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martes, 24 de abril de 2018

Dionisio O`Daly un irlandés que dejó huella en La Palma (Canarias)

Plano del s. XVIII de Santa Cruz de La Palma
Información de Octavio Toledo (ElPaís).- Los casos de corrupción política en España no son nuevos. Y puede parecer que es ahora cuando los partidos se han propuesto combatirla en serio. Pero hace 250 años se les adelantó alguien: el comerciante irlandés Dionisio O`Daly, que desafió (y venció) a los denominados regidores perpetuos, quienes durante más de dos siglos habían concentrado el poder gracias a unos cargos que se traspasaban de padres a hijos. Un episodio poco conocido y al que las autoridades palmeras quieren dar lustre y reconocimiento.

O’Daly llegó a La Palma desde la ciudad de Cork. Al igual que otros muchos compatriotas suyos, huía de la persecución practicada en Inglaterra por Guillermo III de Orange contra los católicos. Se instaló en la isla canaria a mediados del siglo XVIII, y con un barco propio, se dedicó al tráfico comercial con Londres, Amberes y Hamburgo. Su huella no pasa desapercibida en Santa Cruz de La Palma. Un panel a la entrada de la calle principal de la ciudad, que lleva su apellido, explica quién era el personaje. A pocos metros de iniciada la vía, empedrada y señorial, se levanta un edificio de varias plantas con el nombre del irlandés: ocupa el lugar donde siglos atrás estaba su casa. Y ya a mitad de la calle, frente a la céntrica plaza de España, el edificio del Ayuntamiento, también con las letras O’Daly bien visibles en su fachada.

Hoy, una mañana de abril de 2018, en los bancos colocados bajo sus soportales, jóvenes y mayores charlan animadamente de sus cosas de sábado por la mañana. Al otro lado de esas paredes se fraguó el episodio que marcó la historia de La Palma y del país entero, al convertirse en el primer ayuntamiento español en elegir a su gobierno por sufragio.

La reforma practicada por Carlos III en 1766 marcó el inicio de los acontecimientos. El monarca quiso que la burguesía y las élites locales como los abogados formaran parte de los órganos de decisión de los ayuntamientos. Creó así las figuras del diputado del común y del síndico personero, con la finalidad de fiscalizar la labor de los regidores perpetuos. Se trataba de unos nuevos cargos elegidos por sufragio (solo varones y mayores de 25 años) de doble vuelta. Primero se elegía a una docena de compromisarios, y luego estos a su vez a los diputados y síndicos. “Pero desde el principio hubo conflictos en Santa Cruz de La Palma porque los regidores perpetuos no se lo tomaron bien”, apunta Alfonso Arbelo, profesor de Historia Moderna de la Universidad de La Laguna. Bajo la figura del alcalde mayor, representante del rey, el gobierno local de la ciudad estaba compuesto por seis regidores, dos diputados y un síndico.

La figura de O’Daly sale a escena como continuador del trabajo que había iniciado un año antes el abogado Anselmo Pérez de Brito, elegido diputado en 1766. Este había documentado casos de apropiación indebida de bienes públicos, la malversación de fondos y la actitud dominante y tiránica de los regidores en el gobierno de Santa Cruz, ayuntamiento con competencias en toda la isla, por entonces con unos 5.000 habitantes. El irlandés accedió en 1767 al cargo de síndico. Desde el principio, los regidores le pusieron trabas en el desempeño de sus funciones: argumentaron que no podía ostentar ese cargo por ser extranjero, y se agarraron a su gusto por disfrazarse de mujer en las fiestas para denostarlo. “Era un hombre osado, soberbio y presuntuoso, según lo calificaban sus contemporáneos”, señala Víctor Correa, técnico de Patrimonio Histórico de Santa Cruz de La Palma.

Ninguna acusación amilanó a O’Daly. A pesar de que hubo de huir de La Palma por la presión de los regidores, interpuso un pleito contra ellos en el Consejo Supremo de Castilla (órgano que ejercía funciones de Gobierno en el reino), que en 1771 determinó que los regidores perpetuos dejaran de serlo y que fueran elegidos también por sufragio con carácter bienal, de modo parecido al de diputados y síndicos. “Fue un caso único en España, el resultado de un experimento, del intento de saneamiento de un poder local demasiado corrompido”, especifica Arbelo.

Monumento

La relevancia del hecho se condensa en el discurso de Felipe VI cuando en 1997 realizó una visita a Santa Cruz de La Palma como Príncipe de Asturias: “Vuestro talante pionero no solo sirvió para fundar ciudades y pueblos al otro lado del Atlántico, sino también para impulsar el curso de la historia”. El alcalde de la ciudad, Sergio Matos, señala que es un episodio importante “que ha marcado el carácter del santacrucero y que es anterior a la Revolución Francesa, que cogió como base lo que ocurrió aquí”. Aunque lamenta “que no se nombre en los libros de Historia de España; es un hecho histórico que no hemos revindicado como merece”.

Para el consejero de Cultura y Patrimonio del Cabildo de La Palma, Primitivo Jerónimo, se trata de “algo para recordar, algo llamativo para un territorio tan pequeño”. Añade que la corporación insular pretende instalar un conjunto escultórico alusivo “que reconozca el espíritu liberal de la ciudad. Será de magnitud suficiente para que el que venga se dé cuenta de la importancia mundial de ese hecho”. Ya han destinado un presupuesto para el proyecto, y están en contacto con la embajada de Irlanda —“están entusiasmados, asegura — para que a la inauguración esté presente “una alta representación” del país, sin querer confirmar más detalles. Hasta entonces, seguirán potenciando, cada año con más fastos, la celebración de San Patricio, el patrón de Irlanda.

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