De la mano de El Rincón de Sele vamos a recorrer el interesante Sendero de los Gobbins.- En la escarpada península de Islandmagee, en el corazón del condado de Antrim, se creó hace más de cien años un enrevesado y divertido sendero costero con pasarelas, túneles y puentes colgantes que lo convirtieron entonces en la mayor atracción turística de Irlanda del Norte, incluso por encima de la Calzada del Gigante. Pero esta ruta diseñada para quienes viajaban en tren de vapor desde Belfast a territorios norteños fue abandonada por completo pasada la II Guerra Mundial. En 2015, tras varios intentos fallidos previos, se reabrió por fin el que se conoce como sendero de los Gobbins. Meses después tuve la oportunidad de conocerlo y dar un paseo de tres kilómetros en los que pude vivir la experiencia de caminar por el filo de los acantilados para vislumbrar uno de los mejores paisajes de la costa norirlandesa.
El sendero de los Gobbins ha regresado para devolver a la realidad el sueño de su creador original, Berkeley Deane Wise, con el que deseaba demostrar a los demás que asomarse al Mar de Irlanda desde las rocas puede ser algo maravilloso.
El sendero de los Gobbins es uno de los lugares imprescindibles que ver en Irlanda del Norte durante una escapada de varios días.
Cuando el sendero de los Gobbins era una atracción para los primeros turistas del siglo XX
Tras la expansión definitiva del tren en Irlanda del Norte el objetivo del ingeniero Berkeley Deane Wise fue atraer el turismo a la accidentada costa de la región. Comenzaba la conocida como época Eduardiana con las consabidas diferencias de clases sociales. En aquel momento ser turista era sinónimo de tener muchas libras en el banco. Muy pronto llegarían los billetes de tercera clase al ferrocarril y la posibilidad de que más gente pudiera salir de sus ciudades de origen sin otro motivo que descubrir nuevos rincones, aunque los mismos fueran de su propia región. Por ello a este ingeniero se le ocurrió mostrar la belleza de lo abrupto en una ruta cargada de atracciones insólitas para entonces. Y de ese modo en el litoral de la península de Islandmagee, a poco más de 30 kilómetros al norte de Belfast, puso en marcha su invención en el año 1902. Sería una experiencia marítima única en Irlanda del Norte con puentes colgantes, pasarelas entre las rocas e incluso un gigantesco puente tubular que se convirtió en una de las rarezas más fotografiadas en todo el Imperio Británico.
Se llegaba en tren hasta una estación cercana, después se podía ir a caballo hasta la entrada donde incluso existía la posibilidad de sentarse tomar el té, así como hacerse con refrigerios y alimentos para el camino. El boca a boca y la prensa hicieron que la fama del sendero de los Gobbins (The Gobbins) se extendiese como la espuma. Y de ese modo la idea de Deane Wise se mantuvo viva hasta finales de los años treinta. Después el deterioro de los materiales y la escasez de público hizo que se cerrara definitivamente en los años cincuenta. Europa había cambiado tras el horror de la II Guerra Mundial y la recesión económica posterior. Aquellos caprichos eduardianos parecieron esfumarse en el recuerdo de quienes habían visto nacer el convulso siglo XX…
Caminando por el sendero de los Gobbins en el siglo XXI
En las décadas posteriores The Gobbins se convirtió en un rincón fascinante para fotógrafos y contadores de historias que no deseaban que este rincón fuese olvidado del todo. Pero no era más que un secreto que conocían unos pocos. Hasta que bien entrado el siglo XXI las autoridades locales y nacionales se preguntaron, ¿por qué no volver a sacar a la luz este lugar? Y de ese modo, tras años de trabajos se logró volver a abrir el sendero como atracción turística. Obviamente las pasarelas antiguas y los puentes estaban inservibles por lo que se sustituyeron por otros, incluso se modificó parte del tratado original para garantizar la seguridad de los turistas en un lugar de acantilados y rocas en los que llueve buena parte del año.
Inicio de la ruta
El viaje comienza en el Centro de Visitantes de The Gobbins en Islandmagee (Midle Road BT40 3SX), a la cual se llega muy fácilmente en coche desde Belfast. Está muy próximo al punto de partida de la Ruta costera de la Calzada, uno de los mejores recorridos para vehículos que existen en las costas de Europa. Y, sin duda, es una de las paradas imprescindibles de éste. La entrada se reserva con antelación a través de internet (www.thegobbinscliffpath.com) y una vez estás a la hora que te dicen en el centro te llevan en una minivan al punto de salida. Antes te cuentan detalladamente en qué consiste la ruta, te advierten de algunos riesgos posibles (no son muchos, básicamente que requiere una mínima exigencia física y que existe posibilidad de que algunas aves marinas se te caguen encima) y te proporcionan un casco que debes tener puesto en todo momento. Tienes asignado un guía para toda la excursión. En mi caso tuve tanta suerte que me tocó “La Jose de Cádiz”, quien fue encantadora conmigo en todo momento y me enseñó muchísimas cosas de The Gobbins. ¡Fue un lujo poder hacer la ruta en castellano!
IMPORTANTE:
- Llevar calzado con suela fuerte y buen agarre que resulte lo más idóneo posible para caminar por las rocas y lugares mojados.
- Un chubasquero viene muy bien, así como un protector (vale una bolsa de plástico) para la cámara de fotos.
- No está permitido llevar mochilas. Incluso muchas veces pueden ser quisquillosos hasta con la bolsa de la cámara. Tampoco están permitidos los palos selfie (de esto me alegro especialmente).
- Es apto para todo tipo de personas con un mínimo de condición física. No se recomienda hacer el recorrido a quienes tengan afecciones cardíacas, respiratorias o articulares.
- No se puede comer en el recorrido pero si es conveniente llevar alguna botella de agua.
- No está permitido el acceso a personas con una estatura inferior a 1,20 m.
La costa de Irlanda del Norte desde el sendero de los Gobbins
Empieza lo bueno una vez salvamos una pendiente (hacia abajo, que luego habrá que desandar) y llegamos a la cavidad que nos aclara que nos encontramos por fin en The Gobbins. Su nombre es Wise’s Eye y recuerda al creador de esta aventura panorámica. A partir de ahí surge una caminata sencilla en la que salimos al encuentro de un viaje sensorial en la que no sólo se observan excepcionales parajes de la costa norirlandesa sino en el que también el sonido ocupa un lugar esencial. Porque una vez se silencian las artificialidades mundanas sólo existe un paso para escuchar el viento, percibir el sonido de las olas rompiéndose a tus pies o las aves revoloteando sobre tu cabeza. Es como si te encontraras en una cueva en la que las gotas de agua se convierten en una sinfonía que no deja de escuchare dentro de ti.
En los Gobbins la naturaleza te habla a medida vas avanzando. Los senderos estrechos te obligan a caminar despacio, pero sin ninguna sensación de inseguridad (y, sobre todo llevando casco todo el tiempo). Además siempre hay alguien por delante y por detrás de ti asegurando que el camino esté limpio de cualquier atisbo de desprendimiento. En nuestro caso tan sólo veíamos algunas piedras en el suelo que podían haberse caído la noche anterior. Es un lugar completamente erosionado y dibujado por el viento, el mar y la lluvia. No es, ni mucho menos, un parque temático sino un paseo en un entorno modificado geológicamente durante millones de años. El ser humano lo único que ha hecho es crear un sendero con el que poder disfrutar de un lugar cargado de verdad que vuelve absolutamente comprensible que la región sea la predilecta para el rodaje de muchas de las escenas de Juego de Tronos.
Muy cerca del sendero de los Gobbins se halla “El Muro” en el que tantas veces hemos visto a Jon Nieve. Se suele ver el escenario (e incluso los cromas) desde la carretera, aunque las localizaciones de la serie son tantas en realidad que los fans (y no tan fans) pueden hacerse la Ruta de Juego de Tronos en Irlanda del Norte. Debo decir que el propósito de mi viaje fue precisamente ese, aunque mezclándolo con otros objetivos que tenía en la región.
En los días claros se observa tierra escocesa separada por las estrecheces del Mar de Irlanda en este punto. Pero el sol en Irlanda del Norte representa una suerte más que una norma y lo más usual es hacer esta ruta con un cielo plomizo e incluso acompañado de cierta bruma marina que permite tener una visibilidad diferente a cada minuto. La queja por el clima es baladí en un viaje de este calado. Estamos en Irlanda y no es algo a lo que haya que darle demasiadas vueltas. Si no llueve ya podemos dar gracias.
El sendero de los Gobbins cuenta con tres puentes a los que aún están buscando un nombre que ponerles (se está pidiendo en las escuelas, y en la web oficial del sendero se puede rellenar un formulario el nombre que te gustaría darle). Son auténticas lenguas de metal que nos permiten ir pasando niveles de un recorrido muy bien pensado en el que se cada paso es un nuevo reto.
Sin lugar a dudas el mayor icono de este lugar lo encontramos en The Tubular Bridge (el puente tubular), que recrea una de las mejores ideas de Berkeley Deane Wise. En 1902 esta especie de puente-túnel se convirtió en toda una alegoría futurista nacida de la gran imaginación de este insólito ingeniero irlandés. El actual, que pesa cinco toneladas y media, es una versión 2.0 del anterior, aunque su aspecto es muy similar. Y sigue siendo el lugar en el que más gente se detiene a tomar fotografías. Porque en realidad la metáfora más acertada del sendero de los Gobbins es precisamente esta pieza encajonada entre muros de basalto.
Durante la ruta uno accede a cuevas a las que venían a esconder sus mercancías los contrabandistas y saqueadores que conocían este lugar secreto y su absoluta inaccesibilidad. Un claro ejemplo es Sandy Cave, una gran boca por la que se puede avanzar con la luz de una linterna y que en la época eduardiana se utilizó para que los turistas se sentaran a descansar y tomaran un refrigerio antes de emprender la marcha. Otras cuevas destacadas en el sendero de los Gobbins son Spleenwort Cave así como Otter Cave.
Durante nuestra andadura entre acantilados nos sobrevolaron las gaviotas, aunque también había presencia de alcas comunes anidando en las rocas. Este es un lugar idóneo para los amantes de los pájaros, puesto que se trata de un refugio para no pocas especies marinas entre las que destaca la presencia veraniega del frailecillo o puffin, siendo éste uno de los pocos lugares de Irlanda del Norte donde se deja ver el icono de Islandia por antonomasia. Aunque hay que decir que para observar la mayor colonia de frailecillos en las costas norirlandesas sería más conveniente hacer una excursión a la Isla de Rathlin saliendo del puerto de Ballycastle. En The Gobbins, aunque los hay desde el mes de mayo hasta agosto aproximadamente, no se dejan ver cerca del camino que normalmente hacen los turistas. Parecido sucede con las colonias de alcatraz atlántico que se distingue por caer al agua en picado como si fuesen misiles lanzados desde el aire.
¿Se hace duro el sendero de los Gobbins? No demasiado. En realidad lo más cansado es la cuesta ascendente por la que toca retornar al punto de partida, pero no es para tanto, ni mucho menos.. El resto, las pasarelas, puentes y escalinatas, se van haciendo despacio, dedicando tiempo suficiente a disfrutar del paisaje, tomar fotografías y aprender lo que te cuentan los guías. Entre unas cosas y otras se van casi las tres horas si se realiza el recorrido completo, aunque hay veces que tienen alguna zona cerrada por revisión y se hace sólo la mitad.
La niebla espesa juega durante un rato a taparnos los ojos para después desaparecer y devolvernos en un instante la silueta de un paisaje de rocas, algunas basálticas, surgidas hace millones de años por el enfriamiento de la lava, y que unos kilómetros más al norte forman un espectáculo de difícil comparación en la Calzada del Gigante.
Hoy día en la Ruta costera de la Calzada, The Gobbins se ha convertido en un escenario imprescindible en el que caminar por los sueños de quien amaba tanto este lugar que quiso que todo el mundo viniera a conocerlo. Estoy convencido de que el ingeniero Deane Wise estaría orgulloso al ver que, un siglo después, el camino que él mismo ideó continúa siendo uno de los grandes objetivos de quien viaja a Irlanda del Norte en busca de la rotundidad de sus parajes costeros más afilados y dramáticos.
El sendero de los Gobbins se puede hacer a diario por un precio de 15 libras esterlinas (familias con hasta 3 niños £38). Se debe reservar con antelación, puesto que las plazas son limitadas, en la web oficial www.thegobbinscliffpath.com. En el primer año que estuvo abierto tuvo distintos periodos en los que ha estado cerrada la ruta total o parcialmente, por lo que resulta interesante informarse en esta dicha página de cuándo hay disponibilidad para reservar. También es conveniente visitar la web oficial de Turismo de Irlanda (en castellano).
2 comentarios:
Bello paraje. Pero veo en algunas fotos a visitantes con mochilas (?)
Sláinte!
Supongo que son los que hacen en reportaje Loam, pero no tengo certeza de ello.
Saludos!
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