En las salvajes costas salobres de Irlanda, se escuchan susurros de seres únicos: las Selkies. De día, son focas que surcan el profundo mar azul. Pero cuando la luz de la luna toca la orilla, salen a tierra, despojándose de sus pieles de foca para revelar hermosos hombres y mujeres que danzan sobre la arena.
Los aldeanos hablaban de oír risas transportadas por el viento, música que se perdía en la marea, las Selkies celebrando su breve estancia en tierra antes de que el amanecer las llamara de vuelta a casa. Pero con cada amanecer, regresaban al mar, sin dejar rastro, salvo unas pocas huellas húmedas y el eco de una canción.
Una noche, un pescador solitario tropezó con una reluciente piel de foca entre las rocas. Cerca de allí, una joven Selkie lloraba, incapaz de regresar a su hogar en el océano sin su abrigo. Cautivado por su belleza, el hombre tomó la piel y la escondió, convenciéndola de quedarse con él.
Se casaron y durante años vivieron tranquilamente junto a la orilla. La selkie le dio hijos y cuidó de su hogar, pero ella a menudo miraba al horizonte. Se quedaba horas observando las olas, susurrándole al mar como si este pudiera responderle.
Entonces, un día, su hija menor encontró algo escondido bajo las tablas del suelo, una extraña piel de seda que olía a sal y tormenta. Cuando la selkie la vio, el corazón le dio un vuelco. Se despidió de sus hijos con un beso, se envolvió los hombros con la piel de foca y corrió hacia el agua.
El pescador llegó a casa justo a tiempo para verla deslizarse bajo las olas. Desde ese día, a veces veía una foca cerca de la orilla, observando la cabaña con ojos desgarradoramente humanos.
La historia de las selkies es una historia de libertad, anhelo y pertenencia. Nos recuerda que el amor no puede construirse sobre el cautiverio y que algunos corazones están atados a lo salvaje, al mar, al viento, al llamado de su verdadero hogar.
The Revolutionists
Hace 10 horas


No hay comentarios:
Publicar un comentario