Las Sociedades de 1916 señalan la continua crisis política en los Seis Condados, que comenzó con otro escándalo interno en Stormont - sobre un fracasado plan de eficiencia energética - y ha culminado con el colapso de la Coalición Sinn Féin-DUP y el llamamiento a las nuevas elecciones del secretario de Estado británico, James Brokenshire.
Nuestra opinión es que la inestabilidad en curso, con las elecciones que esperan manejarla, refleja la bancarrota por parte del proyecto de Stormont. Su carencia fundamental de legitimidad, nacida del propio sistema de partición, asegura que esta crisis perpetua, como la que tenemos ante nosotros, siga siendo su rasgo definitorio. Aquellos sujetos a los caprichos de este fallido proyecto merecen algo mejor.
Que Stormont es totalmente incapaz de cumplir en un momento de profunda crisis económica -que sólo se agrava con la inminente llegada de Brexit- se suma al imperativo de que el gobierno de la partición, del cual Stormont es el eje principal, de paso a la república de toda Irlanda. No podemos permitir que otra generación sea mantenida como rehén de una partición que no funciona, cuyo diseño es dividir al pueblo irlandés para que el dominio británico pueda continuar.
En realidad, las elecciones de marzo serán un ejercicio sin sentido, ya que no pueden resolver las cuestiones de fondo, entre ellas la extraña dualidad de un sistema político que afianza el sectarismo en el centro del gobierno, supuestamente con fines de paz. La disfunción sigue siendo la tipología del Estado norteño en consecuencia - a perpetuidad e independientemente de las elecciones.
Tal es la naturaleza de la partición que no puede ser de otra manera. Tal es su precio -los medios para darle una falsa sensación de normalidad- que la inestabilidad nunca puede estar lejos de la superficie. Nuestro pueblo merece algo más que el fracaso sectario que se les legó por partición. Para una resolución viable de los asuntos, la partición debe acabar.
En última instancia, Stormont es el medio por el cual la norma de la partición en Irlanda se mantiene, sirviendo como cabeza de puente entre la política británica y la aquiescencia irlandesa a sus términ
En última instancia, Stormont es el medio por el cual la norma de la partición en Irlanda se mantiene, sirviendo como cabeza de puente entre la política británica y la aquiescencia irlandesa a sus términos. Se erige, como tal, como un baluarte contra la realización de los objetivos republicanos. Otra elección a esta entidad reaccionaria no alterará en modo alguno esa realidad y corresponde a los republicanos tomar nota. Stormont debe irse.
Como tal, la única elección que nos interesa es una elección de toda Irlanda, donde Stormont y la partición se consignen a la historia. Sostenemos que nuestra propuesta "One Ireland One Vote" para un referéndum sobre la Unidad Irlandesa puede establecer el camino requerido. Con esto en mente, invitamos a la ciudadanía irlandesa a rechazar Stormont, con estas próximas elecciones, y a aceptar en su lugar este esfuerzo.
Nuestra opinión es que la inestabilidad en curso, con las elecciones que esperan manejarla, refleja la bancarrota por parte del proyecto de Stormont. Su carencia fundamental de legitimidad, nacida del propio sistema de partición, asegura que esta crisis perpetua, como la que tenemos ante nosotros, siga siendo su rasgo definitorio. Aquellos sujetos a los caprichos de este fallido proyecto merecen algo mejor.
Que Stormont es totalmente incapaz de cumplir en un momento de profunda crisis económica -que sólo se agrava con la inminente llegada de Brexit- se suma al imperativo de que el gobierno de la partición, del cual Stormont es el eje principal, de paso a la república de toda Irlanda. No podemos permitir que otra generación sea mantenida como rehén de una partición que no funciona, cuyo diseño es dividir al pueblo irlandés para que el dominio británico pueda continuar.
En realidad, las elecciones de marzo serán un ejercicio sin sentido, ya que no pueden resolver las cuestiones de fondo, entre ellas la extraña dualidad de un sistema político que afianza el sectarismo en el centro del gobierno, supuestamente con fines de paz. La disfunción sigue siendo la tipología del Estado norteño en consecuencia - a perpetuidad e independientemente de las elecciones.
Tal es la naturaleza de la partición que no puede ser de otra manera. Tal es su precio -los medios para darle una falsa sensación de normalidad- que la inestabilidad nunca puede estar lejos de la superficie. Nuestro pueblo merece algo más que el fracaso sectario que se les legó por partición. Para una resolución viable de los asuntos, la partición debe acabar.
En última instancia, Stormont es el medio por el cual la norma de la partición en Irlanda se mantiene, sirviendo como cabeza de puente entre la política británica y la aquiescencia irlandesa a sus términ
En última instancia, Stormont es el medio por el cual la norma de la partición en Irlanda se mantiene, sirviendo como cabeza de puente entre la política británica y la aquiescencia irlandesa a sus términos. Se erige, como tal, como un baluarte contra la realización de los objetivos republicanos. Otra elección a esta entidad reaccionaria no alterará en modo alguno esa realidad y corresponde a los republicanos tomar nota. Stormont debe irse.
Como tal, la única elección que nos interesa es una elección de toda Irlanda, donde Stormont y la partición se consignen a la historia. Sostenemos que nuestra propuesta "One Ireland One Vote" para un referéndum sobre la Unidad Irlandesa puede establecer el camino requerido. Con esto en mente, invitamos a la ciudadanía irlandesa a rechazar Stormont, con estas próximas elecciones, y a aceptar en su lugar este esfuerzo.
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