Desde “El Norte de Irlanda” agradecemos especialmente a Noel esta, más que cuidada crónica, de lo intensamente vivido por él a lo largo de los años en el Norte de Irlanda.
Una maravilla poder contar con gente como él para poder dar forma al devenir diario del blog, crónicas como las recibidas últimamente nos hacen seguir peleando por sacar esta página de manera diaria.
La experiencia de Noel
Desde 2017 hasta enero de 2025
Me cuesta escribir estas líneas porque Irlanda en general y Belfast en particular ocupan un lugar muy especial dentro de mí, y me es difícil hasta poder expresarlo con palabras.
Creo que la sensación es algo similar a cuando -seguro- muchos de los lectores aquí, se nos ponen los pelos de punta escuchando a The Wolfe Tones, a Éire Óg, a Charlie and the Bhoys o cuando disfrutamos de una buena sesión de trad irlandés en algún pub de la isla esmeralda.
Conocí el conflicto del Norte de Irlanda bien joven, mientras estudiaba en la universidad, casi a la par que conocí este blog.
Yo venía de un contexto de “contestación cultural”como le llaman en inglés, ya que soy de Nafarroa, donde estaban y siguen estando candentes las dicotomías de las identidades Navarra-foralista-española y la identidad vasco-navarra, además de un conflicto armado, que junto con el irlandés, son los más intractables de Europa occidental (como decía Michael Keating).
Me interesaba en qué partes del mundo se daban dicotomías similares, y de una biblioteca de Burgos conseguí un libro de Luis Antonio Sierra, titulado “El Conflicto de Irlanda del Norte”, y en escasos 3 días lo devoré. Me creó tal curiosidad, que un buen amigo a las pocas semanas y de forma totalmente casual, me dijo que quería ir pronto a Derry porque había estado antes estudiando inglés allí con una familia y que se ofrecía a llevarme por Belfast y Derry. Por supuesto, mi respuesta fue abrumadoramente afirmativa. Así que la semana santa de 2017 cogimos el avión a Dublín, y de ahí, el bus a Belfast.
En el viaje a Belfast, ya la sensación viendo el paisaje irlandés fue muy especial, como cuando te sientes en casa en un lugar que no habías estado nunca antes. Belfast por primera vez me marcó profundamente. El impacto de ver los muros defensivos y la expresión política en sus cientos de formas (murales, banderas, charlas, pegatinas…) es algo que me impresionó muchísimo. Ni qué decir de las expresiones explícitas a las armas o a la lucha armada, más presentes y con más agresividad en barrios protestantes/lealistas.Pese a haber leído varios libros sobre el conflicto en esos pocos meses, pasear por Clonard, Falls, Milltown, Ardoyne, Ballymurphy, Shankill, The Village, Short Strand, Lower Ormeau, etc… me sobrecogió. En mi adolescencia jamás imaginé que en un país de Europa occidental siguiesen viviendo con esos niveles de expresión política, división social y sectarismo. Ahí aprendí que en el norte de Irlanda se coexiste, no se convive.
Recuerdo que alquilamos una casita en el corazón de Falls Road, justo a la izquierda del mítico The Rock bar y de ahí fuimos moviéndonos por todo el barrio republicano, conociendo gente en el Felons Club, y entrando gratis a un concierto de pago de Gary Óg, por camaradería al decir que éramos vascos. Esa es otra circunstancia que te hace sentir como en casa, la relación de camaradería entre católicos/republicanos irlandeses y el nacionalismo vasco.
Nuestra visita a Derry fue igual de significativa que la de Belfast, aunque algo más extraña porque pese a ser Derry, en mi opinión, una ciudad más pequeña pero más bonita que Belfast, la exclusión y las carencias sociales de barrios como el Bogside o Brandywell, y ni qué contar de Creggan, obviamente machacadas por años de ocupación británica y de conflicto, te deja una sensación agridulce. Ojo, con esto no quiero decir que en Belfast no exista, de hecho, se pueden observar los mismos niveles de exclusión social en zonas tanto republicanas como lealistas del oeste de Belfast, también en Ardoyne, en Donegall Pass, en Sandy Row… En definitiva, Derry es como un Falls Road compacto y elevado al cuadrado, tanto para lo bueno, como para lo malo.
Como creo que nos pasa a todos los amantes del norte, los últimos días que pasamos en Dublín fueron geniales, aunque no se ve ni por asomo la expresión política que ves en el norte. Aun así, el movimiento republicano en Dublín se mantiene bastante potente y da gusto ver cómo muchos militantes siguen anhelando y priorizando la unidad irlandesa aún después de tantas décadas desde la creación del Estado libre y de la República de Irlanda. Dublín merece la pena históricamente hablando, pero la deriva neoliberal de los sucesivos gobiernos de la República, las multinacionales principalmente situadas en la ciudad de Dublín, la desigualdad económica que eso conlleva y un sector público irrisorio hace que no me parezca una ciudad atractiva más que para pasar unos días y visitar lugares claves del Alzamiento de Pascua y algún cementerio, además de, por supuesto, ponerse bueno a Guinness, pero en Temple Bar no, por favor.
Con mucha pena, tocó volver de nuevo a casa, y como muchos aquí imagino, vine con esa idea de “romantización” del conflicto, que luego cuando vives allí se te pasa en buena medida. Con esto no me refiero al apoyo por la lucha legítima del pueblo irlandés contra la ocupación británica, sino de Belfast o del norte de Irlanda en general como un lugar idílico donde vivir por su militancia, su expresión política y su camaradería. Pese a que “la paz” implicó un cese de la violencia directa cotidiana, la violencia esporádica, el estilo mafioso y la criminalidad encarnada principalmente por lo que queda de la UVF y de la UDA y sus sucesivas escisiones de traficantes, además de los niveles de pobreza, exclusión social, sectarismo y división que sufre el norte, junto con una pertenencia ilegítima a un Reino Unido en declive, hace que no me parezca un sitio idílico donde vivir.
La influencia estadounidense en los Acuerdos de Viernes Santo y la aplicación de la paz liberal como se le llama en la doctrina de la resolución de conflictos, han hecho que, principalmente Belfast, haya tenido inversiones multimillonarias en infraestructura y comunicaciones en el centro de la ciudad, focalizada en la creación de empresas, con el resultado de tener edificios llenos de oficinas que ni se usan y están prácticamente vacíos, mientras los barrios obreros donde más se sufrió el conflicto están completamente abandonados. Porque no debemos olvidar que además del matiz político y religioso del conflicto, fue principalmente un conflicto de clase, donde la violencia sectaria la pagaron los barrios trabajadores, quedando los barrios de clase media (y alta) de las afueras de las ciudades prácticamente sin incidentes durante los casi 30 años de los Troubles.
Desde esa primera visita, parte de mí se quedó en Irlanda, y estuve volviendo regularmente unas 2 o 3 veces al año durante todos los años posteriores. En este tiempo, he podido visitar casi todas las ciudades y muchos pueblos del norte, como Armagh, Crossmaglen, Portadown, Omagh, Bangor, Portrush, Newry, Dungannon, Enniskillen, Strabane, etc.
Decidí especializarme estudiando un máster en resolución de conflictos y reconciliación enfocado en el conflicto norirlandés, allí en Belfast. Me siento afortunado de haber podido vivir en La Salle Av. en Falls y casi todo el tiempo en el corazón de Short Strand, un barrio al que guardo especial cariño.
Aparte de las decenas de visitas, los años de vida allí sirvieron para afianzar mi sensación de que Belfast es mi lugar preferido del mundo. He hecho buenos amigos, he recorrido cientos de sus pubs, he conocido a militantes del movimiento republicano, he podido conversar con Gerry Adams, Martina Anderson, la familia de Martin McGuinness y otras figuras clave de su historia, he disfrutado de esa isla como jamás imaginé la primera vez que fui.
Pude contar mi experiencia a través de artículos en diferentes medios de comunicación de Euskal Herria y tuve la oportunidad de quedarme allí a vivir, pero, por todo lo expuesto antes, preferí desarrollar mi proyecto de vida aquí en E.H. y seguir volviendo a Irlanda regularmente.
Desde aquí sólo me queda pedir una Irlanda libre de injerencia y ocupación británica y solidarizarme con el pueblo palestino. La solidaridad es imprescindible y la mejor arma que tenemos entre los pueblos, así que gracias a este blog por la labor que hacéis, os estaré siempre agradecido cuando me habéis publicado artículos de periódico, y sobre todo por la compañía que me habéis hecho durante todos estos años a través de las pantallas. A vosotros y a los lectores, igual un día nos encontramos por el Madden’s, pero en el piso de arriba, que se está mejor. Besarkada erraldoi bat.
2 comentarios:
Eskerrik asko! Una gran experiencia.
Nos sumamos al agradecimiento a Noel, y por supuesto compartimos tu visión de que es una gran experiencia.
Saludos!
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