Desde Innisfree reproducen esta entrevista reciente de El País, realizada por su corresponsal en Londres Rafa de Miguel, con la presidenta del Sinn Féin Mary Lou McDonald, en la que reflexiona sobre el éxito de su partido en Irlanda, y repasa el delicado legado de la violencia del P.IRA.
“Habrá un referéndum para la reunificación de Irlanda durante esta década”
Entrevista a Mary Lou McDonald. Rafa de Miguel. Londres | 18 de julio de 2022
Mary Lou McDonald (Churchtown, Irlanda, 53 años) tomó hace poco más de cuatro años el relevo al frente del partido Sinn Féin del carismático Gerry Adams. Los 34 años de liderazgo de Adams concluyeron con un histórico acuerdo de paz en una de las regiones más atormentadas de Europa, pero los pesados vínculos de la formación republicana y nacionalista con la parte más oscura, violenta y sectaria del IRA no auguraban buenas expectativas electorales. McDonald, educada en un entorno dublinés de clase media, se incorporó al partido tarde, después de flirtear con el centroizquierda más institucional y socialdemócrata del Fianna Fáil, una de las dos formaciones históricas de Irlanda. Y lo hizo más por su profunda creencia en la reunificación de la isla y la necesidad de reinventar un discurso de izquierdas que por mantener la llama de una tradición combativa.
En 2020 logró que el Sinn Féin fuera el partido más votado en las elecciones generales de Irlanda, y solo la unión de las dos formaciones que llevan décadas repartiéndose el poder, Fianna Fáil y Fine Gael, frenó su ascenso al poder. Además, en mayo de este año, Michelle O´Neill, la número dos del Sinn Féin, logró una victoria histórica en las elecciones autonómicas de Irlanda del Norte (territorio británico). El boicot de los partidos unionistas ha frenado hasta ahora su nombramiento como ministra principal del Ejecutivo norirlandés.
Una nueva generación de votantes ha atendido y respaldado el discurso progresista del partido, pero el peso del pasado es aún enorme para que la normalidad sea completa. McDonald atendió a EL PAÍS en una larga conversación, a través de videoconferencia.
Pregunta. El Gobierno británico de Boris Johnson y, al parecer, todos los candidatos que aspiran a reemplazarle tras su dimisión, insiste en anular unilateralmente gran parte del Protocolo de Irlanda del Norte pactado con Bruselas para el Brexit. ¿De verdad ha puesto en riesgo la estabilidad política en esa región?
Respuesta. No. El Protocolo está funcionando, y es necesario. Es el mecanismo para que el norte de Irlanda [McDonald nunca utiliza la denominación Irlanda del Norte] tenga acceso al mercado interior de la UE. Es una enorme oportunidad económica. Si te ciñes a los datos, la economía del Reino Unido, más allá de ese cuello de botella que es Londres, está estancada. Y mientras, el norte de Irlanda está creciendo.
Pero sí han surgido problemas inesperados…
Sí, hay cuestiones técnicas derivadas de algunas exportaciones de Gran Bretaña al norte de Irlanda. Pero son consecuencia del Brexit, así que no me queda más remedio que decir a todos aquellos que querían el Brexit e hicieron campaña a su favor, que debieron tener la inteligencia de entender que tendría consecuencias, como nuevas barreras comerciales o más papeleo. La UE ha puesto sobre la mesa diversas soluciones, y Londres y Bruselas deben llegar a un acuerdo, pero el Protocolo es necesario para proteger la economía de toda Irlanda, para salvaguardar el Acuerdo [de paz] de Viernes Santo, y para asegurar que nunca haya una nueva frontera que parta la isla.
Cuando he hablado con los unionistas, especialmente con el Partido Democrático Unionista (DUP, en sus siglas en inglés), he tenido la sensación de que ven el Protocolo como una nueva traición de Londres, que les deja más solos. ¿No deberían atenderse estas sensibilidades?
Nunca hemos dejado de hablar con los unionistas. Lo hacemos a todas horas. Vivimos en la misma sociedad, trabajamos en los mismos sitios. Estamos juntos en la Asamblea, y hemos compartido Gobierno estos años. Si están tan incómodos es porque las cosas han cambiado. El Sinn Féin, y su candidata, Michelle O’Neill, acaba de ganar las elecciones a la Asamblea, y es nuestra ministra principal electa. Hace un siglo, el norte de Irlanda ―seis condados― fue dibujado territorialmente con el propósito de mantener una mayoría unionista perpetua. Ha cambiado el reparto demográfico, y han llegado vientos de cambio positivos y liberadores. Por supuesto que podemos trabajar juntos, y escuchar respetuosamente sus argumentos y temores. Pero no podemos darles lo que quieren, que es precisamente volver al ayer. El ayer se ha ido. El pasado se ha esfumado. La discriminación ya no existe, ni la desigualdad, ni el conflicto, gracias a Dios. Lo mejor que puede hacer el Partido Conservador en Londres es dejar de contar a los unionistas “la gran mentira”, que no es otra que la idea de que puede darse marcha atrás a las manecillas del reloj.
El Sinn Féin ha sido el más votado, pero hay un tercio del electorado que quiere huir de un debate que pesa como el plomo.
Todo está cambiando en Irlanda, y es algo fantástico. Y hay muchas personas con pasado unionista ―granjeros, transportistas, sindicalistas…― que son capaces de reconocer ese cambio. Quizá no les guste la idea de la reunificación, quizá no sea su primera elección. Pero son gente de buena fe y buena voluntad. Creo que, con el liderazgo político correcto, podemos desplegar una conversación honesta y respetuosa en torno al futuro que podemos construir juntos.
En las dos campañas electorales se han centrado más en los problemas sociales que en la idea de la reunificación, aunque no la escondan. ¿Habrá en el corto plazo un referéndum para que Irlanda vuelva a ser una sola?
Tendremos un referéndum en el transcurso de esta década. Creo firmemente que resolveremos esta cuestión constitucional durante esta década. Es más, creo que lo haremos de un modo pacífico, democrático y ordenado. Requerirá mucho liderazgo político, y mucha energía, pero esta es la década en la que se decidirá el futuro de Irlanda.
Hoy soy parlamentaria en Dublín. Y discutimos asuntos como el elevado coste de la vida, la posibilidad de que los niños regresen a las escuelas o cómo hacer para que las familias lleguen a fin de mes. La gente no entra en política con una sola convicción y un solo propósito. Como en nuestra vida diaria, somos capaces de gestionar asuntos diversos en momentos diversos: mi casa, mi trabajo, mis hijos… Si consultas a la ciudadanía irlandesa, lo que más le preocupa es la vivienda, la sanidad, etc. Por supuesto. Esos son los grandes asuntos, pero eso no quiere decir que la gente no tenga pasión, visión y preocupación por el futuro. ¿Cómo serán las cosas dentro de diez años? Puedes hacer que el cambio político avance y centrarte en ambas cosas, a velocidades diferentes.
Gerry Adams era una figura muy popular, pero también muy divisiva. Su llegada y la de O´Neill, ambas mujeres, ambas jóvenes, sin lastres comprometedores, ¿ha transmitido la idea de que el Sinn Féin ha cambiado?
Claro que ha cambiado. Sería muy raro que no lo hubiera hecho, no somos una pieza de museo. Somos personas, representamos a las personas, al sentimiento público. Somos activistas. Claro que el Sinn Féin ha cambiado, y volverá a hacerlo en la siguiente generación. Y en la siguiente, y en la siguiente. En eso consiste el progreso. Estoy muy orgullosa de que seamos dos mujeres las que estemos al frente, en un mundo como la política, tan dominado por hombres. Y déjeme introducir un matiz: adoro a los hombres, me he casado con uno. Esto no es un discurso andrófobo. Pero es importante que las mujeres reclamemos el papel que nos corresponde. Soy una feminista de la vieja usanza. Creo que el feminismo es bueno para las mujeres y para los hombres. Es bueno para la sociedad. Responde a las expectativas de la sociedad, de las nuevas generaciones. Y aún debemos hacer un esfuerzo mayor en incorporar a gente de otras razas, y lograr la mezcla perfecta de jóvenes y mayores.
La violencia. En concreto, el pasado violento. Es el asunto más delicado. Hay paz, pero las heridas siguen ahí, y el Sinn Féin sigue teniendo a sus espaldas el legado del IRA y su violencia.
Una cuestión muy importante, y como usted dice, muy delicada. Al tratar con el pasado, lo primero que debemos tener en cuenta es que desafiamos a cada uno de los ciudadanos, a sus recuerdos. Estos días conmemoramos el centenario de la Guerra Civil en Irlanda. Durante varias generaciones no se habló de esa guerra. Mi abuela no quería ni mencionarla, a pesar de todo lo que sufrió su familia. Era algo muy difícil, porque a ella le tocó el lado perdedor. Cuando terminó el conflicto en el norte, con el Acuerdo de Viernes Santo, se adoptó conscientemente la decisión, en vez de no hablar del pasado, de crear más bien los mecanismos y sistemas para recuperar algún nivel de verdad, de cauterización de las heridas, de justicia. Acordamos que todo superviviente, toda víctima, podría tener acceso a los tribunales. Luego el Gobierno británico puso la excusa de la seguridad nacional ―¡basura!― y decidió volver a tapar su guerra sucia.
Pero el Sinn Féin también arrastra un pasado conflictivo.
Lo que no puede ser es transmitir a los que estuvieron implicados en la lucha armada que ese no era el camino correcto, y que la respuesta estaba en la vía democrática ―con lo que estoy completamente de acuerdo―, y una vez que se presentan y resultan elegidos, decirles: ‘No, seguimos sin quereros aquí’. Eso no ayuda a afrontar la realidad tal y como se presenta. Estoy segura de que muchas personas tienen una dura opinión sobre nosotros, los republicanos. Y lo mismo sucede al contrario. Pero en democracia debemos jugar con las mismas reglas. Solo así podemos construir algo sostenible. Solo así podemos enfrentarnos al pasado y comenzar a diseñar una trayectoria para el futuro.
¿Es posible acordar una memoria común del pasado violento?
No, no lo creo. Si uno observa cómo hemos diseñado los mecanismos para afrontar el legado, nunca hay una sola historia. Siempre habrá recuerdos diversos de lo que ocurrió, y de por qué ocurrió. La historia que escucharás de un niño que creció en Shankill Road [el barrio protestante de Belfast] será la de mucho sufrimiento a manos del IRA. Sufrimiento muy real. Si te alejas un poco de allí, hasta Falls Road [el barrio católico], el niño que creció allí también sufrió, a manos del Estado británico. Un Estado que no lo quería, que le discriminó e incluso encarceló. Y ambas historias son verdaderas. Así debemos aceptarlo los políticos. No es constructivo decir a tu rival: ‘No tienes razón. Esa no es la verdad’. Podemos estar toda una vida haciendo eso, o pensar en el futuro. Y es ahí donde la gente de buena voluntad halla un terreno común.
No tenemos derecho a pedir a la gente que perdone o que olvide. Que lleguen o no a esa conclusión les corresponde solo a ellos, y debemos respetarlo. Pero, al final, la vida consiste en cambiar. Cada día, cada estación. Eso es lo que tiene de emocionante la idea de la unidad de Irlanda. No se trata de decidir quién tenía razón y quién no. Se trata de buscar un proyecto común para todos los irlandeses que viven en esta isla.
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