El ejemplo reciente más impactante de policía de dos niveles no es el caso de Sean Kelly llevando una chaqueta, sino el trato a los activistas republicanos asociados con Saoradh. Actualmente, unos sesenta miembros están sujetos a las condiciones de fianza más draconianas y restrictivas jamás vistas en Irlanda. Estos hombres y mujeres, ninguno de ellos condenado por delito alguno, viven en la práctica bajo arresto domiciliario político. Su vida cotidiana está microgestionada por los tribunales y el PSNI: toques de queda los confinan en sus casas, dispositivos electrónicos rastrean cada uno de sus movimientos, se les prohíbe viajar, reunirse con amigos o camaradas, e incluso asistir a eventos políticos o culturales. Estas restricciones simplemente buscan silenciar la disidencia política.
El contraste con las manifestaciones lealistas es evidente. Cada verano, urbanizaciones enteras se adornan con banderas de la UVF y la UDA y pancartas que glorifican a bandas sectarias de asesinos.
Bandas paramilitares marchan abiertamente tras emblemas que celebran a organizaciones que dirigieron escuadrones de la muerte durante décadas. Sin embargo, estos actos pasan desapercibidos. Sin procesamientos, sin redadas, sin condiciones de fianza generalizadas. El PSNI hace la vista gorda o murmura excusas sobre "sensibilidades comunitarias", mientras que la intimidación lealista se normaliza.
Lo que emerge no es una actuación policial imparcial, sino un claro doble rasero: los republicanos son criminalizados por sus creencias, se les aplican restricciones sin precedentes que provocarían indignación si se aplicaran a cualquier otro grupo, mientras que a los lealistas se les permite alardear de su lealtad a organizaciones proscritas a plena luz del día.
La frase "policía de dos niveles" apenas refleja la realidad. Es el uso sistemático de la ley como arma contra una comunidad, mientras que la otra goza de inmunidad.

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