viernes, 4 de marzo de 2011

Texto de Daithí Mac an Mháistir, noviembre 2010 -éirígí-

Aquí esta el texto completo de Daithí Mac an Mháistir, que he ido poniendo en los últimos tiempos, fragmentado en diez partes.

“La causa obrera es la causa irlandesa. La causa irlandesa es la causa obrera. Ambas son indisociables.” (James Connolly, socialista revolucionario irlandés, mártir de 1916).

Introducción

Cuando éirígí (palabra que en irlandés significa ‘levantamiento -levantarse/alzarse-’) se fundó en Abril de 2006, sus miembros fundadores lo hicieron plenamente conscientes de la importancia histórica de su decisión de fundar una nueva organización, así como de la larga y difícil lucha que tenemos por delante para alcanzar nuestro objetivo de construir una República Socialista Irlandesa. La génesis de la fundación de éirígí está marcada en su esencia por la comprensión de que el potencial que había existido previamente para la transformación revolucionaria de Irlanda se había invertido, siendo así acorralado en el espacio reaccionario del nacionalismo constitucionalista. La lucha republicana de casi cuatro décadas de resistencia en contra de la poderosa maquinaria de guerra británica había sido, en efecto, derrotada.

Esta era una lucha que había producido toda una generación de militantes abnegados y comprometidos, entre los que podemos contar a los diez mártires de la huelga de hambre de 1981, que murieron en una lucha épica que enfrentó a sus cuerpos desnudos y desgarrados en contra del hierro, del concreto y de la férula del campo de concentración conocido como el Bloque H, la primera línea del sistema británico en su guerra contra los prisioneros republicanos. Fidel Castro se inspiró en estos heroicos prisioneros cuando escribió sobre ellos que el suyo había sido “el gesto más conmovedor de sacrificio, abnegación y coraje que uno podría imaginar”. Tanto ellos, como muchos otros, fueron miembros de un movimiento que en algún determinado momento tuvo la oportunidad real de alterar radicalmente el curso de la historia irlandesa. El movimiento republicano provisional, sin embargo, no logró aprovechar esta oportunidad ni tampoco logró, pese a los discursos que afirman lo contrario, realizar avances significativos hacia la conquista de sus objetivos. Es así como toda la sangre derramada por sus propios militantes y por todos los que dieron su vida en casi cuarenta años de conflicto, desde que éste se reactivó en 1969, fue derramada en vano. Como una persona que pasó toda su vida adulta en ese movimiento y que estuvo comprometido como muchos otros militantes con él, me duele reconocerlo. Pero es la verdad.

Nosotros, republicanos revolucionarios irlandeses, nos encontramos en la odiosa situación de haber sido derrotados, primordialmente, por el fracaso de la dirección del movimiento republicano provisional en desarrollar una comprensión revolucionaria de la base histórica de este conflicto, y, más importante aún, de los cambios económicos, sociales y políticos necesarios para remediar las causas del conflicto; no definieron de manera sustancial la naturaleza del proyecto socialista que el movimiento proclamaba como fundamental para la futura república. De hecho, la verdad sea dicha, la derrota fue siempre probable dado que figuras como Gerry Adams, el entonces indiscutible líder de la lucha republicana supuestamente “socialista”, podía decir sin siquiera sonrojarse y sin la menor ironía, durante una entrevista en los 1980s que “No hay influencias marxistas en Sinn Féin, sencillamente no se trata de una organización marxista. No sé de nadie en Sinn Féin que sea marxista o que haya sido influenciado por el marxismo”.

El error fundamental de evitar definirse políticamente, tuvo un impacto sobre cuestiones organizativas y tácticas en el movimiento. El movimiento republicano provisional, durante su período “revolucionario”, era en realidad una organización en la cual predominaba una inadecuada mezcla de estructuras autoritarias acopladas con una postura exclusivista hacia la lucha armada. La “política” era entendida como una influencia corruptora, y el activismo político sin armas y la misma noción de movilización de masas eran, consecuentemente, relegadas a una importancia secundaria. El movimiento carecía de profundidad y sofisticación, tanto en términos teóricos como tácticos. Evidencia incontrovertible de esta realidad, es entregada por la realidad de un “proceso de paz” que, en última instancia, vio al movimiento republicano provisional adoptar un carácter nacionalista constitucionalista burgués, y, haciendo el juego a sus enemigos, se limitó a sí mismo tácticamente a la utilización de “métodos exclusivamente pacíficos”. De hecho, la realidad es que el movimiento republicano provisional ha cerrado el círculo y ahora busca re escribir la historia y afirmar, en retrospectiva, que por lo que se luchó fue por la igualdad en el Estado del Norte (controlado por los británicos), y no por derrocar a ese Estado, reemplazándolo por un Estado único, unitario, en toda la isla de Irlanda.

Como consecuencia de toda esta confusión ideológica y táctica en el seno del movimiento, la comunidad republicana jamás logró desarrollar la conciencia socialista revolucionaria necesaria para entender la verdadera naturaleza del conflicto en Irlanda. Esto tuvo por efecto la creación de una base de apoyo que, sin importar lo grande que pudiera ser en determinados momentos, era incapaz de hacer nada más que dejarse dirigir. Y en este caso, al final fue dirigida a la derrota.

James Connolly dijo una vez que: “jamás conseguiremos una república irlandesa sin un partido revolucionario que actúe según la premisa de que las clases capitalista y terrateniente en las ciudades y el campo de Irlanda son cómplices criminales del gobierno británico en la esclavitud y sometimiento de la nación. Tal partido revolucionario debe ser socialista, y solamente el socialismo representa la salvación de Irlanda”. El fracaso para alcanzar (o al menos, para hacer progresos significativos hacia) los objetivos declarados del movimiento republicano provisional en este período reciente de luchas fue, como siempre, en último análisis, fruto del fracaso en comprender, aceptar y trabajar para dar una expresión práctica, a este postulado crucial de Connolly.

Aun dejando de lado la cuestión de la transformación socialista de la sociedad, el fracaso en hacer de la construcción del movimiento revolucionario socialista un elemento central del programa republicano, ha sido en gran medida la razón por la cual la lucha para terminar la ocupación política y militar británica ha fracasado. Esto se debe a que, al final de cuentas, el pueblo trabajador no puede tener una afinidad real y sostenida con un nacionalismo solamente preocupado de fronteras y control territorial. Uno no puede comerse una bandera ni puede vivir en ella. Son las relaciones sociales vivas en una comunidad, sociedad o nación las cuales son de real importancia. La mayoría de la clase trabajadora no está dispuesta a entregarse indefinidamente a una lucha que no les prometa mejorar sus circunstancias materiales. El creciente éxodo de militantes y antiguos colaboradores del movimiento republicano provisional (Sinn Féin) es testigo de ello. El creciente número de personas que han terminado por compartir el mismo análisis que éirígí refleja que la perspectiva de un futuro cambio revolucionario en Irlanda está, una vez más, convirtiéndose en una propuesta realista.

A lo largo del “proceso de paz”, el ejercicio del poder político se convirtió en el objetivo que guió a los líderes republicanos provisionales, los cuales cada vez mostraban menos entusiasmo por su compromiso retórico con el cambio revolucionario, dejándose guiar por la “realpolitik” y la búsqueda de la respetabilidad. Toda mención al socialismo se volvió secundaria a la construcción de un movimiento en el cual todos los principios podían, y de hecho fueron, tranzados en negociaciones con el enemigo. Esto era la antítesis de lo que representa históricamente la lucha republicana; la resistencia al gobierno británico debe ser, en esencia, el rechazo a una filosofía que defiende los intereses de una clase que se cree superior a sus subalternos. De no ser así, está condenada al fracaso. Este fracaso es el que vio al proyecto republicano provisional finalmente derrotado.

Quienes fundamos éirígí somos conscientes de la condición extremadamente débil de la base de apoyo para el republicanismo socialista en la Irlanda de comienzos del siglo XXI. Sin embargo, nos entregamos de nuevo a construir una organización que pueda contribuir hacia el necesario objetivo de alcanzar las metas interrelacionadas de la liberación social y nacional de Irlanda. Como revolucionarios comprometidos con la lucha por un mundo diferente, mejor, no nos queda otra opción; nuestra contribución a un mundo libre de explotación, ambición, pobreza y guerra será la fundación de una República Socialista Irlandesa Democrática de 32 condados .

Éirígí se fundó con plenamente resuelta y comprometida a la tarea de rescatar la lucha republicana del callejón sin salida nacionalista y reformista en el cual se encuentra. Tal cual James Connolly hace más de cien años, nosotros también reconocemos que:

“Si el movimiento nacional en nuestros días no quiere terminar meramente repitiendo las tristes tragedias del pasado, debe ser capaz de salir al paso a las exigencias del momento. Debe demostrar al pueblo de Irlanda que nuestro nacionalismo no es sencillamente una especie de mórbida idealización del pasado, sino que es capaz de formular respuestas definidas y claras a los problemas del presente y que tiene un credo capaz de ajustarse a las necesidades del futuro”

Hemos sido guiados en este esfuerzo durante cuatro años y medio por el principio de que quien no aprende las lecciones del pasado, está condenado a repetir los mismos errores. Por esto, éirígí tiene la firme convicción de que cualquier intento de rejuvenecer la lucha por la liberación, debe comenzar por re-examinar las razones de los más recientes fracasos. Nuestro punto de partida debe ser el análisis crítico de las modalidades y métodos organizativos y tácticos que han sido usados tradicionalmente en el curso de la lucha por la liberación. Las principales experiencias fracasadas son aquellas fundadas en el militarismo, el reformismo y en la política de “los obreros deben esperar”, es decir, aquella posición que sostiene que la liberación nacional es más importante que la liberación social, y por tanto, prioritaria.

En relación a la cuestión de la fuerza armada, es necesario aclarar que la posición de éirígí se basa en la defensa del derecho que todo pueblo sometido a una ocupación militar e imperialista tiene a utilizar los medios que estimen necesarios para resistir y derrotar a la ocupación. No creemos, sin embargo, que la utilización de la lucha armada deba ser un asunto de principios. Entender la lucha armada como una cuestión de principios y no de táctica en la lucha revolucionaria ha sido un factor que ha retardado históricamente el desarrollo del proyecto republicano. La política militarista estimula el elitismo y atrofia la iniciativa en nuestras comunidades; siempre ha terminado por elevar al “ejército” a una posición de importancia por encima y más allá de la lucha popular en general, y por esto, ha terminado por quitar el agua al pez, la cual necesita para nadar y de la cual depende su vida. La desastrosa campaña de bombardeos en Inglaterra de fines de los ‘30s y comienzos de los ‘40s, la frustrada Campaña de la Frontera de 1956-1962, y la fracasada campaña militar del P.IRA (Ejército Republicano Irlandés Provisional –nombre oficial del IRA que lideró la lucha armada en el norte de Irlanda después del Domingo Sangriento en 1972) de 1971-1994, son ejemplos perfectos de períodos en donde la lucha armada fracasó porque se aisló de la lucha política de masas. Podría argumentarse que las campañas armadas como las que vivimos en esos momentos, de hecho impidieron la posibilidad de desarrollo para una necesaria lucha política de masas. Nuestra posición es que no existen actualmente condiciones para el éxito de la lucha armada en contra del gobierno británico en Irlanda.

El “Proceso de Paz”

Ya han transcurrido diez años desde que se firmó el Acuerdo de Belfast, o Acuerdo de Viernes Santo (AVS) como se le conoce mejor. Este acuerdo es la base de todo el “proceso de paz”, dejando sentados los parámetros de una “solución final” al ancestral conflicto entre Irlanda e Inglaterra. Es central en este acuerdo la aceptación absoluta de la legitimidad del mandato británico en Irlanda. Según los términos del acuerdo, se acepta que el carácter constitucional de la ocupación británica no se modificará sino hasta que una mayoría de quienes viven en los seis condados ocupados lo decidan –en efecto, dando a una sexta parte del pueblo irlandés el veto sobre las otras cinco sextas partes.

El AVS, construido sobre el principio fundamental de la continuidad del mandato británico, llamaba al movimiento republicano provisional a aceptar y apoyar las instituciones de la “ley y el orden” ie., el sistema legal de la policía británica, sus cortes y sus prisiones. El argumento usado por Sinn Féin (el partido político del movimiento republicano provisional) para justificar su aceptación del “Estado de derecho”, es que las reformas a las instituciones políticas y legales del Estado del Norte (las cuales ponen un poco de poder de supervisión en manos de los políticos locales) de hecho apuntan al avance del retiro británico en algún momento distante. Este argumento carece de sustancia. El AVS tiene, de hecho, múltiples salvaguardas para neutralizar cualquier intento de “cambiar el sistema desde adentro”. El AVS representa un ejemplo de lo que el político británico de derecha Enoch Powell llamó, “dar poder para conservar el poder”.

La naturaleza de las reformas a la estructuras policiales bajo el AVS están claramente limitadas dado que la supervisión otorgada al Consejo Policial (el cual está compuesto con representantes de todos los principales partidos políticos del Norte) y de la Asociación Distrital de Policía (cuerpos regionales compuestos por políticos locales) puede ser burlada invocando intereses de “seguridad nacional”. La “seguridad nacional” a que nos referimos, es, por supuesto, la seguridad nacional británica. El MI5 (el servicio responsable de la seguridad interna del “Reino Unido”) mantendría el control general de manera inescrutable de las operaciones de inteligencia. Todo esto, es indicativo de lo desorientados que estaban algunos republicanos en cuanto a su comprensión de la naturaleza del Estado británico; dado que la función primordial de toda fuerza policial es defender la autoridad y legitimidad del Estado y servir a los intereses de quienes detentan el poder, es falaz creer que la participación republicana en estas estructuras pueda resultar en otra cosa que la continuación de esas mismas funciones.

El establecimiento político en Irlanda, Inglaterra y otros países lejanos, ha hecho bastante propaganda sin escatimar elogios interminables tanto para quienes negociaron el AVS, así como para el escenario político que éste creó. Es difícil encontrar un artículo en los medios oficiales o algún espacio en la televisión que vaya más allá de la retórica y que presente la realidad de la actual situación. Lo que no logran señalar es la realidad de que la zona ocupada por los británicos está hoy mucho más dividida que antes. Esto no podía ser de otra manera, ya que el AVS se basa en una tosca división sectaria del poder entre dos “tribus” opuestas.

El AVS es, de hecho, el desenlace de la estrategia de contra-insurgencia británica iniciada por el general del ejército británico Frank Kitson a mediados de los 1970s, y a la cual siguieron en términos generales todos los líderes militares y políticos británicos en lo sucesivo. El AVS y sus instituciones, así como el contexto que creó, son simplemente adiciones complementarias a la estrategia original de tres pilares de “Ulsterización”, “Criminalización” y “Normalización”.

Así que mientras el establecimiento político en Irlanda (el cual incluye ahora a los republicanos provisionales) continúa su práctica de darse mutuamente y de manera aparentemente eterna de palmaditas en la espalda, resulta útil para aquellos que apoyan la causa de la liberación de Irlanda, examinar con mayor atención cómo es que se llevó a efecto la estrategia contra-insurgente británica.

El primer pilar de esta estrategia, la “Ulsterización” (“Ulster” es el nombre que recibe el Estado de seis condados ocupados, pero en realidad es el nombre que históricamente ha recibido una provincia de nueve condados en el Norte de Irlanda) implica el retiro de las tropas británicas de la línea de fuego, para ser reemplazadas por una fuerza policial colonial como la RUC o el PSNI, así como por milicias locales como el Regimiento de Defensa del Ulster (una unidad del ejército británico compuesta por soldados nativos, la cual es conocida hoy en día como el Regimiento Real Irlandés). Este proceso, en efecto, mató a dos pájaros de un tiro, pues logró frenar el flujo de soldados británicos muertos (con toda la desmoralización política que les acompañaba de vuelta a casa) así como creó un escenario en donde el gobierno de Londres podía mostrar la lucha por la independencia irlandesa como nada más que “problemas” de gente mugrienta y de una religiosidad sectaria. Entonces, podrían ellos mostrar su rol en Irlanda como el de árbitros honestos que mantenían a raya a los belicosos “paddies” (término peyorativo utilizado para los irlandeses en Inglaterra) para que no estuvieran agarrados del pescuezo, y más tarde, como facilitadores de un “proceso de paz”.

Otro aspecto de la Ulsterización, aunque tal vez no haya formado parte del plan original de Kitson, ha sido una creciente aceptación de la división nacional como una realidad política aparentemente permanente. Los cambios hechos a los artículos dos y tres del Estado Irlandés de veintiséis condados en el sur (artículos que implicaban jurisdicción sobre toda la isla de Irlanda) no son más que un ejemplo de lo lejos que el gobierno británico y sus aliados irlandeses han llegado en términos de convencer al pueblo de que el territorio nacional, por alguna razón, termina en algún lugar al norte de Dundalk y al sur de Newry (donde está la línea divisoria entre los Estados del Norte y el Sur). Esta división psicológica es potencialmente más nociva que la frontera física.

La “Criminalización”, el segundo pilar de la estrategia de Kitson, tenía dos vertientes. Una intentaba proyectar la imagen de que la lucha de liberación era poco más que una empresa de carácter criminal, y que aquellos que estaban involucrados en ella, lo estaban por ambición personal, mientras que la otra vertiente mostraba a la misma lucha de liberación nacional como un acto criminal. Esta estrategia fue resumida claramente por Margaret Thatcher en su famoso discurso en el que afirmó que “un crimen, es un crimen, nada más que un crimen”.

Mientras que el primer objetivo se lograría mediante la utilización de propaganda y difamación, de infiltración y de espías, es el segundo objetivo el cual representaba la mayor amenaza para el republicanismo irlandés. La lucha en las prisiones de 1970 y de 1980 es una muestra de la importancia de este campo de batalla. La posición esencial de los británicos era simple –el pueblo irlandés no tiene derecho a organizarse como oposición a su mandato –particularmente si esa oposición es armada. Cualquier tipo de organizar la oposición al mandato británico más allá de los parámetros del guerrimandaje establecido por el gobierno británico, era considerado “criminal”.

El único mecanismo “no criminal” para que los irlandeses republicanos pudieran presionar sus demandas, era mediante el escenario de las elecciones, cuya limitación estaba definida por la existencia del veto “unionista” (término referido a los partidarios de la corona y de la anexión al Reino Unido). Este veto se podía ejercer sobre las instituciones creadas y controladas por el Estado británico. De esta manera, los republicanos quedaron de a poco confinados a una lucha comparable a una rueda de hámster, definida y controlada por los británicos. En este sentido no podía haber espacio para que los republicanos aplicaran una estrategia doble. Por el contrario, los republicanos necesitaron ser convencidos mediante una combinación de zanahoria y garrote para que terminaran aceptando que todas las formas de lucha, aparte de aquellas consideradas aceptables por el Estado británico, eran criminales.

Y finalmente, tenemos la “Normalización” –el intento de mostrar a la más anormal de las situaciones como si fuera normal. Mientras la guerra azotaba las calles irlandesas, el gobierno británico intentó convencer al mundo de que no había un problema de fondo en Irlanda. Pero la propaganda no bastaba para ocultar completamente la realidad de la ocupación británica, mientras la guerra arreciaba.

El AVS se convirtió, entonces, en el mecanismo mediante el cual la estrategia de Kitson se llevaría a efecto –el AVS tenía el potencial de cumplir con cada uno de los objetivos del gobierno británico en Irlanda, de mejor manera que el mayor número de tropas, de propaganda difamatoria o de reformas tibias podrían hacerlo.

Este fue y sigue siendo un tratado –como muchos otros en la historia de Irlanda- diseñado para fortalecer y solidificar la ocupación con el consentimiento y el apoyo de políticos nativos y de antiguos revolucionarios. El gobierno británico, tras un cuidadoso juego de políticas audaces y de ilusiones de negociación para avanzar en el camino hacia la justicia y la paz, convocó a la casi totalidad de políticos irlandeses a aceptar la afirmación de Tony Blair de que no “hay más camino” que el AVS. Al aceptar este análisis, todos los protagonistas terminaron finalmente por aceptar que todas las otras opciones, incluido el retiro de los británicos, no eran ni prácticas ni realistas.

El gobierno británico, a través del AVS, refinó sus operaciones coloniales para la Irlanda del siglo XXI. Aplacaron la rebelión y cuadraron a los militantes. La necesidad de frecuentes demostraciones de fuerza por parte del gobierno británico ha desaparecido. Las tropas de ocupación británicas han sido reducidas a sus niveles previos a 1969 y la resistencia popular nacionalista ha sido burlada. El control ahora es mantenido por vía de los vestigios de los poderes limitados que se han devuelto a la administración en Stormont (asamblea elegida localmente, con poderes limitados, que incluye a representantes de Sinn Féin).

La naturaleza real del rol británico en Irlanda es hoy en día, sin embargo, el mismo de siempre, en última instancia. El establecimiento británico sigue empantanado en una concepción imperialista de su rol en el mundo. Tony Blair, ese gran “demócrata” y administrador del “proceso de paz” en Irlanda, ya había adoptado esta posición en el 2002, cuando escribió la introducción del libro de Mark Leonard, “Reordenando el Mundo” (Reordering the World). En este libro, el gurú de la política internacional de Tony Blair, Robert Cooper, tiene un ensayo titulado “El Estado Postmoderno”, en el cual habla de la necesidad de un “nuevo imperialismo” para el siglo XXI. Desde Afganistán e Irak hasta América Latina e Irlanda, podemos apreciar a lo que se refiere: es decir, este es el “estado normal” de cosas en términos de las relaciones internacionales cotidianas.

Seamos claros –Irlanda es in país en el cual parte del territorio nacional continúa bajo ocupación militar y política, aún así sea de manera modificada y modernizada. Los hechos relativos a la continuación de la ocupación militar británica de Irlanda hablan por sí solos.

La ocupación británica de Irlanda está apuntalada por una trinidad de agencias armadas. Estas fuerzas representan el “garrote” en la estrategia contrainsurgente británica del “garrote y la zanahoria” para Irlanda.

RUC/PSNI

La fuerza británica más importante en Irlanda es la policía paramilitar reclutada entre elementos locales conocida como Servicio de Policia de Irlanda del Norte (PSNI según sus siglas en inglés). Formado el 2001, el PSNI está en gran medida compuesto por antiguos miembros de la Real Policía del Ulster (RUC según siglas en inglés) y tiene las mismas funciones esenciales que su predecesor. Es decir, proteger al Estado británico y los intereses británicos, en Irlanda. Es por esta razón que el PSNI es frecuentemente llamado RUC/PSNI.

Con una fuerza de 9.000 personas en servicio, el RUC/PSNI es una fuerza policial inusualmente grande considerando la población y los niveles de “delincuencia común” en los seis condados. El RUC/PSNI es también inusual ya que todos sus miembros están cotidianamente cargados con armamento que va desde las “no tan letales” balas de goma y gases CS, hasta altamente letales subametralladoras y fusiles de asalto. Los miembros del RUC/PSNI también llevan chalecos antibalas constantemente y se desplazan en carros blindados.

Tanto el gran tamaño como el componente fuertemente armado del RUC/PSNI son indicadores claros de la verdadera naturaleza de esta fuerza policial colonial contemporánea.

Desde la creación del Estado del Norte en 1921, la policía ha estado en la primera línea de defensa de la ocupación británica. El RUC/PSNI, como toda fuerza policial, actúa como los “ojos y oídos” de su gobierno –en este caso, del gobierno británico. La recopilación de inteligencia en el interior de las comunidades republicanas y nacionalistas ha sido, desde siempre, parte esencial de los intentos británicos de neutralizar cualquier amenaza a su dominio en Irlanda.

Este es el contexto en el cual se debe entender el reciente esfuerzo de reclutamiento de “Católicos” por parte del RUC/PSNI. ¿Qué mejor fuente de inteligencia puede haber que miles de bien pagados agentes, que viven en el corazón de esa comunidad que tiene tendencia a oponerse a la ocupación británica?

El RUC/PSNI es una fuerza inherentemente política, que no merece ninguna clase de apoyo del pueblo irlandés.

Desde su fundación, el PSNI ha:

• Introducido la detención por 28 días a los seis condados;
• Introducido armas de electrochoque a los seis condados;
• Introducido el espray de gas CS a los seis condados;
• Disparado balas de goma a civiles desarmados y ha acumulado más de 50.000 de estos proyectiles letales;
• Modernizado su vasto arsenal que incluye fusiles de asalto automáticos y vehículos blindados;
• Extendido la ya extensa red de cámaras de vigilancia estilo “gran hermano” y otros tipos de vigilancia;
• Ignorado las resoluciones de la Corte Europea de Derechos Humanos, al continuar utilizando la “Sección 44” para “detenciones y allanamientos” ilegales. El 2009, el PSNI llevó a cabo más de 20.000 “detenciones y allanamientos”, casi exclusivamente contra republicanos;
• Pasado a llevar la ley europea al retener muestras de ADN y de huellas dactilares de miles de personas inocentes, incluidos menores de edad;
• Frecuentemente suprimido la legítima protesta política pacífica;
• Trabajado codo a codo tanto con el ejército británico, como con el MI5, actuando como los “ojos y oídos” locales del Estado británico en los seis condados ocupados.


Ejército Británico

Como parte del programa del ejército británico de “normalización”, el número de tropas en la Irlanda ocupada ahora es de aproximadamente 5.000. Estos soldados están acuartelados en diez bases, en el regimiento de Abercon, Ballykinler; Aldergrove; Campo de Entrenamiento de Balykinler; la Unidad de Duke of Connaught, Belfast; Kinnegar, Hollywood; Campo de Entrenamiento de Magilligan; regimiento de Massereene, Antrim; regimiento de Palace, Hollywood; regimiento de Thiepval, Lisburn. Esta “guarnición” permanente tiene por tarea central el mantenimiento de la “seguridad interna” en el llamado “Reino Unido”, y opera bajo la más reciente campaña militar británica en Irlanda, llamada “Operación Helvética” (nombre con el que se conoce en el ejército británico a la actual operación “en tiempos de paz” en el Norte de Irlanda).

La legislación reciente (El Decreto de Justicia y Seguridad de 2007), da al ejército de ocupación amplios poderes permanentes para detener, allanar, arrestar y requisar. Tales poderes habían sido, previamente, disponibles solamente mediante decretos de “emergencia”.

Con esta legislación, y con el lanzamiento de la “Operación Helvética”, el ejército británico ha puesto en práctica tanto un marco jurídico así como la capacidad física para poder movilizar rápidamente sus tropas nuevamente a las calles irlandesas y los campos de Irlanda, de surgir la necesidad.

Mientras tanto, el ejército británico continúa reclutando y entrenando en Irlanda, preparándose para operaciones en todo el globo, incluyendo “giras de servicio” en otros países ocupados tales como Afganistán e Irak.

Aparte de los 5.000 soldados británicos estacionados en Irlanda, también hay unidades de la Fuerza Aérea Real Británica y de la Marina Real permanentemente estacionados en el territorio ocupado de los seis condados.

MI5

El último elemento de la trinidad de las agencias de seguridad británica en Irlanda, el MI5 (el servicio de seguridad doméstica británico), recientemente ha construido un cuartel último modelo en el interior del regimiento del ejército británico de Palace, en Belfast.

Este nuevo edificio es utilizado para coordinar el creciente trabajo del MI5 (durante el curso de 2007, la responsabilidad relativa a cuestiones de “inteligencia sobre la seguridad nacional” pasó del RUC/PSNI al MI5). Este traspaso fue entendido por no pocas personas como un intento de asegurar que los limitados poderes del “police ombudsman” (“defensor del pueblo” o procurador encargado de las quejas por abusos policiales) y de los comités de policía, no pudieran ser utilizados en la investigación de espionaje británico y de recopilación de inteligencia en Irlanda.

Si bien el MI5 es el ala “doméstica” de los “servicios de seguridad” británicos, esto, por supuesto, no ha impedido que opere regularmente en los veintiséis condados. Ni tampoco su rol aparentemente benigno de recopilar inteligencia implica que no incurran en el uso de fuerza letal. Estas dos cuestiones son muy bien ilustradas por el rol central que tuvieron agentes del MI5 en los coches-bombas de Dublín y Monaghan en 1974, los cuales asesinaron a 33 personas e hirieron a más de 300.

El número exacto de gente trabajando para el MI5 en Irlanda, sea como empleados a tiempo completo o como agentes voluntarios o a sueldo, es un secreto muy bien guardado. Se estima que sus nuevos cuarteles, que cubren 10.000 pies cuadrados, albergan a unos 400 empleados.

Es evidente que cualquier movimiento que tenga por objetivo el establecimiento de una República Socialista Irlandesa, debe terminar con la ocupación militar británica y esto debe ser un aspecto central de su programa político y de sus consideraciones estratégicas. No se puede tranzar en el rechazo a la continua ocupación militar, base desde la cual necesariamente debe partirse para normalizar las relaciones entre Irlanda e Inglaterra.

Pese a todos los cambios superficiales en años recientes, las demandas substantivas de la lucha de liberación nacional y del movimiento por los derechos cívicos (por “igualdad” en el Estado del Norte) permanecen sin cumplirse. Informe tras informe, vienen a confirmar el grado al que las comunidades trabajadoras de los seis condados, y las comunidades de la clase obrera nacionalista en particular, ven negadas aquellas cuestiones necesarias para poder vivir una existencia plena y feliz. No ha habido ningún cambio estructural o radical más allá del maquillaje del Estado de los seis condados en las últimas dos décadas; no hay nada de eso que llaman la “nueva Irlanda del Norte”. Lo que tenemos, es un Estado incapaz de garantizar las necesidades básicas de sus ciudadanos de clase trabajadora, un Estado que, mientras siga existiendo, seguirá tratando a la clase trabajadora nacionalista como ciudadanos de segunda clase.

En breve, el mal llamado “proceso de paz” consiste en la derrota de un movimiento que alguna vez estuvo comprometido con el derrocamiento del mandato británico en Irlanda, al punto de que ahora ellos se sientan en el parlamento títere del gobierno británico, administrando leyes británicas, al mismo tiempo que buscan criminalizar a todos los republicanos que están en desacuerdo con este nuevo status quo. El grado en el cual estos antiguos militantes se han acomodado en su nuevo rol de servidores del imperialismo británico es, en verdad, sorprendente. Martin McGuinness, antiguo comandante del P.IRA, Vice-Primer Ministro en la Asamblea (británica) del Norte, asistió recientemente a una conferencia del Partido Conservador británico, para escuchar al líder de aquel partido y Primer Ministro británico (David Cameron) declarar que “cuando digo que soy Primer Ministro del Reino Unido, quiero, en realidad, decir de Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda del Norte –somos débiles divididos, fuertes juntos, por lo tanto, siempre debemos permanecer juntos”. Sin lugar a dudas solamente los más ilusos o fanáticos pueden aún atreverse a decir que el movimiento provisional retiene algo de su antigua radicalidad o potencialidad para avanzar hacia la causa de la libertad y de la justicia en Irlanda.

Es de importancia vital que aquellos amigos de Irlanda en el extranjero, que llevan adelante sus propias luchas, reconozcan la realidad de la estrategia de contrainsurgencia que sirvió de tablero para todo el “proceso de paz” en Irlanda, y tomen todas las medidas necesarias para asegurar que sus propios líderes y movimientos no sean seducidos por el mismo sendero de corrupción política y de claudicaciones.

Reconstruyendo el Movimiento Republicano sobre bases sólidas

La realidad de una Irlanda en la cual persisten la ocupación y la opresión, garantizará en su momento el surgimiento de una amplia resistencia popular al mandato británico nuevamente en el futuro.

Por siglos, la fortuna de la revolución irlandesa ha tenido avances y reflujos. En numerosas ocasiones, el republicanismo ha sufrido aparentes derrotas, para luego renacer. El republicanismo irlandés pasa ahora por una fase similar de renacimiento tras la derrota. Después de doce años desde el AVS, los republicanos socialistas necesitan abandonar las ilusiones de avances radicales desde la asamblea de Stormont, abandonar sus sentimientos de desmoralización y desilusión, y comenzar el proceso de reconstrucción de la oposición al mandato británico en Irlanda una vez más.

La cuestión para los socialistas republicanos, hoy en día, no es si necesitamos un proceso alternativo al que ha entregado una fachada para la modernización del mandato británico en Irlanda, sino qué formas tomará ese proceso.

Lo que proponemos, es la construcción de un movimiento amplio y heterogéneo para la libertad de Irlanda. Este movimiento debe ser democrático, y debe estar compuesto de grupos de residentes y comunidades, sindicatos, partidos políticos, organizaciones culturales, y de todas aquellas secciones de la sociedad cuyos intereses están en una administración política nueva y con justicia social. Debe situar la interferencia británica en los asuntos irlandeses en su agenda nacional e internacional, como uno de sus objetivos principales a combatir. Más aún, debe ser anti-imperialista, internacionalista, democrático, anti-sectario (en Irlanda este término tiene la connotación del sectarismo religioso ante todo) y antirracista.

Causas de fondo para la continuación del conflicto

Sobre todo, este movimiento debe primero y antes que nada, ser socialista, y enfocar todas sus energías en las necesidades cotidianas del pueblo trabajador de este país. El socialismo es el enemigo a muerte del capitalismo, la fuente eterna de todos nuestros males políticos.

En lo fundamental, éirígí cree que la causa de fondo del conflicto en Irlanda está en la naturaleza de las relaciones económicas y sociales que han existido por siglos entre Irlanda e Inglaterra; toda la historia de las relaciones anglo irlandesas está íntimamente ligada al desarrollo histórico del Imperio Británico y del imperialismo y del capitalismo como un sistema global.

No albergamos ninguna ilusión sobre el hecho de que la clase capitalista, en última instancia, no tiene lealtad a nada más que a sus propios intereses de clase. Un capitalista de Irlanda en esencia no es diferente a un capitalista de Inglaterra, Colombia o de otro país. Es, por consiguiente, de crucial importancia reconocer que la lucha de Irlanda es una lucha tanto sobre la naturaleza de las relaciones económicas y sociales que existen entre los irlandeses, como lo es sobre la naturaleza de las relaciones de Irlanda con Inglaterra. A través de la historia, los sirvientes del capitalismo, y sus sistemas sociales previos fundados sobre la propiedad, han utilizado la táctica de “dividir y conquistar” muy eficazmente, confundiendo y dividiendo al pueblo según criterios “nacionales” y religiosos, para desviar la atención de la naturaleza de explotación de esta sociedad basada en las distinciones de clase.

Puede decirse, por consiguiente, que la posición de éirígí ante la cuestión “nacional” se basa en la comprensión del interés militar-político de Inglaterra en Irlanda, el cual ha siempre estado íntimamente relacionado a asegurar los intereses del sistema capitalista-imperialista; la modernizada, persistente ocupación de los seis condados, que incluye un parlamento pro-británico títere en Stormont y todo un aparato de seguridad militar, de policía paramilitar, de tropas británicas, de bases militares y de agencias de inteligencia, meramente reflejan el objetivo ancestral de la clase dominante británica de asegurar y defender sus intereses en Irlanda. Cuando el antiguo secretario de relaciones exteriores británico Jack Straw, aseguró que Inglaterra debía permanecer en Irlanda para así mantener su estatus prominente en organismos como la OTAN, la UE y la ONU, estaba siendo honesto. Irlanda es tan importante hoy en día para Inglaterra como lo fue en el pasado.

Es en este contexto que éirígí ve la lucha nacional contemporánea como un solo frente con una lucha mucho más amplia en contra del sistema capitalista y del imperialismo que actualmente dominan a Irlanda y al resto del mundo.

El desafío hoy para todos quienes subscriben el ideal republicano de soberanía económica y nacional y de independencia, consiste no meramente en revivir las viejas tragedias de nuestro pasado histórico reciente, sino reconocer que el prerrequisito necesario para alcanzar nuestros objetivos es el desarrollo de un movimiento republicano socialista, anclado en las sólidas bases de una ideología revolucionaria coherente. No hay otra manera de alcanzar este objetivo. Es en este contexto que nos hemos puesto la tarea de reformular nuestras posiciones reflejando la necesidad de re-encontrar la lucha por el socialismo con la lucha por la independencia nacional. La una no puede librarse sin la otra. Simplemente son una misma lucha, indivisible. Por eso mismo, es nuestra posición que la realización de la república se basa en la convergencia de las posiciones revolucionarias con miras a los cambios socio-económicos necesarios en Irlanda, con el rechazo a la continua ocupación militar británica en los seis condados.

Hermanando lo nacional con lo socio-económico: una lucha en contra del sistema global de explotación

Tanto quienes mantienen la ocupación de los seis condados así como la clase capitalista nativa son parte de un sistema global más amplio de explotación y latrocinio. Ellos son responsables de la creación y del mantenimiento de un mundo que se encuentra cada vez más polarizado económicamente y socialmente, más que en ningún otro momento de la historia. El crecimiento de la inequidad global es sorprendente. Los procesos en el corazón del sistema capitalista acusan una situación en la cual la humanidad en su conjunto se encuentra caminando sobre un delgado hilo. Globalmente, estamos experimentando desastres económicos, ambientales y sociales más y más frecuentes y peligrosos, y de tal magnitud que ponen al mismo futuro de la humanidad y de la vida sobre la faz de la Tierra en riesgo.

Poniendo el derecho de los ciudadanos antes de los derechos del Capital

La manera en que se organiza la sociedad bajo el capitalismo, tanto económica como socialmente, la hace hostil a los derechos del pueblo; los derechos de los seres humanos están al servicio de las necesidades del Capital, y como tales, los derechos del pueblo pueden ser, y frecuentemente lo son, sacrificados cuando las necesidades de acumulación del sistema así lo dictan. La dominación es la causa de que se nieguen los derechos del pueblo, y en última instancia, toda forma de dominación y explotación, sea de las mujeres, de grupos étnicos o nacionales, emana directamente de la dominación de clase.

La polarización del mundo entre aquellos que tienen y que no tienen acceso a los recursos necesarios para sobrevivir y proveerse de un nivel de vida económico y social de acuerdo con su condición humana es tan pronunciada hoy en día como en ningún otro momento en la historia humana.

La ideología del capitalismo de libre Mercado, basada en la explotación de la clase trabajadora mundial, y en valorar y promover antes que nada la acumulación de bienes materiales por sobre cualquier otra clase de consideraciones, es directamente responsable de la creciente posibilidad de que un desastre humano final se convierta en realidad. Después de la más grande crisis económica global de los últimos 70 años, quedan pocos por fuera de quienes tienen los más pronunciados intereses creados, que argumenten que el capitalismo tiene algo que ofrecer a la vasta mayoría del pueblo que habita este planeta, a no ser por la continuación de la creciente inestabilidad social y crisis económica.

Aún el más superficial análisis del mundo que tenemos a fines de la primera década del siglo XXI, ilustra claramente el terrible estado del ser humano. Si bien el rango de necesidades humanas no puede, de ninguna manera, ser reducido a necesidades solamente materiales, es un hecho el que la búsqueda insaciable de riquezas a expensas de toda consideración, como lo indica la ideología capitalista, es la fuente primaria de toda la miseria y pobreza que enfrenta la mayoría de los pueblos en todo el mundo.

Mientras que la pobreza y miseria brutales que experimentan la mayoría de los pueblos en otras partes del mundo no es directamente comparable a las dificultades económicas relativas que experimenta el pueblo de Irlanda y del “mundo desarrollado”, no es menos cierto que la explotación de la clase trabajadora irlandesa está tan pronunciada como antes. Dado que Irlanda está bastante enredada en el sistema económico global, es innegable que la sociedad irlandesa está gobernada por los mismos principios económicos y sociales que se encuentran en el corazón del sistema capitalista que domina las relaciones económicas y sociales en el mundo. Día tras día se siguen abriendo los ojos de los trabajadores irlandeses al hacerse cada vez más clara la naturaleza de la relación entre la clase capitalista y trabajadora. La misma relación de causa y efecto entre la acumulación de riquezas por un reducido número de personas y la pobreza relativa, económica y social, de la mayoría, se vuelve cada vez algo más evidente en Irlanda.

Por una sociedad verdaderamente democrática

Las instituciones llamadas democráticas de ambos Estados en Irlanda, son una estafa, que no ofrecen ni una oposición real al capitalismo ni tienen que rendir cuentas de manera democrática ante el pueblo. Si es necesario entregar evidencias sobre la manera en que el sistema político pone los intereses privados sobre los del pueblo, la decisión del gobierno de Dublín de pagar un rescate financiero de más de €50 mil millones a los bancos privados, es suficiente. Esta decisión, que pone sobre los hombros del pueblo de los veintiséis condados, del Estado del Sur de Irlanda, una deuda masiva de la banca privada, por varias generaciones a futuro, demuestra la falacia de la noción de democracia en la sociedad capitalista.

Mientras tanto, negociaciones secretas conducidas entre los partidos políticos con representación en la Asamblea de los seis condados (el parlamento británico en el Norte de Irlanda) y los gobiernos británico e irlandés, sigue alienando el poder de las comunidades, dejándolas vulnerables a los intereses estratégicos de los partidos que dicen representarlas. Las instituciones democráticas liberales no cambiarán la naturaleza fundamental del sistema capitalista y son incapaces de consolidar una democracia verdaderamente participativa.

El desarrollo de estructuras comunitarias alternativas y de democracia plenamente participativa, deben proveer las bases para establecer una sociedad nueva y verdaderamente democrática. Como lo señaló Marx, la experiencia de la Comuna de París en 1871 demostró que “la clase trabajadora no puede sencillamente hacerse con la maquinaria del Estado así como está, y usarla para sus propósitos”. La clase trabajadora debe construir sus propias instituciones nuevas y democráticas –instituciones que puedan finalmente transformar el derecho del pueblo de Irlanda a poseer Irlanda de una aspiración a una realidad. Por su misma naturaleza, tal república popular, si es auténticamente libre, no debe tener terratenientes, ni banqueros privados, ni capitalistas, y debe basarse en los principios democráticos, de cooperación y solidaridad.

Organizando la Resistencia

Resulta claro que las elites políticas y económicas en Irlanda han declarado la guerra a la clase trabajadora. Esto es lo que siempre ocurre en tiempos de pronunciada crisis económica –la lucha de clases entra en auge. Las fuerzas concentradas del capitalismo organizado deben ser enfrentadas con una resistencia determinada y organizada. Los trabajadores y las comunidades en Irlanda han llevado la delantera en su rechazo a doblegarse a la marcha del capitalismo. Desde ocupaciones de lugares de trabajo, a huelgas; desde luchas en comunidades locales en contra de los recortes de los servicios, a la resistencia a las multinacionales petroleras; en las calles y en los puestos de trabajo la lucha sigue. Es gracias a estas luchas de base que los basamentos de la nueva sociedad socialista se están creando. La organización de la resistencia es esencial, ya que las contradicciones inherentes al sistema capitalista, las cuales han sido expuestas de manera cruel durante el curso de la actual crisis, no traerán por sí solas el colapso del capitalismo.

La historia ha demostrado que el vivir en la miseria no es suficiente para condenar al sistema capitalista de explotación laboral y social al contenedor de la basura de la historia. A través de la historia, la inmensa mayoría de la humanidad ha vivido bajo condiciones de pobreza y explotación. Como observó V.I. Lenin:

“La opresión por sí sola, sin importar cuán grande sea esta, no siempre lleva al surgimiento de una situación revolucionaria en un país dado. En la mayoría de los casos no es suficiente para la revolución que las clases bajas no quieran vivir como siempre lo han hecho”.

El Estado bajo el capitalismo es una entidad formidable. El establecimiento político del Estado moderno, que aparece como un comité para la administración de los asuntos comunes de la clase dominante, no asume de manera mansa su responsabilidad en la defensa de los intereses del Capital. El Estado capitalista tiene muchas y diversas maneras a su disposición para asistirle en esta tarea. En la medida de lo posible, el “consentimiento” del pueblo en aceptar un sistema social contrario a sus intereses es manufacturado mediante la promoción de una ideología que equipara los valores y la moral del capitalismo con el “sentido común” y la noción de que el capitalismo, entonces, refleja el orden “natural”. En ausencia de este “consentimiento”, cualquier amenaza significativa al dominio del sistema capitalista se enfrentará a la fuerza y la represión del Estado.

La constitución de una alternativa socialista no será una tarea sencilla. Requerirá, como lo señalaba Lenin, “que las clases dominantes sean incapaces de gobernar como antes”. Esto requerirá de la construcción de una amplia resistencia organizada dedicada a derrocar al sistema capitalista. Cambios económicos, sociales y políticos fundamentales solamente se conseguirán mediante la movilización organizada de masas, de los trabajadores y de las comunidades en lucha.

Es a través de estas luchas que el sistema capitalista será extirpado y las bases de la futura organización social serán construidas: una sociedad basada en la cooperación y en una genuina democracia participativa.

Socialismo e Internacionalismo

“Debemos tener en mente que el imperialismo es un sistema mundial, la última fase del capitalismo –y debe ser derrotado en una confrontación mundial. El fin estratégico de esta lucha debe ser la destrucción del imperialismo” Ernesto Che Guevara.

En su sentido pleno, la lucha por el socialismo solamente puede ser lograda mediante la lucha internacionalista: una lucha en la cual las fuerzas que pretenden aplastar al sistema capitalista global se unen mediante la solidaridad global. El republicanismo socialista y democrático es internacionalista; si el problema es global, también debe serlo la solución. Es la filosofía y la práctica del imperialismo la que causa el sufrimiento social a escala global, la miseria y la guerra. La derrota del imperialismo británico en Irlanda esta, por consiguiente, íntimamente conectada a la derrota del imperialismo global.

Hasta hace poco, los enemigos del socialismo se regocijaban en su mantra de que el fin del socialismo implicaba la victoria del capitalismo, y que ésta implicaba el fin de la historia. La actual crisis del sistema capitalista ha demostrado claramente, una vez más que la historia no ha terminado. Todos los días vemos más claramente que el sistema capitalista global se encuentra en una crisis que se profundiza.

Lejos de ser una ideología y propuesta política “muerta”, más y más países y pueblos se convencen de la necesidad de una economía orientada hacia el socialismo y de alternativas políticas a la agenda capitalista. Crecientemente, los pueblos del mundo rechazan las ideologías y sistemas que institucionalizan la inequidad, la explotación, la pobreza y la miseria sin fin que el capitalismo trae a la humanidad.

En América Latina, en particular, al lado de la República revolucionaria de Cuba y de las heroicas luchas revolucionarias de larga tradición de Colombia, surgen nuevos movimientos sociales progresistas, participativos y de base, así como proyectos socialistas incipientes en los cuales el pueblo democratiza el poder económico y político. Estos movimientos no están sencillamente ocupando estructuras de poder preexistentes sino que están transformando las nociones predominantes sobre cómo se debe utilizar el poder. En lo fundamental, estos movimientos están motivados por la idea de que el poder es construido desde abajo hacia arriba y que debe tener sus raíces en el pueblo y las comunidades. Al construir un movimiento para la transformación de Irlanda, tenemos mucho que aprender de los movimientos sociales que han ganado y siguen ganando fuerza en toda América Latina.

¡A levantarse!

La elección que enfrenta la clase trabajadora no es entre las diferentes modalidades de capitalismo; sea el neoliberalismo desnudo o el capitalismo con “conciencia social” de la socialdemocracia. Como movimiento revolucionario, la tarea primordial de éirígí en este momento de la lucha por la liberación es es continuar agitando que ninguna de las dos fórmulas es capaz de servir a los intereses de largo aliento de la clase trabajadora. Como partidarios del socialismo revolucionario es responsabilidad de éirígí actuar como organizadores del pueblo y realizar solamente acciones que defiendan y sirvan para el progreso de sus intereses.

Basados en el entendimiento que éirígí tiene de la naturaleza inseparable de las luchas social y nacional, debemos agitar en un amplio rango de problemas, incluyendo la cuestión nacional y los objetivos inmediatos de mejores condiciones de trabajo, vida y de seguridad social para la clase trabajadora. Es tarea de los revolucionarios señalar al pueblo que sus enemigos reales son los terratenientes, los explotadores y aquellos que mantienen a una parte de nuestro país bajo una ocupación política y militar.

Tanto en Irlanda como en el resto de los países, debemos construir el socialismo; una república socialista no es algo que se vaya a dar de manera espontánea –debe ser construida desde abajo. Los esfuerzos del pueblo irlandés de construir un sistema basado en los principios socialistas deben asentarse en el principio fundamental de que sea el mismo pueblo quien se apropie del proceso. Esto quiere decir que el socialismo solamente puede ser construido y sostenido por la participación activa de las masas en su construcción y administración.

En lo cotidiano, se vuelve cada vez más claro que la visión contenida en la Proclamación de 1916 (el documento radical que proclamó la independencia irlandesa de Inglaterra) sigue siendo eso –una visión. Resulta evidente que el aspecto más importante de la liberación de Irlanda –la liberación de su pueblo- es imposible bajo el capitalismo. El cisma existente entre los propósitos, el espíritu y el contenido del Programa Democrático del Primer Dáil de 1919 (el programa radical publicado por el gobierno revolucionario en los primeros días de la guerra de independencia de 1919-1921) y todos los programas subsecuentes de gobierno en los veintiséis condados, y por último, en el parlamento de Stormont, se vuelve cada vez más ancho con el paso del tiempo.

Mientras el sistema burgués sigue, inevitablemente, rindiéndose a una agenda neoliberal (con sus nociones fundamentales de la jibarización del Estado y del gobierno como facilitador de la iniciativa privada y de las ganancias), se hace más y más claro que sus intereses son contrarios a los de la clase trabajadora. Mientras más claro se hace esto, más se prepara el terreno para que el pueblo no tenga otro recurso que levantarse, derrocar a sus gobernantes, y establecer un sistema en el cual sea el pueblo el que esté protegido y no los márgenes de ganancia.

Éirígí cree que el socialismo revolucionario es hoy más relevante que nunca. Tal cual James Connolly, éirígí sostiene que solamente por el socialismo el pueblo trabajador de Irlanda y del mundo puede ser salvado.

La tarea última de todos los revolucionarios es convencer a los demás de hacerse revolucionarios; convencer a la clase trabajadora que deben tomar el bando de la revolución en la lucha de clases para asegurar y defender sus intereses colectivos. Es tarea de los revolucionarios irlandeses hoy en día, crear las condiciones por las cuales los “hombres y mujeres desposeídos” se transformen en una masa revolucionaria que se levante de una vez por todas para destruir a este sistema predatorio llamado capitalismo; éirígí está comprometido a ayudar a construir este movimiento que ayude a evidenciar, y a barrer, las contradicciones de esta estructura social y económica podrida en que se basa nuestra sociedad. En su lugar, es imperativo que construyamos la antítesis de la sociedad presente y del mundo en que vivimos. La nueva sociedad tendrá, forzosamente, que estar basada en los principios de soberanía, democracia, libertad, justicia, igualdad y solidaridad en nuestras comunidades e internacionalmente. No hay más opción. Nuestro éxito colectivo o nuestro fracaso, determinarán en último término si podremos crear la federación libre de pueblos libres que es la única base para la paz y la justicia social en este planeta, o si descenderemos a la barbarie. Las opciones que tenemos son así de dramáticas.

Lo que los revolucionarios irlandeses pedimos, es que los revolucionarios y las personas progresistas del mundo que comparten esperanzas similares de paz con justicia social aprendan las reales lecciones del “proceso de paz” irlandés. El conocimiento y la comprensión de lo que realmente sucedió en Irlanda en este período en oposición a lo que el establecimiento político y algunos antiguos “revolucionarios” quieren que se crea, es esencial para evitar en el futuro cometer los mismos errores.

Daithí Mac an Mháistir
Noviembre 2010

Revisar: www.eirigi.org

Contacto:
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4 comentarios:

  1. Interesante artículo.

    Ideológicamente, ¿qué diferencias existen entre éirígí y el IRSP?

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  2. Personalmente creo que el IRPS tuvo un papel más relevante en parte de la época más cruenta de los troubles, con un marxismo leninismo ortodoxo por bandera.

    Éirígí surje en otra etapa y ciertamente ha conseguido llevar un movimiento aparentemente más 'fresco', con una fuerte base juvenil, sin el lastre de los años de violencia armada (esa es una diferencia importante) y divisiones que sí tiene el IRSP a sus espaldas.

    Sinceramente, hoy en día los más jovenes pueden identificarse con ambos partidos, los mas entrados en años pueden ver una ortodoxia en el IRSP que éirígí tal vez no crean que les ofrece, y una historia que es evidente que éirígí no tiene.

    Particularmente éirígí, tiene un concepto de socialismo basado en Connolly y con una orientación más abierta, dinámica y actual.
    El IRSP ofrece una posición más ortodoxa (para entendernos, más comunista)bajo el marxismo -leninismo y también con Connolly y Costello.
    Supongo que sobre gustos, colores.

    Un saludo.

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  3. Me llama la atención que hagan una crítica muy bien fundamentada hacia el Sinn Fein y el PIRA por no aplicar una política social claramente definida y a la par de la lucha nacional, pero sin embargo no mencionen para nada al INLA como un grupo que defendió precisamente esos dos valores, vamos, es como ignorarles.

    Un saludo.

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