sábado, 3 de enero de 2015

Comunicado de Año Nuevo del 32CSM

2014 fue testigo de una expresión sin precedentes de soberanía irlandesa ejercida por un pueblo que demanda un cambio fundamental. La movilización masiva de personas, en repetidas ocasiones a lo largo de Irlanda, fue testimonio del hecho revolucionario de que estas manifestaciones no eran solamente protestas contra el status quo, sino más bien una defensa imparable para una nueva y soberana Irlanda.

Todas las viejas fórmulas resultan redundantes y soporte acusado de fracaso absoluto. La principal de ellas es la partición misma. El fracaso de la partición es tan completo como para presentar los argumentos y las protestas contra la legitimidad de su procedencia, como académicas.

Ambos pequeños estados están en defecto del epitafio de Emmet. Ambos pequeños estados son perjudiciales para los ideales de la Proclamación 1916. Y los dos pequeños estados han demostrado, consistentemente, que el bienestar de nuestro pueblo está subordinado a consideraciones sectarias y a los intereses de las élites financieras. Sus propias acciones los han deslegitimado como Parlamentos dignos de la lealtad de la gente.

Sormont ha demostrado que el nivel de acuerdo que se puede alcanzar entre sus participantes está de acuerdo con la cantidad que Westminster está dispuesto a pagar por ello.

Leinster House ha demostrado que ningún precio es demasiado alto para asegurar que los que llevaron a la quiebra del Estado, y sus facilitadores políticos, estén asegurados financieramente a través del trabajo del pueblo.

Tanto el Acuerdo de Viernes Santo como el acuerdo para el rescate a la banca han confiado la gestión política en la isla a las instituciones que están política y económicamente controladas por intereses financieros externos.

La cuestión de los impuestos sobre el agua ha dejado al descubierto la naturaleza nefasta de este acuerdo con una dinámica abrumadora de simplicidad. Que un derecho humano tan básico sea explotado para pagar una deuda, no por decisiones nuestras, y un recurso nacional en última instancia vendido para la especulación privada, ha demostrado ser un paso demasiado lejos. La cuestión de la soberanía esta ahora en primer plano de la política nacional.

Para los republicanos este año que viene tiene que ver la rehabilitación de nuestros ideales y estrategias con un lenguaje que sea pertinente y constructivo conforme a este estado de ánimo real de cambio.

El Movimiento por la Soberanía de los 32 Condados ve el Centenario de 1916 como punto de coordinación sin precedentes para los republicanos que ofrecen una guía para que el cambio político y constitucional máximo pueda ser realizado.

Esto requiere dos componentes esenciales; los republicanos deben trabajar juntos, como la lección de la semana de Pascua nos ha enseñado, y debemos hacer que estos esfuerzos combinados trabajen conjuntamente con los ya movilizados. Nuestro liderazgo debe ser tan decisivo como la claridad de nuestro mensaje.

Nuestro mensaje reitera el derecho del pueblo irlandés a la soberanía nacional, a la soberanía sobre el territorio nacional, nuestros recursos naturales, a través de los frutos del trabajo de nuestra gente y de la sabiduría colectiva de su voto.

Ante las Naciones Unidas se encuentran dos documentos; uno hace caso de la continuación de la actividad parlamentaria británica en Irlanda, el otro hace caso sobre la Soberanía Nacional de Irlanda. Sin embargo, el primero todavía tiene que rendir un argumento creíble físico o intelectual en cuanto a por qué una persona irlandesa no debe luchar por su libertad. El último contiene la resolución en cuanto a por qué siempre lo han hecho.

Este movimiento por el cambio no se limita a Irlanda. El reciente referéndum sobre la independencia de Escocia y la tendencia creciente del nacionalismo Inglés es una prueba de que una nueva administración política está en la cúspide.

El imperialismo británico, como su contraparte financiera de la UE han fallado. El legado de este imperialismo en Irlanda es el conflicto armado y la deuda forzada. A aquellos en Escocia, Inglaterra y Gales que exigen la autonomía nacional para sus respectivos países hemos llamado a extender esas demandas a Irlanda.

Los Republicanos irlandeses están dispuestos a establecer una nueva relación democrática entre los países de estas islas, pero esto sólo puede basarse en el reconocimiento mutuo de nuestra respectiva soberanía.

2015 debe ver el fin de la confusión en el pensamiento republicano. Afirmaciones absurdas y demandas contrarias relativas a la unidad de Irlanda en determinadas fechas o en ciertos formatos no capta el mensaje central de Pearse y Connolly. La unidad de Irlanda muy posiblemente esté a generaciones de distancia, pero la soberanía irlandesa está cerca de la mano. Y sólo con el logro de nuestra soberanía puede el proceso de la unidad de Irlanda comenzar.

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