Desde
aimdigital.com.ar introducen parte de la historia de resistencia irlandesa de la siguiente manera;
Al cabo de siglos de lucha, el 18 de abril de 1949, Eire -sólo 26 de los
32 condados- se convirtió en la República de Irlanda, estado
independiente separado de la Comunidad Británica, nombre éste que tomó
el Imperio Británico en su declinación, punto final hasta ahora de una
larga y despiadada dominación inglesa.
Los primeros celtas arribaron a Irlanda alrededor de 1600 a.C. Antes,
las unidades básicas de la sociedad eran las tuatha, o pequeños reinos:
aproximadamente 150 tuatha para una población de menos de 500 mil
personas. Sin centros urbanos, esta estructura social se adaptaba al
estilo de vida de los celtas, desde siempre predispuestos a organizarse
en unidades tribales relativamente chicas y autónomas.
A comienzos de la era cristiana los celtas dividieron políticamente el
país en cinco provincias: Leinster, Munster, Meath, Ulster y Connacht.
Un misionero venido de Inglaterra, San Patricio (389-461), llegó a
Irlanda para convertir a los habitantes al cristianismo. Pudo realizar
conversiones dentro de las familias reales y a través de las escuelas
monacales, e introdujo la escritura (en latín).
A la muerte de Patricio, la élite irlandesa era letrada y registraba su
historia por escrito. Irlanda se transformó casi exclusivamente en
cristiana y en centro de erudición y cultura, al punto que Toynbee la
considera el centro de la civilización frustrada del “extremo
occidente”, que en otras condiciones pudo haberse desarrollado hasta
anular a la civilización occidental que conocemos hoy.
Pero la mayor parte de este legado fue destruido durante las incursiones
vikingas de los siglos IX y X. cuando costumbres paganas se
incorporaron a la práctica cristiana.
Al final del siglo X Brian Boru, rey de un pequeño estado llamado Dál
Casi, conquistó a sus vecinos de Munster y se transformó en el rey más
poderoso de la mitad sur de la isla. Pero Mael Morda, rey de Leinster,
conspiró en su contra junto a Sitric, el rey vikingo de Dublín, quien
consiguió ayuda de los vikingos de las islas Orkney y la Isla de Man. La
batalla de Clontarf, cerca de Dublín, en 1014, terminó con la victoria
de los ejércitos de Brian, pero éste fue muerto en su carpa por vikingos
que huían de la batalla.
En 1170 un grupo de normandos, vikingos romanizados en Francia, que
venían de Inglaterra, llegaron cerca de Waterford; ésta y Dublin cayeron
rápidamente en sus manos. Hacia 1300 los normandos controlaban la mayor
parte del país pero no lograron conquistarlo efectivamente debido a la
ausencia de un gobierno central desde el cual se pudieran imponer. Desde
1350 los jefes irlandeses comenzaron a recuperar sus territorios.
La reina María I fue la primera monarca inglesa en tratar de dominar
Irlanda, mediante la confiscación de tierras para asignarlas a colonos
ingleses. Su media hermana, Elizabeth I, continuó con esa política y
envió expediciones armadas con el propósito de controlar cualquier
rebelión.
A partir de 1608, durante el reinado de Jaime I, el Ulster fue
colonizado por protestantes escoceses e ingleses que predicaban el
proselitismo religioso. Se solicitó a los colonos con mayor liderazgo,
quienes pagaban rentas al rey, que depuraran sus propiedades de
habitantes nativos de Irlanda. El resentimiento de los nativos del
Ulster condujo a una importante rebelión en 1641.
En 1649, luego de ejecutar al rey Carlos I, Oliverio Cromwell lideró un
ejército represor, tras haber sido testigo de las atrocidades cometidas
durante los levantamientos de 1641, como justificación por la masacre de
4.600 personas en Drogheda y Wexford. Así también se reforzó el poder
de los terratenientes protestantes.
Cuando el rey católico Jaime II fue depuesto en 1688, se encargó de
formar un ejército en Irlanda y rápidamente tomó el control de todas las
ciudades excepto Derry y Enniskillen. El sitio de la ciudad protestante
de Derry se convirtió en un campo de batalla vital para toda Europa:
sus habitantes mantuvieron la resistencia durante ocho meses antes de
ser relevados, lo que finalmente permitió al rey protestante Guillermo
III y confirmar su poder y el de los protestantes en Irlanda durante la
batalla de Boyne en 1690.
Por el Acta de Unión, Irlanda fue incorporada al Reino Unido el 1° de
enero de 1801. En el siglo XIX, la aspiración de independencia, apoyada
por la mayoría de la población, fuera del noreste dominado por los
protestantes, llevó a que se organizara un fuerte movimiento
nacionalista.
Entre 1845 y 1849, una plaga afectó las cosechas de papas y condenó al
país a los que se conoció como «la gran hambruna irlandesa» debido a que
la dieta de buena parte de la población dependía del tubérculo. Más de
un millón de irlandeses –en su mayoría población rural pobre– murieron
por inanición, tifus y otras enfermedades relacionadas con el hambre. Un
millón de personas emigraron, fundamentalmente a EE.UU.
Irlanda continuó exportando alimentos durante todo este período, la
negligencia por parte de los propietarios británicos que vivían fuera de
sus tierras y la actitud de «dejar hacer» del gobierno británico,
exacerbaron la hambruna.
El movimiento obrero organizado se desarrolló tardíamente en Irlanda: la
industria era escasa fuera del noreste y la prioridad política estaba
constituida por el nacionalismo. El «cierre patronal» de 1913 en Dublín
marcó un cambio de rumbo: los obreros recientemente sindicalizados se
rehusaron a renunciar a su afiliación sindical y promovieron una ola de
huelgas de apoyo moral.
En 1916 el levantamiento republicano de Pascua de Dublín fue sofocado,
pero marcó la creación del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y la
última etapa de una larga lucha por la libertad. Si bien la rebelión no
contó con un amplio apoyo, la posterior ejecución de muchos de sus
líderes y otras medidas opresoras adoptadas por los británicos,
galvanizaron el apoyo por el partido republicano Sinn Féin que pasó a
obtener la mayoría de los escaños en las elecciones generales de 1918.
La campaña del IRA obligó a los británicos en 1921 a otorgar la
independencia a 26 condados de mayoría católica. Irlanda del Sur se
convirtió en una región autónoma dentro del Reino Unido. Los otros seis
condados ubicados en el noreste pasaron a ser Irlanda del Norte, con
gobierno en Belfast y representación en el parlamento británico de
Westminster.
La controversia en torno al acuerdo causó una encarnizada guerra civil,
en la que murieron al menos 4 mil personas. Si bien prevalecieron las
fuerzas a favor, las relaciones entre el Estado Libre y el gobierno
británico se mantuvieron tensas hasta después de la Segunda Guerra
Mundial, lo que retrasó durante varias décadas el desarrollo económico.
La Constitución de 1937 considera a Irlanda un territorio único; todos
sus habitantes tienen derecho a votar y ser elegidos. En 1949, Irlanda
se convirtió en una República, y se retiró formalmente de la Comunidad
Británica.