Entrevista de Igor G. Vico - Noticas de Navarra a Michael Culbert;
Coiste na n-Iarchimí es una red de ex reclusos cuyo objetivo es la mejora de la situación social, económica y emocional de los presos y expresos republicanos y sus familias. Michael Culbert, trabajador social de profesión, la dirige desde 2008.
¿Cómo nació 'Coiste na n-Iarchimí'?
A lo largo de toda Irlanda surgieron una serie de organizaciones que trabajaban con ex presos en Dublín, Derry o Belfast. Cada vez eran más y aunque se iban formando silenciosamente por personas ex presas y sin contar inicialmente con estructuras, la ayuda de la Unión Europea permitió trabajar directamente en la zona de conflicto. Actualmente Coiste es un centro específico pero también actúa como coordinador del resto.
¿En qué consiste el trabajo de los ex presos?
Cuando entramos en prisión fuimos las únicas personas que teníamos el reconocimiento de ser del IRA. Si no eras capturado no eras del IRA porque cuando te convertías en preso la comunidad te veía como si fueras un guía y se te preguntaba sobre el proceso político. Así que nosotros promovimos la paz en nuestras propias comunidades a través de un exhaustivo programa de educación para llevar a los colegios, basado en la participación y en la explicación de que las condiciones que había cuando éramos jóvenes ya no las hay. En definitiva, promovemos la paz y trabajamos con otros para transmitir la idea de que el diálogo es la mejor arma.
¿Cuál es la importancia de 'Coiste' en la Irlanda del Norte actual?
Tanto el Gobierno irlandés, como el británico y la Unión Europea reconocen que somos un factor importante para trabajar por la paz y somos los más indicados para explicar el por qué de un futuro sin violencia.
¿Cuál ha sido el coste de la lucha para los presos y ex presos del IRA?
Soy solo un ejemplo de muchas otras personas que han estado 20 o 25 años en la cárcel. Es un gran coste emocional y familiar. Cuando entré en prisión era trabajador social, mis hijos tenían tres y cuatro años y cuando salí rozaban la veintena. Emocionalmente es un coste altísimo. Ha habido mucha gente que ha perdido. Murieron tanto soldados como activistas porque, a nuestro entender, estábamos en lucha. Después de 40 años hemos pasado de ser enemigos a ser rivales o contrarios. Ahora nos respetamos.
Un alto coste emocional que supone también un alto grado de rehabilitación social…
El término rehabilitación se aplica a las personas que son diferentes, van a la cárcel, aprenden lecciones y luego salen arrepentidos. Entonces has cambiado. Yo no quiero ser bueno. Solo quiero serlo si las condiciones y si el medio me hacen ser bueno. Nosotros somos parte de nuestras comunidades, pensamos que hicimos lo correcto y fuimos a prisión. Nuestra comunidad nos apoyó. Si miramos atrás, no hemos cambiado porque no necesitamos ser cambiados. Así es que lo importante es que la sociedad, las estructuras y las leyes para los expresos nos tengan en cuenta. Hay leyes que están en contra nuestra: no podemos viajar a América, a Canadá, a Australia, no nos admiten en algunos trabajos… Y esto es por lo que trabaja Coiste. Pero no necesitamos nuestra rehabilitación. Tenemos nuestra comunidad.
¿Qué papel pueden jugar los presos como agentes de un proceso de paz? ¿Ese papel que desarrollaron en Irlanda del Norte es aplicable a la CAV?
Cuando yo estaba en prisión hay algo que teníamos muy claro y es que teníamos que ser líderes y que no queríamos ser utilizados, no queríamos ser moneda de cambio. El problema es que los presos son siempre una cuestión emocional. Siempre los tienen en cuenta en las políticas humanitarias y siempre hay agentes dispuestos a instrumentalizarlos para compensar la balanza. Cuando el gobierno británico protagonizó acercamientos con el IRA en los 90, ellos usaron a líderes de las prisiones para hablar. La gente sabía lo que estaba pasando. Se les estaba dando esa posibilidad porque se entendía que se podía llegar a alguna parte, que había una vía de trabajo conjunto. Tiene que ser un proceso lento en el que se vayan dando pasos poco a poco y en el que los presos entiendan que algo se va a hacer. Es necesaria la existencia de un grupo, por ejemplo, un partido político, que sostenga que algo se está moviendo, que crea que el que el proceso es posible y se está construyendo.
¿Es importante para el acercamiento entre diferentes y entre dos colectivos enfrentados como los presos y las víctimas de la violencia la petición de perdón?
Cuando el IRA pidió perdón a las víctimas lo hizo a las personas que hirió o mató de forma accidental. No pidió perdón a los miembros del gobierno británico o la gente que era parte del gobierno británico aquí. Yo estuve en la cárcel por disparar a alguien y no estoy arrepentido. Era algo que se hizo durante el conflicto. Pero con el tiempo, cuando las circunstancias cambian, cambian las actitudes. Ha pasado el tiempo, ha habido cambios en la situación política. Quizá debiéramos ir adonde esas familias sabiendo que los hemos herido. Yo sé que tengo que ir, sabiendo lo que llevo a mis espaldas, lo que hice y sabiendo que, probablemente, no estaba centrado en las verdaderas víctimas de lo que hice. No pedimos perdón por lo concreto de la acción, por lo que hicimos, pero entendemos a la gente a la que dañamos. ¿Deberían los vietnamitas pedir perdón a las familias de los soldados americanos que recorrieron más de seis mil millas para ir a su país y que murieron en la guerra?
¿Cómo se ha recibido en Irlanda del Norte el abandono de la violencia por parte de ETA?
Es muy bienvenido. Espero que sea el definitivo, porque ha habido parones y vueltas, parones y vueltas… pero personalmente creo que es una buena opción que se haya parado. Tácticamente, pura y únicamente desde la táctica, no creo que haya sido un buen momento para parar, pero debían parar porque cuando se decide negociar nadie debe ser más fuerte. Tácticamente, seguramente no es un buen tiempo para ETA, pero se ha hecho algo bueno. El problema es que en la CAV también son vascos los que murieron. Los militares, la policía, también son vascos, no es como aquí, que vinieron los soldados británicos. Puede sonar un poco frío, pero es complicado.
¿La receta de la paz es universal? ¿Hay pautas comunes para todos los conflictos?
Hay una receta: el deseo y la búsqueda de la paz, que se trabaje y que exista el pensamiento de que la paz se puede mantener. Pero la pregunta es, ¿qué paz? Tenemos que juntar todas las piezas del puzzle, esto es, la buena voluntad de los gobiernos. Lo bueno de Irlanda es que contamos con el Gobierno de Estados Unidos. Bill Clinton quería tener un papel en la historia, al que se añadió el primer ministro conservador del Gobierno británico, John Mayor, que quería resolver el asunto y el primer ministro en el sur de Irlanda. Tres gobiernos dispuestos y, además, el IRA buscando una solución, haciendo fuerza, porque el conflicto había durado más de 40 años. Todo el mundo quería la paz. Pero a pesar de los deseos se planteó como un duro trabajo. Incluso hoy en día. Se trabajó duro porque todo el mundo lo veía real, el IRA garantizó que era verdad, que había voluntad. Así que esa es la receta. Y también la honestidad y sinceridad: no romper la palabra, que no salgan los presos de la cárcel a rearmarse o que los gobiernos liberen reclusos de prisión para luego volver a encarcelarlos.
"El término rehabilitación se usa con personas que están arrepentidas; nosotros no lo necesitamos"
"Los ingredientes para la paz son el trabajo, el deseo, la búsqueda de la paz y, también, la palabra"
Coiste na n-Iarchimí es una red de ex reclusos cuyo objetivo es la mejora de la situación social, económica y emocional de los presos y expresos republicanos y sus familias. Michael Culbert, trabajador social de profesión, la dirige desde 2008.
¿Cómo nació 'Coiste na n-Iarchimí'?
A lo largo de toda Irlanda surgieron una serie de organizaciones que trabajaban con ex presos en Dublín, Derry o Belfast. Cada vez eran más y aunque se iban formando silenciosamente por personas ex presas y sin contar inicialmente con estructuras, la ayuda de la Unión Europea permitió trabajar directamente en la zona de conflicto. Actualmente Coiste es un centro específico pero también actúa como coordinador del resto.
¿En qué consiste el trabajo de los ex presos?
Cuando entramos en prisión fuimos las únicas personas que teníamos el reconocimiento de ser del IRA. Si no eras capturado no eras del IRA porque cuando te convertías en preso la comunidad te veía como si fueras un guía y se te preguntaba sobre el proceso político. Así que nosotros promovimos la paz en nuestras propias comunidades a través de un exhaustivo programa de educación para llevar a los colegios, basado en la participación y en la explicación de que las condiciones que había cuando éramos jóvenes ya no las hay. En definitiva, promovemos la paz y trabajamos con otros para transmitir la idea de que el diálogo es la mejor arma.
¿Cuál es la importancia de 'Coiste' en la Irlanda del Norte actual?
Tanto el Gobierno irlandés, como el británico y la Unión Europea reconocen que somos un factor importante para trabajar por la paz y somos los más indicados para explicar el por qué de un futuro sin violencia.
¿Cuál ha sido el coste de la lucha para los presos y ex presos del IRA?
Soy solo un ejemplo de muchas otras personas que han estado 20 o 25 años en la cárcel. Es un gran coste emocional y familiar. Cuando entré en prisión era trabajador social, mis hijos tenían tres y cuatro años y cuando salí rozaban la veintena. Emocionalmente es un coste altísimo. Ha habido mucha gente que ha perdido. Murieron tanto soldados como activistas porque, a nuestro entender, estábamos en lucha. Después de 40 años hemos pasado de ser enemigos a ser rivales o contrarios. Ahora nos respetamos.
Un alto coste emocional que supone también un alto grado de rehabilitación social…
El término rehabilitación se aplica a las personas que son diferentes, van a la cárcel, aprenden lecciones y luego salen arrepentidos. Entonces has cambiado. Yo no quiero ser bueno. Solo quiero serlo si las condiciones y si el medio me hacen ser bueno. Nosotros somos parte de nuestras comunidades, pensamos que hicimos lo correcto y fuimos a prisión. Nuestra comunidad nos apoyó. Si miramos atrás, no hemos cambiado porque no necesitamos ser cambiados. Así es que lo importante es que la sociedad, las estructuras y las leyes para los expresos nos tengan en cuenta. Hay leyes que están en contra nuestra: no podemos viajar a América, a Canadá, a Australia, no nos admiten en algunos trabajos… Y esto es por lo que trabaja Coiste. Pero no necesitamos nuestra rehabilitación. Tenemos nuestra comunidad.
¿Qué papel pueden jugar los presos como agentes de un proceso de paz? ¿Ese papel que desarrollaron en Irlanda del Norte es aplicable a la CAV?
Cuando yo estaba en prisión hay algo que teníamos muy claro y es que teníamos que ser líderes y que no queríamos ser utilizados, no queríamos ser moneda de cambio. El problema es que los presos son siempre una cuestión emocional. Siempre los tienen en cuenta en las políticas humanitarias y siempre hay agentes dispuestos a instrumentalizarlos para compensar la balanza. Cuando el gobierno británico protagonizó acercamientos con el IRA en los 90, ellos usaron a líderes de las prisiones para hablar. La gente sabía lo que estaba pasando. Se les estaba dando esa posibilidad porque se entendía que se podía llegar a alguna parte, que había una vía de trabajo conjunto. Tiene que ser un proceso lento en el que se vayan dando pasos poco a poco y en el que los presos entiendan que algo se va a hacer. Es necesaria la existencia de un grupo, por ejemplo, un partido político, que sostenga que algo se está moviendo, que crea que el que el proceso es posible y se está construyendo.
¿Es importante para el acercamiento entre diferentes y entre dos colectivos enfrentados como los presos y las víctimas de la violencia la petición de perdón?
Cuando el IRA pidió perdón a las víctimas lo hizo a las personas que hirió o mató de forma accidental. No pidió perdón a los miembros del gobierno británico o la gente que era parte del gobierno británico aquí. Yo estuve en la cárcel por disparar a alguien y no estoy arrepentido. Era algo que se hizo durante el conflicto. Pero con el tiempo, cuando las circunstancias cambian, cambian las actitudes. Ha pasado el tiempo, ha habido cambios en la situación política. Quizá debiéramos ir adonde esas familias sabiendo que los hemos herido. Yo sé que tengo que ir, sabiendo lo que llevo a mis espaldas, lo que hice y sabiendo que, probablemente, no estaba centrado en las verdaderas víctimas de lo que hice. No pedimos perdón por lo concreto de la acción, por lo que hicimos, pero entendemos a la gente a la que dañamos. ¿Deberían los vietnamitas pedir perdón a las familias de los soldados americanos que recorrieron más de seis mil millas para ir a su país y que murieron en la guerra?
¿Cómo se ha recibido en Irlanda del Norte el abandono de la violencia por parte de ETA?
Es muy bienvenido. Espero que sea el definitivo, porque ha habido parones y vueltas, parones y vueltas… pero personalmente creo que es una buena opción que se haya parado. Tácticamente, pura y únicamente desde la táctica, no creo que haya sido un buen momento para parar, pero debían parar porque cuando se decide negociar nadie debe ser más fuerte. Tácticamente, seguramente no es un buen tiempo para ETA, pero se ha hecho algo bueno. El problema es que en la CAV también son vascos los que murieron. Los militares, la policía, también son vascos, no es como aquí, que vinieron los soldados británicos. Puede sonar un poco frío, pero es complicado.
¿La receta de la paz es universal? ¿Hay pautas comunes para todos los conflictos?
Hay una receta: el deseo y la búsqueda de la paz, que se trabaje y que exista el pensamiento de que la paz se puede mantener. Pero la pregunta es, ¿qué paz? Tenemos que juntar todas las piezas del puzzle, esto es, la buena voluntad de los gobiernos. Lo bueno de Irlanda es que contamos con el Gobierno de Estados Unidos. Bill Clinton quería tener un papel en la historia, al que se añadió el primer ministro conservador del Gobierno británico, John Mayor, que quería resolver el asunto y el primer ministro en el sur de Irlanda. Tres gobiernos dispuestos y, además, el IRA buscando una solución, haciendo fuerza, porque el conflicto había durado más de 40 años. Todo el mundo quería la paz. Pero a pesar de los deseos se planteó como un duro trabajo. Incluso hoy en día. Se trabajó duro porque todo el mundo lo veía real, el IRA garantizó que era verdad, que había voluntad. Así que esa es la receta. Y también la honestidad y sinceridad: no romper la palabra, que no salgan los presos de la cárcel a rearmarse o que los gobiernos liberen reclusos de prisión para luego volver a encarcelarlos.
"El término rehabilitación se usa con personas que están arrepentidas; nosotros no lo necesitamos"
"Los ingredientes para la paz son el trabajo, el deseo, la búsqueda de la paz y, también, la palabra"
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