Hoy fuimos testigos del Festival anual de fanatismo del 12 de julio en los seis condados. A primera vista, un forastero podría ser perdonado por pensar que era un evento cultural legítimo y normal. La cobertura de la BBC del día, por ejemplo, tiene un ambiente jovial, similar a la cobertura de RTÉ del Día de San Patricio.
Pero rasquen la superficie y queda claro que "el glorioso 12" es todo menos un evento cultural normal. En verdad es un gigantesco acto colectivo de triunfalismo; Una "celebración" de la dominación histórica de la comunidad pro-británica sobre los irlandeses nativos.
En muchos sentidos, el 11 y el 12 de julio reflejan las dos caras del unionismo.
Bajo la tapadera de la oscuridad del día 11 la cara es amenazadora, primitiva y visceral. Las gigantescas hogueras queman banderas nacionalistas y católicas, carteles y efigies. Las muchedumbres borrachas y aullantes bailan y cantan junto a los fuegos hasta que el sol del 12 se levanta sobre los neumáticos y los pales ardiendo. Cualquier no unionista con sentido se mantiene bien aparte por temor a ser atacado o algo peor.
Unas pocas horas más tarde aparece el otro rostro del unionismo: hombres respetables, sobrios y bien vestidos, con fajas y guantes blancos marchando en líneas ordenadas y militaristas.
Estas son las dos caras del unionismo - dos caras de la misma moneda - bárbaros, violentos, intolerantes y bajo ello una vergüenza de respetabilidad.
El subtexto de los desfiles del 12 es claro como la escritura en uno de estos años en una hoguera para el 11 - "Fuck Your Shared Future" [Que le jodan a vuestro futuro compartido].
Para entender lo que es el 12, hay que entender la mentalidad de asedio que aún existe en el corazón de la comunidad unionista, una mentalidad que tiene una relación muy limitada con conceptos progresistas como la democracia y la tolerancia.
Es esta mentalidad de asedio la que reúne a los distintos sectores del unionismo no reconstruido, que une al matón de un escuadrón de la muerte de la UVF frente a un empresario unionista o representante electo, aparentemente respetable.
La mentalidad de asedio ha sido capaz de superar las divisiones normales de clase. Independientemente de las diferencias que puedan existir entre ellas, todas las posiciones de los unionistas tienen un mayor terreno común en su odio y miedo al "otro".
Es por eso que no hubo ni una palabra fuera del guión por el DUP cuando hogueras inmensas se construyeron peligrosamente cerca de hogares y las imágenes de sus compañeros miembros de la Asamblea e incluso un ataúd de imitación se adjuntaba a esas piras de la intolerancia.
Y así, el día 12 se trata de marcar territorio no sólo entre unionistas y nacionalistas, sino también dentro de la comunidad unionista. Es un tiempo de refuerzo unionista, donde se renuevan los votos del 'No Surrender' y se requieren demostraciones públicas de lealtad.
Por supuesto, el unionismo no es lo que alguna vez fue. La demografía, la desindustrialización, la globalización y el heroico sacrificio de generaciones de republicanos han revertido muchos aspectos del estado orangista que existieron en 1922 o 1968. Pero sería temerario pensar que todavía no es una amenaza seria al progreso en Irlanda , o asumir que su desaparición es inevitable.
El unionismo debe ser continuamente llamado a ser desafiado por todos los progresistas. No se le puede dar ningún trato especial y ningún terreno político.
El sectarismo, el triunfalismo, el sexismo y la homofobia no se transforman en una cultura legítima después de diez años ni de trescientos años. Una cultura de odio es atemporal.
Los medios de comunicación, los policías, los bomberos, las autoridades locales y los partidos nacionalistas en los seis condados y en los establishments políticos de Dublín y Londres deben dejar de entretenerse ante la cultura del odio que emerge cada año en julio y enfrentarse a ella por lo que es.
Y por nuestra parte, en Éirígí seguiremos construyendo hacia una nueva República secular de toda Irlanda que tratará a todos los ciudadanos como iguales sin importar su origen religioso. En nuestra República ningún grupo religioso será tratado con temor o favor, y todas las iglesias se inclinarán ante los intereses de la clase obrera y de la República.