Desde Innisfree desarrollan la información de la siguiente manera.- Parece que la gran coalición se va abriendo paso en la República de Irlanda. Ayer [14 de abril] los dos partidos históricos, Fianna Fáil (centrista y nacionalista) y Fine Gael (conservador y no nacionalista) anunciaron un acuerdo programático, abierto a la participación de socios minoritarios (Partido Verde, Social Demócratas y Partido Laborista), aunque hay pocas expectativas de que se incorporen. Los primeros análisis señalan la paradoja que supone una gran coalición de las fuerzas de centroderecha, que veta a la fuerza más votada en las elecciones, el Sinn Féin, pero que en su acuerdo de gobierno pretende recoger buena parte de sus propuestas electorales. Pat Leahy, editor de política del Irish Times, abunda en esta idea en su columna de hoy, titulada “Acuerdo histórico FF-FG basado en las políticas del ‘excluido’ Sinn Féin”.
Solo la información derivada del coronavirus ha podido restar importancia en los medios de comunicación al acuerdo entre Leo Varadkar y Micheál Martin anunciado ayer. Aunque solo sea el último de una serie de pasos lentos hacia el objetivo de una “gran coalición” entre Fine Gael y Fianna Fáil, los enemigos irreconciliables desde la guerra civil de hace un siglo, es un movimiento verdaderamente histórico, un testimonio de cuánto ha cambiado y está cambiando la política irlandesa.
La verdad es que a ningún partido le gusta demasiado el acuerdo. Micheál Martin deberá superar algunas resistencias dentro de su partido, la Fianna Fáil, que aspira a ocupar el cargo de Taoiseach (primer ministro). Aún no se ha desvelado cómo van a repartirse el poder entre los dos viejos partidos y cómo van a convencer a otras fuerzas minoritarias para alcanzar la imprescindible mayoría absoluta que garantice la estabilidad del nuevo ejecutivo.
Desde fuera, la operación se ve como una última y desesperada apuesta del viejo duopolio para mantener el control del poder. Sin embargo, para los firmantes del acuerdo, se trata de un compromiso histórico, que prioriza el interés general del país y supera antiguas diferencias que parecían irreconciliables. No importa que esas diferencias apenas sean visibles desde fuera, pues comparten agendas políticas similares en el campo del centroderecha; para Varadkar y Martin son importantes diferencias que ahora van a solventar, con gran sacrificio, por responsabilidad y patriotismo.
Sin embargo, para la mayoría de los electores, que votaron por el cambio en las elecciones de febrero, una gran coalición FF-FG sería un engaño al impedir el acceso al gobierno a las fuerzas realmente impulsoras del cambio político.
Probablemente todos esos puntos de vista posean la razón al menos en parte. El viejo bipartidismo se une para frenar el cambio, pero al unirse precisamente están enterrando el sistema de partidos nacido cien años atrás. Tanto si el Sinn Féin llega al gobierno como si los viejos enemigos de la guerra civil se ven obligados a reconciliarse, nadie podrá negar que las urnas del 8 de febrero han supuesto una auténtica revolución.
El principio de acuerdo entre FG y FF se fundamenta, por un lado, en la exclusión del Sinn Féin de Mary Lou McDonald, a pesar de ser el ganador de las elecciones, pero también, por otro lado, en la asunción de buena parte de su programa electoral. ¿Van a comprometerse ahora los partidos que han gobernado en Irlanda “desde siempre” a hacer todo lo contrario de lo que han venido haciendo hasta la fecha? Su acuerdo programático intenta dar a la ciudadanía una respuesta basada más en la agenda del SF que en la de los partidos firmantes del acuerdo de gran coalición. Varadkar y Martin prometen “un cambio muy sustancial” en las políticas de salud, de vivienda, de acción climática y en “una nueva agenda para los servicios públicos”. Uno de los negociadores ha llegado a decir que el programa de gobierno va a ser “más izquierdista que el programa del Sinn Féin”. Eso sí, de momento, parece carecer de medidas concretas y de fuentes de financiación claras.
Evidentemente, la suma de Fianna Fáil y Fine Gael es insuficiente para investir al nuevo Taoiseach. Ambos necesitan a alguna otra fuerza. Por eso, no quieren dar un cerrado un programa para poder involucrar en su redacción definitiva a los tres partidos minoritarios a lo que aspiran a integrar: los Verdes, los Social Demócratas y los laboristas. Aunque, en estos momentos, en FF y FG albergan pocas esperanzas de que estos tres den un paso adelante.
Mientras, se multiplican los sectores que les piden explicaciones: ¿por qué continúan excluyendo al Sinn Féin de un gobierno que se compromete a emprender muchas de las políticas propuestas por ese partido?
Solo la información derivada del coronavirus ha podido restar importancia en los medios de comunicación al acuerdo entre Leo Varadkar y Micheál Martin anunciado ayer. Aunque solo sea el último de una serie de pasos lentos hacia el objetivo de una “gran coalición” entre Fine Gael y Fianna Fáil, los enemigos irreconciliables desde la guerra civil de hace un siglo, es un movimiento verdaderamente histórico, un testimonio de cuánto ha cambiado y está cambiando la política irlandesa.
La verdad es que a ningún partido le gusta demasiado el acuerdo. Micheál Martin deberá superar algunas resistencias dentro de su partido, la Fianna Fáil, que aspira a ocupar el cargo de Taoiseach (primer ministro). Aún no se ha desvelado cómo van a repartirse el poder entre los dos viejos partidos y cómo van a convencer a otras fuerzas minoritarias para alcanzar la imprescindible mayoría absoluta que garantice la estabilidad del nuevo ejecutivo.
Desde fuera, la operación se ve como una última y desesperada apuesta del viejo duopolio para mantener el control del poder. Sin embargo, para los firmantes del acuerdo, se trata de un compromiso histórico, que prioriza el interés general del país y supera antiguas diferencias que parecían irreconciliables. No importa que esas diferencias apenas sean visibles desde fuera, pues comparten agendas políticas similares en el campo del centroderecha; para Varadkar y Martin son importantes diferencias que ahora van a solventar, con gran sacrificio, por responsabilidad y patriotismo.
Sin embargo, para la mayoría de los electores, que votaron por el cambio en las elecciones de febrero, una gran coalición FF-FG sería un engaño al impedir el acceso al gobierno a las fuerzas realmente impulsoras del cambio político.
Probablemente todos esos puntos de vista posean la razón al menos en parte. El viejo bipartidismo se une para frenar el cambio, pero al unirse precisamente están enterrando el sistema de partidos nacido cien años atrás. Tanto si el Sinn Féin llega al gobierno como si los viejos enemigos de la guerra civil se ven obligados a reconciliarse, nadie podrá negar que las urnas del 8 de febrero han supuesto una auténtica revolución.
El principio de acuerdo entre FG y FF se fundamenta, por un lado, en la exclusión del Sinn Féin de Mary Lou McDonald, a pesar de ser el ganador de las elecciones, pero también, por otro lado, en la asunción de buena parte de su programa electoral. ¿Van a comprometerse ahora los partidos que han gobernado en Irlanda “desde siempre” a hacer todo lo contrario de lo que han venido haciendo hasta la fecha? Su acuerdo programático intenta dar a la ciudadanía una respuesta basada más en la agenda del SF que en la de los partidos firmantes del acuerdo de gran coalición. Varadkar y Martin prometen “un cambio muy sustancial” en las políticas de salud, de vivienda, de acción climática y en “una nueva agenda para los servicios públicos”. Uno de los negociadores ha llegado a decir que el programa de gobierno va a ser “más izquierdista que el programa del Sinn Féin”. Eso sí, de momento, parece carecer de medidas concretas y de fuentes de financiación claras.
Evidentemente, la suma de Fianna Fáil y Fine Gael es insuficiente para investir al nuevo Taoiseach. Ambos necesitan a alguna otra fuerza. Por eso, no quieren dar un cerrado un programa para poder involucrar en su redacción definitiva a los tres partidos minoritarios a lo que aspiran a integrar: los Verdes, los Social Demócratas y los laboristas. Aunque, en estos momentos, en FF y FG albergan pocas esperanzas de que estos tres den un paso adelante.
Mientras, se multiplican los sectores que les piden explicaciones: ¿por qué continúan excluyendo al Sinn Féin de un gobierno que se compromete a emprender muchas de las políticas propuestas por ese partido?
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