Entre los más impactantes ataques de castigo se encuentra la llamada técnica del "Padre Pío", llamada así por el santo italiano famoso por llevar los estigmas: heridas en las manos que imitaban las de Cristo.
Las víctimas de este castigo son obligadas a extender los brazos o presionar las manos contra una pared u otra superficie antes de recibir un disparo a quemarropa en ambas palmas. Si bien este método tiene menos probabilidades de ser mortal que la rótula tradicional, puede dejar a las víctimas con graves daños nerviosos, discapacidad permanente y secuelas psicológicas de por vida.
El simbolismo religioso inherente al nombre subraya la naturaleza de este castigo, especialmente en las comunidades católicas.
Otra variante macabra, empleada por los paramilitares lealistas, era la crucifixión.
En 2015, Paul Harbinson, un joven de 23 años del norte de Belfast, fue sometido a un ataque similar a la crucifixión, perpetrado por la UDA. Harbinson fue clavado de las manos a la encimera de su propia cocina. Los atacantes también intentaron clavarle los pies al suelo, pero abandonaron el intento. Los bomberos tuvieron que usar sierras eléctricas para cortar los clavos profundamente clavados en su piel y en las superficies de la cocina.

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