Entrevista publicada en noticiasdegipuzkoa.com; "Si no hablamos, lo que dejamos sin decir puede llevar a un resurgir de la violencia en la siguiente generación"
Los 'troubles', el conflicto que sacudió Irlanda del Norte durante 30 años, han marcado la vida de Oscar Wilkinson. Cerrado el capítulo de la violencia, trabaja para que lo ocurrido no caiga en el olvido. De lo contrario, advierte, podría volver a repetirse en la próxima generación
Donostia.
Su asociación se llama Healing Through Remembering, es decir, "curación a través del recuerdo". ¿No corren el riesgo de reabrir viejas heridas con esa práctica?
(Ríe). Lo que usted dice se utiliza muchas veces como una excusa para no tratar con el pasado. Cuando comenzamos con nuestro trabajo arrancamos preguntándonos si debíamos hacerlo. Preguntamos a nuestra comunidad, y su respuesta fue afirmativa. Sentimos que querían tratar con su pasado, pero que les angustiaba. Sin embargo, es mejor conocer toda la verdad: en la amargura está la curación.
¿Qué es para usted la curación?
Saber que toda la historia de nuestro conflicto ha sido escuchada. Toda. En nuestra sociedad, mucha gente reconoce las heridas causadas por el IRA, pero hay otras que también necesitan curación: las causadas por las acciones del Estado, por la Policía... Si somos los más inclusivo posible, no solo los individuos hallarán curación, sino que nuestra sociedad en su conjunto, que también ha sido dañada por el conflicto, podrá ser curada.
La sociedad norirlandesa está dividida en dos comunidades, republicana-católica y lealista-protestante. Ustedes trabajan con ambas.
Católicos, protestantes, hombres, mujeres, jóvenes, abuelos... Todos nos hemos visto afectados por un conflicto que ha durado casi 40 años y nadie es más importante que nadie. Si decidimos que algunas experiencias carecen de importancia, estaremos en peligro de seleccionar a un grupo de personas que trataremos de forma especial e ignorar al resto de gente que se ha visto afectada.
Entonces, no existe un único relato.
Hay miles de relatos individuales. Algunos son más fáciles de escuchar que otros, pero todos tienen derecho a ser escuchadas.
¿Pero no 'chocarían' entre ellos?
Sí. Nuestro trabajo consiste en ayudar a personas que vienen de comunidades distintas a que cuenten sus experiencias. Lo importante es que si una víctima narra su historia, escuche la de algún otro.
¿Por ejemplo?
Un encuentro entre el hijo de un Policía asesinado y un padre cuyo hijo fue asesinado por la Policía. El hijo del Policía quizás acuda a la reunión lleno de prejuicios, es inevitable. Pero luego, tras la conversación, puede seguir pensando que el hijo de su interlocutor estaría haciendo algo mal y que por eso le disparó la Policía, pero verá que el dolor que siente el otro es tan real como el suyo.
¿Pero cómo hace para que dos enemigos irreconciliables se sienten en la misma mesa?
Deje que le cuente una pequeña historia. Durante muchos años, en Irlanda del Norte la gente era muy cauta y muy precavida sobre qué y a quién hablar. Charlábamos de fútbol, del tiempo, compartíamos Guiness, cantábamos, bromeábamos... Pero no revelábamos nada que nos hiciera vulnerables.
¿Cómo rompieron ese círculo?
Empezando a hablar sobre todas esas cuestiones de las que evitábamos hacerlo en el pasado. No me refiero a que, de repente, dos personas entren en una sala y comiencen a hablar. No, para esa labor tenemos a profesionales de nivel que se ofrecen a facilitar que estas conversaciones tenga lugar. Los facilitadores garantizan a las partes que serán respetadas y tratadas con cortesía.
¿Por qué es tan importante hablar?
Si no se habla, lo que no se dice no desaparece y puede resultar que la violencia vuelva a emerger en la siguiente generación. Eso nos ocurrió a nosotros... Esos diálogos entre diferentes que le cito, aunque sean difíciles, tienen que celebrarse para asegurarnos de que, en el futuro, no volveremos a caer en la violencia.
Claro que, a esos facilitadores, también les pueden acusar de favorecer a una de las partes.
Si formamos bien a la gente y les damos el apoyo que necesitan no hay razón para que favorezcan a nadie. No hemos encontrado que esto sea un problema en nuestro trabajo.
En Irlanda del Norte las dos comunidades viven separadas. En Euskal Herria no. ¿Podría ser una ventaja para los vascos?
En Irlanda del Norte las áreas en las que vivimos son muy pequeñas, así que todos los días estamos topándonos y relacionándonos con gente de otras comunidades. En cierta forma, estamos tan mezclados como ustedes.
Aquí no hay 'muros de paz' dividiendo barrios...
Ah, sí, los peace walls... Quizás lo de los muros sí sea único en Irlanda del Norte... Pero hay muchas partes en las que no hay muros, no somos necesariamente tan distintos.
Aquí hay quién sostiene que el conflicto armado debe acabar con "vencedores y vencidos".
En Irlanda del Norte siempre ha habido opiniones de ese tipo. Son actitudes destructivas y hay que trabajar con constancia para cambiarlas porque necesitamos escuchar todas las voces. La sociedad está compuesta por gente que le puede gustar más o menos, pero aunque sea difícil, todos tienen que ser incluidos en el proceso. Nosotros debemos asegurarnos de que todas las voces se escuchen.
Será un proceso largo.
Sí, sí. En Irlanda del Norte, cuando la violencia terminó, teníamos un montón de trabajo por hacer: construir una nueva industria, reparar las escuelas, las carreteras... Pero hubo gente que, como nosotros, insistió en que no podíamos dejar de lado el tratar con nuestro pasado, que no es posible avanzar sin ello. En nuestro caso, hemos tenido 30-40 años de violencia, así que quizás necesitemos 30-40 años para curar nuestras heridas.
Muy largo.
En Irlanda del Norte decimos que, cuando alguien es asesinado, no muere de verdad hasta que la última persona que le conocía fallece. Entonces, ¿cuantos años son eso?
Toda una vida.
Pues quizás ese es el tiempo que necesitamos para hablar.
Advierte a las instituciones del riesgo de tomar "decisiones rápidas". ¿Qué sería una "decisión rápida?
Hay una tentación, una presión sobre el Gobierno para que busque una solución rápida a la cuestión de las víctimas, que cierre el tema y pase página. Por ejemplo, decidimos ofrecer a todas las víctimas un millón de euros de compensación y damos el asunto por zanjado. Seguro que a la mañana siguiente aparece alguien más que es una víctima pero ha sido olvidada exigiendo su compensación. O habrá quién diga que no necesita dinero, que necesita que su historia sea escuchada...
¿Entonces?
Tenemos que tomarnos el tiempo necesario para entender qué les ha ocurrido realmente a nuestras víctimas. Si caemos en la tentación de hacer las cosas rápido creyendo que todos los problemas quedarán resueltos, terminaremos dándonos cuenta de que el problema que originó la violencia sigue latente.
¿Qué podemos aprender en Euskal Herria de la experiencia norirlandesa?
Lo que hicimos en Irlanda del Norte fue: por un lado teníamos un proceso político, y por el otro gente involucrada en actividades violentas. Tuvimos que tomar la decisión de permitir que la gente involucrada en la violencia se sumase al proceso democrático. Luego vimos que el Gobierno británico daba un paso, luego el IRA. Al final, llegamos a un punto en el que preguntamos a nuestra gente si estábamos preparados para vivir una nueva era en la política norirlandesa.
¿Cuál sería la lección?
En Irlanda del Norte tenemos el compromiso de la no violencia como consecuencia de ese proceso paso a paso. Es decir, llegamos a un punto en el que fuimos capaces de tomar una decisión pragmática, y al mismo tiempo lidiar con un dilema moral. Ahora tenemos un país mejor. Si nosotros fuimos capaces de hacerlo, quizás es algo que ustedes también puedan hacer. Al fin y al cabo, como le he dicho antes, vascos e irlandeses no somos tan distintos.
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