domingo, 3 de junio de 2012

Un pueblo irlandés vuelve a comerciar con la libra irlandesa

Desde la Vanguardia nos informan de que los habitantes de Clones, un pueblo del condado de Monaghan fronterizo con Irlanda del Norte, no tienen una bola de cristal y no saben qué les tiene reservado el futuro, pero han decidido prepararse para una hipotética salida del euro. En sus pubs, sus tiendas de todo a cien, sus peluquerías y carnicerías, ha vuelto a ser de curso legal la vieja libra irlandesa.

"La idea nos la dio un reportaje de televisión sobre no se qué pueblo de España donde volvían a circular las pesetas", dice Ciaran Morgan, estudiante de 21 años que es, junto con su padre, el arquitecto del proyecto. Para ponerla en práctica tuvieron que hacer un pacto con el Tesoro, que les permite pagar 1,20 euros por las viejas libras y revendérselas al Banco Central por 1,27. Los siete centavos de diferencia se van a dedicar a pagar las luces de Navidad y el tradicional desfile del día de San Patricio.

Las familias irlandesas tienen todavía 285 millones de viejas libras irlandesas, a pesar de que el 1 de enero de 1999 dejó de ser de curso legal. Algunos se quedaron las que tenían de recuerdo o les dio pena romper las huchas de los niños; otros llegaron demasiado tarde al canje por euros, y hubo quienes se encontraron auténticas fortunas debajo del colchón de la abuela cuando murió, en cajas de zapatos o cuentas bancarias dormidas. Ahora, en tiempos de crisis y cuando la economía achucha, muchos han decidido gastarlas, y el único sitio donde pueden hacerlo es este pueblo del condado de Monaghan.

La cosa funciona de la siguiente manera: uno llega a Clones, entra en el supermercado Lipton o en cualquier otro comercio local que se ha apuntado al programa, entrega sus libras y recibe unos cupones plastificados azules y amarillos fabricados en China, al cambio de 1,20 euros, que puede gastar en lo que quiera: hacerse una manicura, cortarse el pelo, poner gasolina, comprar pienso para el ganado, adquirir un crucifijo o un rosario en la tienda de artículos religiosos (que nunca está muy lejos en la católica Irlanda), o tomarse unas pintas de cerveza Guinness. "Está viniendo gente incluso de la otra punta del país, de Cork y Kerry, es una ayuda importante para la economía local", dice Ciaran Morgan, orgulloso de su idea pero que ya tiene un billete de avión a Nueva York para "buscarme la vida, porque aquí no hay futuro".

"La verdad es que ha sido refrescante resucitar las viejas libras, todos tenemos un poco de nostalgia -señala Finbarr Dunwoody, presidente de la Cámara de Comercio-. No parece que por el momento vaya a desaparecer el euro porque sería un desastre también para Alemania, pero en vista del panorama en Grecia y España, vaya a usted a saber lo que pasará dentro de unos meses. Tengo la impresión de que aún no hemos visto nada".

Los habitantes de Clones han votado casi a partes iguales a favor y en contra de ratificar el tratado de Estabilidad Fiscal. La opinión mayoritaria es que las medidas de austeridad no han funcionado pero que es un peligro innecesario provocar a Angela Merkel. "Es la que manda en Europa y tiene el dinero, así que más vale estar a buenas", resume la filosofía local Paddy McMurtry en la barra de uno de los pubs.

La introducción del euro aumentó en pocos años un 20% el PIB de Irlanda, la convirtió en uno de los países más ricos y prósperos del mundo, y afiló a las garras del Tigre Celta. Pero ya nadie se acuerda. Los únicos euros que se ven en Clones decoran rollos de papel higiénico en la droguería, toda una metáfora de lo bajo que ha caído Europa.

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