Una respuesta de la clase trabajadora republicana socialista a la política de división
Existe una diferencia clara y fundamental entre nuestro movimiento y la extrema derecha en lo que respecta al tema de la inmigración masiva.
Desde un punto de vista socialista, la inmigración debe entenderse desde la perspectiva de la clase y el capitalismo. Bajo el sistema actual, la clase dominante y las grandes empresas utilizan el movimiento laboral como herramienta de explotación. Se basan en él para reducir los salarios, debilitar a los sindicatos y erosionar los derechos de los trabajadores. El problema no radica en la gente que llega a nuestras costas, sino en la estructura capitalista que prioriza las ganancias sobre las personas.
La sociedad actual no está diseñada socioeconómicamente para apoyar a los trabajadores de manera justa, independientemente de su procedencia. La vivienda, la sanidad y la educación están controladas por intereses privados y carecen de recursos. Esta negligencia deliberada crea tensión en las comunidades, que luego es utilizada como arma tanto por el establishment político como por la extrema derecha.
Todo país genuinamente socialista de la historia ha comprendido la necesidad de una migración gestionada y planificada, basada en las necesidades y capacidades de la sociedad. No se trata de hostilidad ni exclusión. Se trata de garantizar que los recursos de una economía socialista sirvan al pueblo en su conjunto, no al beneficio de unos pocos. Bajo el capitalismo global, las fronteras abiertas no crean igualdad. Crean un sistema donde el capital circula libremente, mientras que los trabajadores se ven obligados a buscar el salario más bajo.
Sin embargo, la inmigración puede traer enormes beneficios si se aborda de forma justa y planificada. Una fuerza laboral cualificada y en expansión fortalece el movimiento sindical y revitaliza la lucha por los derechos de los trabajadores. También puede impulsar a la sociedad hacia una mayor igualdad a través de la solidaridad, la educación y la organización. Los activistas socialistas tienen la responsabilidad de unir a todos los trabajadores, independientemente de su nacionalidad, en torno a intereses de clase comunes.
Social y culturalmente, la inmigración enriquece nuestras comunidades, aportando nuevas tradiciones y perspectivas que pueden fortalecer el tejido colectivo de la vida irlandesa. Al mismo tiempo, sigue siendo vital que preservemos y celebremos nuestra cultura, idioma e historia irlandeses como parte de ese intercambio cultural más amplio.
Sin embargo, lo que vemos hoy en Europa y más allá no es una migración impulsada por la solidaridad o la prosperidad compartida. Es un sistema de movimiento gestionado por potencias imperialistas, corporaciones multinacionales y élites financieras.
La Unión Europea y otras instituciones capitalistas promueven la migración no para empoderar a los trabajadores, sino para lucrarse con ellos. Su objetivo es dividir a la clase trabajadora internacional, convertir a los trabajadores en competidores en lugar de camaradas, y asegurar que la rabia y la frustración se dirijan hacia abajo en lugar de hacia arriba.
La extrema derecha, por su parte, aborda la inmigración desde una perspectiva completamente diferente. Su mensaje se basa en el racismo, el sectarismo y el miedo. No representan a los trabajadores ni desafían las fuerzas que causan la crisis. Apoyan a los terratenientes, a los especuladores y al establishment político que prospera gracias a la desigualdad. Nunca cuestionan a quienes se benefician de los altos alquileres, los bajos salarios y la decadencia social. En cambio, convierten a los migrantes en chivos expiatorios, quienes a menudo son víctimas del mismo imperialismo e injusticia económica que afecta a nuestros propios pueblos.
Esta táctica no es nueva. Durante siglos, la clase dominante ha utilizado la división como arma. Enfrentan a trabajadores contra trabajadores, a vecinos contra vecinos, para mantener el poder en manos de unos pocos. El mensaje de odio y culpabilización de la extrema derecha es simplemente la versión moderna de una vieja estrategia.
Si el movimiento socialista no logra interactuar con las comunidades de la clase trabajadora en estos temas, dejamos un vacío peligroso que la extrema derecha llenará con gusto. El IRSP reconoce este peligro y continúa abordándolo directamente. No debemos permitir que la política del miedo se arraigue donde debería estar la política de la solidaridad.
La clase trabajadora tiene preocupaciones reales sobre la vivienda, la atención médica y la seguridad laboral. Estas preocupaciones no nacen de prejuicios, sino de la realidad de las dificultades económicas y el abandono. Nuestra tarea como socialistas es dirigir esa rabia y frustración hacia su verdadera causa: el sistema capitalista y quienes se benefician de él.
Abordar estas realidades no siempre es cómodo. Requiere liderazgo, madurez política y la disposición a entablar conversaciones difíciles. La verdadera política se desarrolla en nuestras comunidades, en los lugares de trabajo y en las calles. Se desarrolla escuchando y construyendo confianza.
El IRSP está comprometido con esa labor. Nos conectamos con las personas donde se encuentran, escuchamos y ofrecemos una alternativa socialista basada en la unidad, la justicia y la comunidad. Porque si no asumimos esa tarea, otros lo harán. Y si dejamos que la clase trabajadora se deje influenciar por la política de la división, la lucha por la liberación nacional y el socialismo sufrirá durante generaciones.


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