumplirse 90 años precisamente cuando Euskadi especulaba sobre el alto el fuego definitivo de ETA. El entonces primer ministro británico, el liberal galés David Lloyd George, había subido al piso superior para conversar con el líder de la delegación irlandesa, Arthur Griffith. Mientras tanto, Collins se había quedado en la planta baja con Churchill y con el compañero de gabinete de éste, Lord Birkenhead, ministro de Hacienda. «Había crisis y las negociaciones parecían pender de un hilo», relató el anfitrión en su libro 'Pensamientos y Aventuras' (1938).

La tregua entre el IRA y el Reino Unido se había declarado durante el verano, pero el diálogo no era sencillo. Los irlandeses habían luchado de forma despiadada contra los británicos y estos habían respondido con la guerra sucia. La sangre todavía estaba fresca. Collins, ministro de Finanzas del Gobierno rebelde, había sido un feroz adversario como jefe de inteligencia del IRA. Fue idea suya la creación de los 'Doce Apóstoles', una banda de pistoleros que asesinó a decenas de enemigos que pretendían infiltrarse en sus filas. Conocido como 'Big Fellow' (grandullón), era un hombre que, pese a sus escasos 30 años, comprendía que estaba perdiendo la guerra y debía negociar. Sin embargo, como no se consideraba un político, le disgustó que el presidente del Sinn Fein, Eamon de Valera, le hubiera sacado de la clandestinidad y enviado a Londres para participar en unos contactos de resultado incierto.

Churchill sabía que Collins era más respetado en el IRA que Griffith. Cuando ambos aparecieron aquella noche por su casa, para discutir el tratado que consagró la separación del Ulster y el resto de Irlanda, el mandatario inglés comprobó que Collins «se hallaba en el momento más difícil de su carácter, lleno de reproches y desconfianzas». «Espere un momento», le interrumpió, tratando de aplacarlo. Acto seguido desvió la conversación hacia sus recuerdos de la segunda guerra de los bóers, el conflicto que enfrentó al Imperio británico con los surafricanos de origen holandés entre 1899 y 1902. Había participado en aquella contienda como periodista del 'Morning Post' y también como soldado. Durante aquellos días se hizo popular entre sus compatriotas cuando se fugó de un campo de prisioneros y el enemigo ofreció 25 libras a quien le capturara vivo o muerto. Aún guardaba enmarcado el anuncio de la recompensa.

El precio de su cabeza

Al encontrarse con Collins cara a cara, Churchill descolgó el documento de la pared. «No es usted el único», le retó. A continuación, en tono zalamero, admitió que las 25 libras que habían ofrecido por su cabeza en Suráfrica no podían compararse con las 5.000 que, según se creía entonces, el Reino Unido había estado dispuesto a pagar por el terrorista irlandés que le visitaba en su domicilio. «No hay duda de que era un buen precio», remachó. El huésped, «conmovido hasta lo más profundo por las violentas alternativas que pugnaban en su interior», según la descripción de su interlocutor, echó un vistazo al papel y soltó una carcajada. «Toda su irritación desapareció», subrayó Churchill. «Sostuvimos una conversación amistosa y, desde entonces, aunque debo reconocer que íntimamente existió siempre un abismo entre nosotros, jamás perdimos la base de una mutua inteligencia».

Los dos negociadores cargaban sobre sus espaldas un sinfín de atrocidades. Churchill había servido en la India y se había adentrado en los territorios pastunes situados entre los actuales Pakistán y Afganistán. Había participado en la expedición contra el Madhi en Sudán -para vengar al decapitado general Gordon, el general Kitchener desenterró el esqueleto del caudillo musulmán y utilizó el cráneo como tintero-. También había sido testigo de las atrocidades padecidas por el pueblo bóer en los campos de concentración británicos. Y había vivido en primera línea la catástrofe de la Primera Guerra Mundial, de la que surgieron los 'Black and Tans', escuadrones que fueron enviados a Irlanda desde las trincheras de Francia para responder «al terror con el terror».

Collins, por su parte, había cogido el testigo de los 'dinamiteros' fenianos que sembraron de bombas las ciudades inglesas a finales del XIX. Muchos eran estadounidenses de origen irlandés que habían idealizado la tierra de sus antepasados y luchado en la Guerra de Secesión. Con el cambio de siglo, el nacionalismo irlandés acabó liderado por el Sinn Fein, una opción que se impuso sobre otras alternativas tradicionales y más posibilistas debido a la brutalidad con que Londres reprimió el Levantamiento de Pascua, la revuelta organizada en Dublín en 1916, y también por la imposición del reclutamiento obligatorio en Irlanda. El típico activista del IRA pasó a ser un hombre soltero, ex soldado del Ejército británico, que vestía gabardina o chaqueta de cuero y aplicaba el 'ojo por ojo' con pistola, rifle o la metralleta 'Tommy'.

Sentencia de muerte

La tregua llegó en julio de 1921 tras una espiral de atentados. A pesar de la crueldad que había alcanzado el conflicto, los negociadores que participaron en las conversaciones de paz, celebradas de octubre a diciembre en Londres, estrecharon lazos personales al darse cuenta del precio que iban a pagar ante sus opiniones públicas. Lord Birkenhead confesó que el arreglo político supondría su «condena a muerte política», mientras que Collins apostilló que, en su caso, supondría su «condena, lisa y llanamente». Los irlandeses tuvieron que aceptar la permanencia del Ulster en el Reino Unido y la conversión del resto de su país en un 'dominio' británico, como Australia y Canadá. Esas concesiones le granjearon a Collins el odio de la facción irlandesa que sólo aceptaba una república independiente, un grupo de activistas «cuyos métodos conocía perfectamente», recordó Churchill. De hecho, el responsable del IRA se sinceró con su anfitrión antes de abandonar Sussex Square: «Espero que me matarán pronto. Será una colaboración más. Mi muerte prestará a la paz mayores servicios que mi vida».
Y así ocurrió. Michael Collins fue abatido en agosto de 1922, poco después de que el otro miembro de la delegación irlandesa, Arthur Griffith, falleciera de una insuficiencia cardiaca. A Collins le tendieron una emboscada durante la guerra civil que se desató entre los partidarios y detractores del tratado angloirlandés, en la que salieron victoriosos los primeros. Se dice que horas antes de morir, con un rifle en las manos, había pedido un favor: «Díganle a Winston que nunca lo habríamos conseguido sin él». Años más tarde, cuando Churchill escribió sobre aquel jefe del IRA, le definió como un hombre que «cumplió su palabra».

Referencias usadas:

2 comentarios:

Mazhuku dijo...

Recomiendo encarecidamente la novela de Juan Antonio de Blas "Michael Collins, día de ira" (Editorial Txalaparta).

Alias dijo...

A ver si saco tiempo para empezar otra vez a leer un par de libros , que tengo muy abandonado el tema desde el principio de verano.
Me apuntare este y el de Brendan Behan, también de Txalaparta, aparte tengo previstos dos de Flann O'Brien...no doy abasto!!

Un saludo!