El año 2019 fue un año dominado por la incertidumbre política y constitucional debido al estancamiento político y la actitud arriesgada sobre el tema del Brexit. Una vez más, los eventos en el Parlamento de Westminster tuvieron implicaciones considerables para el pueblo de Irlanda y una vez más ese Parlamento mostró una total indiferencia en cuanto a lo negativo que afectarian esas implicaciones en el futuro bienestar del pueblo irlandés.
Como resultado de las elecciones generales británicas, se ha aportado un cierto grado de claridad al proceso político. Tal es la naturaleza de esta claridad que grandes secciones del cuerpo político en las dos islas carecen de una estrategia lúcida sobre cómo avanzar. Esta vacilación brinda a los republicanos irlandeses una oportunidad real de presentar una alternativa coherente y pragmática al fracaso total de la partición y sus instituciones sustitutas de Stormont y Leinster House.
El nacionalismo inglés ahora domina el Parlamento de Westminster. El pueblo escocés ha reconocido esto y está haciendo campaña para asegurar un segundo referéndum sobre la independencia escocesa. Tal referéndum no debe confundirse ni equipararse con una Encuesta Fronteriza en los Seis Condados, ya que el pueblo de Escocia votará como una unidad soberana.
En Irlanda, la respuesta al resultado de las elecciones ha sido tanto audaz como falsa. Después de haber sido engañados por un Primer Ministro, sobre el cual tenían influencia política, los líderes políticos del unionismo ahora enfrentan la posibilidad de ser vistos como completamente irrelevantes para dar forma a su propio futuro, pero aún se aferran a la grotesca posición de reclamar lealtad a algo que nunca confío. Este escenario representa una clara traición a los unionistas de la clase trabajadora, ya que su liderazgo ha prometido públicamente abandonarlos en caso de cambio constitucional.
Los llamamientos a un Referendum Fronterizo han sido débiles y divididos. Débil porque los llamados a una encuesta de ese tipo socavan la soberanía irlandesa y divididos porque Dublín ha retrocedido ante la noción, tal es su temor a la pérdida de su base de poder político en una Irlanda soberana.
La única alternativa creíble solo puede ser en el contexto de un marco soberano y democrático para la isla de Irlanda. La actividad parlamentaria británica en Irlanda ha fallado. Los esfuerzos para resucitar a Stormont o hablar de que Irlanda ingrese a los restos arcaicos de la Commonwealth británica son profundamente imperfectos y fútiles.
Esta es la oportunidad que los republicanos irlandeses deben aprovechar al comenzar el nuevo año. Es imperativo que nuestro análisis alternativo posea un esquema detallado de un sistema de gobierno y un programa de política social que sea investigado y costeado. Debemos dar al pueblo irlandés una opción clara para que comprenda que su bienestar futuro solo puede garantizarse una vez que su propia soberanía haya sido garantizada por igual.
Sabemos que los unionistas de base temen un nuevo cambio, pero lo que debe reconocerse es que el cambio también será nuevo para los republicanos. Desde nuestro punto de vista, no vemos a los Seis Condados como una forma de inclinación hacia el Estado Libre y la estructura resultante enmascarada como una entidad de 32 condados.
Para evitar esto, los republicanos y los unionistas deben sentarse juntos, ya que no hay nadie más en estas islas que tenga en mente nuestros intereses. No podemos presumir unos de otros cuáles son nuestros temores y propuestas para nuestro futuro; debemos unirnos e intercambiar estos puntos de vista francamente y con mentes abiertas. El esquema constitucional y político para una Irlanda nueva y soberana debe desarrollarse orgánicamente a partir de debates en todas nuestras comunidades.
Esta es la ortiga que todos los republicanos y unionistas deben comprender en 2020.
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