lunes, 27 de abril de 2009

Un poco de historia para entender el conflicto







ANTECEDENTES DEL CONFLICTO

Como sabemos el conflicto tiene un supuesto origen religioso y la evangelización del pueblo celta es el comienzo,aunque no debemos obviar que los sentimientos de indepedencia en Irlanda fueron de la mano de católicos y protestantes en el sur,quitando el conflicto exclusivamente religioso en esa parte de la isla.

¿Nos hallamos ante un conflicto exclusivamente interreligioso? datos históricos permiten explicar que no es así. No se trata de una guerra entre religiones, aunque más adelante veremos cómo la fe de cada comunidad está siendo utilizada como una seña de identidad de los dos bandos en conflicto. Dos bandos que, más que por los diferentes credos, se dividen y enfrentan por sus diferentes identidades nacionales: británicos contra irlandeses.

Los celtas eran un pueblo de origen indoeuropeo que antes del siglo V a. C. comenzó a desplazarse hacia el Este de Europa dominando y ocupando el centro y norte europeo, desde la cuenca del Danubio, hasta Francia, España, y poco después Gran Bretaña e Irlanda. El mundo celta era un mundo mágico. Vivían la magia no como un aspecto religioso separado de los hechos cotidianos, sino que aún los sucesos diarios habituales formaban un todo, eran parte de la magia. Todos los elementos del mundo natural, ríos, arroyos, pájaros y otros animales y muy especialmente los árboles eran ni más ni menos que espíritus especiales o deidades de diferente importancia a los que frecuentemente se dedicaban ofrendas votivas.

El cristianismo había llegado a Britania en tiempos del dominio romano. En el siglo V d.c., Irlanda fue convertida por san Patricio y otros misioneros. Después, el cristianismo se estableció en Escocia, principalmente a través de la fundación de Iona por san Columba. Por lo tanto, la fe cristiana fue llevada a las tribus británicas del noroeste escocés, cuyos miembros eran conocidos como pictos, y a los británicos de Northumbria. La cultura del mundo celta experimentó un gran florecimiento en los siglos VII y VIII, en el cual la Iglesia jugó un papel central patrocinando las artes, la escultura y la ilustración de manuscritos. La literatura vernácula también fue cultivada de forma más extensa que en otros lugares de Europa. Los eruditos celtas destacaban como misioneros y profesores en el continente.

En el siglo XVI el Rey de Inglaterra, Enrique VIII , pidió al Papa Clemente VIII, la anulación del matrimonio con su legítima esposa, Catalina de Aragón, para casarse con Ana Bolena. El Papa rehusó, fiel al mandato de Cristo: "Lo que Dios unió, no lo separe el hombre" (Mc 10,9). El rey, obstinado en su propósito de divorcio, en el año 1534 forzó la separación de la iglesia en Inglaterra de la comunión con Roma. Se declaró a sí mismo como único y supremo jefe de la iglesia inglesa. Ese fue el comienzo del anglicanismo.

Los irlandeses resistieron a esta nueva religión, lo que les valió quedar en el estatus de enemigos del rey y ser considerados ciudadanos de segunda clase.

Dado el grado de insignificancia que para la corona tenían los Irlandeses, se desplazó a la población irlandesa hacia el sur y se otorgó las tierras más fértiles, las del norte, a colonizadores escoceses, lo que generó una revuelta en 1641 tras la cual se les quitó todos los derechos a los pobladores originales de la isla de Eire.

Por el Acta de Unión de 1800, Irlanda fue incorporada al Reino Unido. En el siglo XIX, por el cual el Parlamento de Irlanda pasa a depender directamente del de Londres.

Esta insignificancia y animadversión encuentra su mayor expresión en la década de 1840 a 1850, en la cual se presentó una peste en las plantaciones de patata de los irlandeses, destruyendo su principal fuente de alimentación y dada la nula ayuda del imperio británico, produjo la muerte de más de un millón de personas, además de la migración hacia Estados Unidos de una cifra casi equivalente, dejando la población de Irlandeses reducida a la mitad.

Debido a las presiones independentistas irlandesas( donde están presentes protestantes y católicos), en 1912 la cámara baja del parlamento británico presenta un acta para Home Rule de Irlanda, es decir, un gobierno semiautónomo, adscrito al de la Corona, cuya aplicación es postpuesta por la entrada de ésta en la Primera Guerra Mundial en 1914.

Es ahora cuando los irlandeses se impacientan y el lunes de la Pascua de 1916 proclaman su propio gobierno provisional, el cual es derrotado tras una semana de enfrentamientos con los ejércitos imperiales británicos.


ACTUALIDAD

En 1916 el levantamiento republicano de Pascua de Dublín fue sofocado, pero marcó la creación del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y la última etapa de una larga lucha por la libertad.

El IRA permanecerá en la clandestinidad durante todos los siguientes años de enfrentamientos, colaborando en las acciones que los republicanos irlandeses tomarán para tratar de lograr la declaración de la república primero y la unión después.

En 1920 se otorga la independencia a 26 condados de mayoría católica. Irlanda del Sur se convirtió en una región autónoma dentro del Reino Unido. Los otros seis condados ubicados en el Noreste pasaron a ser el norte de Irlanda , la cual tiene la mayoría de población protestante (64%).1922 Irlanda del Sur declaró la independencia y se convirtió en el Estado Irlandés Libre, pero se hallaba dividido entre católicos y protestantes.

En 1949 Irlanda es finalmente declarada una república independiente, pero los seis condados del Ulster permanecen bajo dominio británico y por lo tanto, comienzan las reclamaciones del gobierno Irlandés y del IRA por conseguir la unión de que se hablaba anteriormente.

En el norte de Irlanda la minoría católica es discriminada por los protestantes. Se les niega educación, empleo y posibilidades económicas.

En 1967 se forma la NICRA (Northern Ireland Civil Rights Asociation), formada por gente de las dos religiones, que procurará lograr un tratamiento igualitario para todos los irlandeses del norte. En la manifestación pacífica en Belfast en 1968 en la cual no solo pedían por los derechos de los católicos, sino por la paz, pues intensos conflictos se habían desarrollado en los últimos meses, es reprimida violentamente por el ejército británico.

Tras este hecho nace el IRA Provisional en 1969 en donde la minoría católica del norte de Irlanda lanza una campaña para defender sus derechos civiles exigiendo un mejor trato de los protestantes. A consecuencia de ella se produce una ola de disturbios. Al año siguiente, el ejército británico es enviado al norte de Irlanda. A pesar de las reformas en los derechos civiles, se registran los peores enfrentamientos en 50 años.

La guerra en los seis condados se declaró contra los intereses imperialistas de la Gran Bretaña de mantener bajo estatus colonial la primera de sus conquistas extraterritoriales, y efectivamente la última, por lo cual es indispensable para el IRA volver la zona ingobernable e insegura a través de la realización de ataques terroristas a sitios estratégicos del Ulster, lo que incluye la colocación y detonación de explosivos en los cuarteles de la RUC y campamentos del ejército británico, los bares que estos frecuentan o incluso las estaciones del metro en Londres. Sin embargo, el IRA avisa a las autoridades la zona de ubicación de las bombas que pueden herir a civiles antes de la detonación de las mismas para que se proceda a la evacuación, por lo tanto la responsabilidad de hacerlo o no está en manos de los británicos los cuales se aferran a un territorio que no les pertenecía. Ellos han facilitado la formación de bandas paramilitares de ultra derecha como la de los Voluntarios del Ulster (UVF), que mata indiscriminadamente a los católicos porque los considera colaboracionistas del IRA, hechos completamente apoyados por la Orden de Orange, especie de logia masónica protestante que representa la posición más recalcitrante dentro de Irlanda del Norte, y que es virtualmente quien maneja todas las instancias de la misma.

En 1972, las tropas británicas matan a 14 manifestantes católicos durante el Domingo Sangriento en Derry, una de las fechas más sangrientas y más recordadas por los católicos del Norte de Irlanda. Ese mismo año se crea el Consejo Irlandés sobre la Condición de la Mujer El peso de la tradición católica ha significado un freno en la lucha por la emancipación femenina. Las mujeres de ambas regiones de Irlanda tienen que viajar a Inglaterra para poder practicarse una interrupción del embarazo, y en la República Irlandesa la venta de anticonceptivos sigue siendo restringida.

Dos años después se crea la denominada asamblea de Irlanda del Norte. Se eligen 78 miembros. Pero la administración ejecutiva se viene abajo en mayo después de una huelga de trabajadores protestantes contra el poder compartido. Londres reanuda entonces el gobierno directo sobre la región. A partir de 1979, el Ejército Republicano Irlandés incrementa su ofensiva contra destacadas personalidades británicas. Tres años después, en pleno tacherismo, un ataque con bomba del IRA durante la conferencia del Partido Conservador británico acaba con la vida de cinco personas. La primera ministra Margaret Thatcher sale ilesa.

A su vez, los encuentros entre los dos gobiernos condujeron a la firma del Acuerdo Angloirlandés de 1985. Con él, el gobierno de Dublín pasaba a tener una intervención regular en asuntos políticos, jurídicos, de seguridad y fronterizos del norte de Irlanda. La mayoría de los protestantes expresaron un fuerte malestar, pero el Acuerdo garantizaba que la situación constitucional del norte de irlanda quedaría sujeta a la decisión de sus habitantes.

Durante la década de 1980, la economía irlandesa sufrió altos niveles de desempleo (un promedio del 16,4% entre 1983 y 1988) y emigración, a los que se sumaron los elevados índices de inflación y recesión industrial. Un estricto programa de austeridad, aplicado desde 1987, permitió reanudar el crecimiento en la segunda mitad de la década. La inflación se redujo.

En noviembre de 1990, Mary Robinson, abogada de formación, ganó la presidencia de la República como primera mujer que llega a ese cargo. Candidata independiente, apoyada por el Partido Laborista, la Asociación Política de Mujeres y los sindicatos, Robinson obtuvo el 52% de los votos. En un país mayoritariamente católico y muy conservador, Mary Robinson se ha destacado por su defensa de los derechos de los homosexuales y las mujeres y el reconocimiento legal de hijos ilegítimos.

Ya en la década de los 90, concretamente en abril de 1991 comenzaron en Belfast las negociaciones multipartitas, en otro intento por definir el futuro político de Irlanda del Norte.

En tanto el IRA ataca con mortero la residencia oficial del primer ministro británico en el número 10 de Downing Street. No hay ningún herido. En 1993, el IRA perpetra una atentado contra una concurrida calle en la zona protestante de Belfast y mata a 10 personas. Como venganza, extremistas protestantes matan a siete personas que festejaban el día de Halloween.

En una declaración anglo-irlandesa, Gran Bretaña dice que no se opondría al fin del control británico si lo quisieran una mayoría, y ofrece a los republicanos del Sinn Fein (brazo político del IRA) un asiento en las negociaciones de paz si el IRA pone fin a la violencia.

El IRA anuncia un cese del fuego en septiembre de 1994, secundado por las guerrillas pro-británicas semanas después. Las autoridades británicas sostienen su primera reunión abierta con el Sinn Fein en más de 70 años.

En menos de 2 años después IRA coloca una bomba en el distrito londinense de Docklands que mata a dos personas y hiere a 100.Ellos alegan que los británicos nunca presentaron sus fórmulas de acuerdo sino condiciones, que proceso nunca llegó a ser de verdad democrático ni avanzó hacia ningún lado, los objetivos nunca se plantearon por la contraparte ni se demostró voluntad política para seguir adelante con el proceso. Por esto en junio al comenzar en Belfast unas conversaciones multipartidistas sobre el futuro de Irlanda del Norte el Sinn Fein queda excluido.

En julio del 97 se anuncia un nuevo desarme. Seis semanas depuse Sinn Fein se suma a las conversaciones de paz por primera vez.

El actual proceso de paz arranca con el Acuerdo de Viernes Santo. Tras laboriosas negociaciones, el 10 de abril de 1998, Pero la cuestión del desarme de las milicias, en particular de la más poderosa, el IRA, se vuelve difuso. El IRA no firmó el acuerdo. Los partidos signatarios, entre ellos el Sinn Fein se comprometió en aquel momento a usar toda su influencia para conseguir que todas las armas de las formaciones paramilitares estén fuera de uso en dos años.

El desarme ha sido lento y con problemas pero ahora se puede decir que el IRA ya esta en paz y el Ejército Republicano Irlandés se disculpó por los asesinatos civiles de 30 años de violencia en el Ulster, a través de un histórico comunicado. Allí La organización ofrece "sinceras disculpas y condolencias" a los familiares de las víctimas civiles que en estos años de guerra han llegado a 3600 muertos.


BIBLIOGRAFIA

http://www.google.cl/

http://www.iespana.es/cafeirlandes/los%20celtas/

http://www.eurosur.org/guiadelmundo/

http://www.elpais.es/temas/dossieres/ira/desarme.html/

http://www.geocities.com/CapitolHill/Lobby/1715/irlanda/

http://www.portalplanetasedna.com.ar/grupo01a.gif


Y otra visión del Profesor Pablo salvador Fontana:

El conflicto Irlandés es uno de los entuertos más bravos e intrincado de la historia humana, el cual desató una ola de violencia asombrosa y muy pocas veces vista.

Este conflicto, viejo de siete siglos, tal vez no esté solucionado por siempre jamás, pero últimamente ha entrado en una etapa que nadie, en su sano juicio, hubiera anticipado.

Para entender la ruptura que representa, en la actualidad, este gobierno de Paisley-Mc Guinessess, hay que entrar en el campo minado que es la historia irlandesa, esa que el refrán define como algo que “los ingleses deberían recordar y los irlandeses olvidar”.

El cuento empieza en la Edad Media, cuando el ir y venir de invasiones mutuas comienza a tener una identidad inglesa. Para los tiempos de la primera Isabel, Irlanda ya era un “problema”: los ingleses se sostenían a espadazos en la costa, negociaban y reprimían, hacían la guerra y comerciaban con esas “bandas” incomprensibles de irlandeses. Pero ya quedaba claro que la gran ventaja inglesa, la temprana organización de un gobierno estable y centralizado, hacía una cuestión de tiempo ganarse la isla. Irlanda, que hace un milenio era un oasis de conocimiento y artes en una Europa barbarizada, nunca pudo unificarse ni muchos menos crear algo como un Estado. Londres sabía que así como ya se había tragado a Gales y estaba erosionando a Escocia, Irlanda sería suya.

El problema de ocupar países fragmentados políticamente (como a Estados Unidos le paso hoy en Irak) es que no saben cuándo rendirse. La historia de los ingleses en Irlanda nunca llegó a ser una de “absorción” ni de “integración”, como lograron hacerlo en la isla mayor, donde los escoceses y galeses se transformaron más o menos en británicos (con vueltas y autonomías, pero en serio). Los irlandeses siempre fueron irlandeses, de lealtad dudosa a la corona, y maníacos del catolicismo, transformado en seña de identidad nacional. Enrique VIII (imagen derecha), el de las muchas esposas, comenzó una política de reemplazo de población y de cero de tolerancia a las rebeliones, continuada por el republicano Cromwell y por los Carlos, medios bobos pero dispuestos a derramar sangre. Este proceso de ocupación terminó con un curioso nombre, “Plantación”, y fue aun más cruel. Las tierras se ocupaban con ingleses y escoceses de toda laya y condición social, pero protestantes, y los antiguos dueños morían, emigraban o pasaban a ser peonada. Así nació el exilio irlandés, que solo cesó en 1998. El experimento alcanzó su mayor éxito en algunos condados del Norte, donde los que se consideraban británicos llegaron a ser mayoría y donde con el tiempo se radicó la mayoría de las industrias. El resto del país vivió de crisis en crisis, de rebelión en rebelión, y acabó gobernado directamente desde Londres, como una colonia, al perder su Parlamento propio. La inmovilidad política hizo que tomara siglos algo tan simple como darles el voto a los católicos, la inmensa mayoría del país.

A mediados del siglo XIX, Irlanda estaba superpoblada (cinco millones de habitantes en una isla del tamaño de Entre Ríos) en un equilibrio inestable, quebrada políticamente y siempre al borde de la catástrofe social. Fue entonces que un hongo destruyó casi completamente la cosecha de papas del país. Fue el comienzo de la”Gran Hambruna”. A un siglo y medio de distancia, resulta difícil entender por qué un país entero sufrió una catástrofe indecible por perder una cosecha de un producto. La respuesta es que la papa era, literalmente, lo único que comían los campesinos que vivían en una economía donde lograban alquilar un terreno de veinte por veinte metros para cultivar sus papas y donde el único dinero que se veía era por la venta anual de un chancho. De hecho, del único chancho de la familia. Perder las papas fue perder todo. Murió un millón y medio de personas. Otro millón y medio se fue del país, principalmente a Estado Unidos, pero también a Inglaterra, Australia, Argentina y reinos lejanos del Imperio Británico. Irlanda volvió a tener cinco millones de habitantes recién a fines del siglo XX.

Para 1900, la situación era insostenible y la presión política imponía como mínimo que la isla pasara a ser un dominio, como Canadá, con gobierno autónomo. Los “protestantes” (etiqueta inexacta para los irlandeses que se sentían realmente británicos, aunque no todos fueran protestantes) bloquearon sistemáticamente cada una de las leyes, iniciativas y pedidos de autonomía de la isla. Por Londres ya se había aceptado la realidad cuando, en 1914, comenzó la Primera Guerra Mundial y todo fue al todavía no inventado freezer. Dos años después, en plena guerra y con cientos de miles de irlandeses sirviendo en las trincheras con los uniformes del rey, los nacionalistas irlandeses se alzaron en armas en Dublín. Duraron una semana, pero estrenaron la bandera tricolor, se inmolaron en una batalla perdida de antemano y proclamaron la República, “en nombre de Dios y de las generaciones muertas”. Eran una mezcla rara de poetas, estudiosos del idioma irlandés, sindicalistas fierreros, nobles y proletarios, casi todos pero no todos católicos. El ejercito británico los capturó, los juzgó como traidores a la patria en tiempos de guerra y comenzó a fusilar a los líderes. Grave error: Irlanda ama a sus mártires y aunque la abrumadora mayoría del pueblo estaba verde de bronca con los rebeldes, a todo el mundo le cayó torcido que los ingleses los fusilaran. Fue entonces que nació una belleza terrible.

En 1919, ya ganada la guerra, hubo elecciones y los rebeldes, bajo la bandera del partido “Sinn Fein”, ganaron barriendo a todos los partidos tradicionales , más “políticos”. En lugar de tomar sus bancas en Londres, se reunieron en Dublín, se proclamaron como el gobierno legítimo de la República de Irlanda y ordenaron a su brazo armado, el IRA (Ejército Revolucionario de Irlanda) que comenzara el combate contra el ocupante. Como contaban con un inesperado genio militar en el Ministro Collins y como lograron unificar de una vez la fragmentada opinión pública, ganaron la batalla.

Por supuesto que no ganaron militarmente, ya que Gran Bretaña era todavía la mayor potencia del mundo. Lo que lograron los rebeldes fue enfrentar a Londres con la opción de ceder o reprimir en serio, con medio millón de soldados tratando de aplastar una resistencia dispuesta a todo. El gobierno británico cedió, negoció que Irlanda fuera un Estado Libre (ni República, ni Provincia, ni Dominio) y se cobró la libra de carne: los condados del Norte con mayoría protestantes seguirían siendo ingleses: los irlandeses votaron en un plebiscito tragarse la imposición y así nació esa entidad tan rara, Ulster, o más exactamente, Irlanda del Norte. Al Sur, en el flamante Estado, hubo una feroz y breve guerra civil. Al Norte, en la nueva colonia, se instauró un apartheid de los duros. Mal que mal, hubo paz. La sigla IRA pasó a ser un sello de duros nostálgicos, vistos como desubicados en un país que se encerró en la pobreza, la censura, el catolicismo preconciliar y la política chica, con la emigración como válvula de escape y la literatura como único destello de originalidad. El espíritu “feiniano” parecía más vivo en los pubs de Boston que en el viejo país.

Así por medio siglo, hasta que en mayo de 1966 dos protestantes bastante pasados de copas le tiraron una molotov a la tienda de un católico en Belfast. Como estaban bebidos no le acertaron al edifico y la bomba entró por la ventana de la casa vecina, donde vivía una anciana protestante que no podía subir las escaleras y siempre dormía en su diminuto living. La bomba le cayó encima, la señora ardió y gritó. Así con “victimas” y “victimarios” protestantes, comenzaron los “problemas”, el eufemismo con lo que se podría nombrar a cuarenta años de guerrilla, contrainsurgencia, represión y asesinatos colectivos.

Después del Domino Sangriento (Enero de 1972) (Sunday Bloody Sunday, como dice la famosa canción de U2), resucitaron de sus cenizas tanto al IRA, la guerrilla más antigua del mundo, como los paramilitares protestantes. Este baño de sangre solo iba a parar en este otro “mundo” en que vive Europa ahora, el “mundo” de la Unión Europea, cuando el muro de Berlín es un recuerdo y los fierros, una suerte de vergüenza tercermundista.

En 1972, el Ulster ya iba en camino a la violencia y con los frenos seriamente pinchados. La misma provincia era una entidad artificial, ni “pato” ni “gallareta”, producto de una rendición a medias y de un triunfo cortado. Los irlandeses nacionalistas le habían ganado su independencia a los británicos de la mano de Michael Collins y después de siete siglos, pero les había alcanzado para ganarla sólo políticamente: el primer IRA forzó a los ingleses a negociar o a ponerse totalitarios, pero no los venció militarmente. Lo que surgió fue una partición de la isla, autónoma –y después independiente- en todo menos en un rincón del Norte donde los protestantes eran mayoría y amenazaban con su propia guerra si no seguían siendo británicos.

Así, en 1922, Irlanda pasó a tener dos parlamentos, uno en Dublín, nacionalista y republicano, y otro en Belfast, bajo bandera inglesa y con el raro status de ser el único rincón del Reino Unido con autonomía parcial. La entidad tenía problemas de nombre -¿Irlanda del Norte? ¿Ulster?- y ni hablemos de la identidad: todos eran irlandeses, pero no como los otros irlandeses.

El Ulster duró unos cuarenta años más o menos en equilibrio, con un apartheid de hecho donde los católicos, sospechosos de nacionalismo, eran ciudadanos de segunda, sin derecho a ejercer ciertas profesiones y con cuotas para los empleos públicos. Los protestantes la tenían cómoda, ya que su mayoría les permitía ejercer el poder sin sobresaltos. Tanto que por medio siglo gobernó siempre el mismo partido, con la misma mayoría de diputados y sin necesidad de pensar demasiado. Los católicos, a su manera, sostenían el sistema por su notable rigidez ideológica. La única política aceptable para ellos era el nacionalismo entendido como fundamentalismo irredento; la patria irlandesa no aceptaba la misma existencia del Ulster, de sus instituciones y su gobierno: los protestantes eran apenas entreguistas, cipayos de los ingleses, peones en un juego de poder dirigido desde Londres. El resultado era que los nacionalistas que resultaban electos para el Parlamento de Stormont (Ulster) no hacían nada. Pero nada de nada: en medio siglo no lograron ni una ley que ayudara a su grey a tener una mejor vida. Y el otro resultado era que la mayoría de los paisanos protestantes, terminaban como fantasmas: nadie pensaba que realmente podían sentirse británicos, que sinceramente pensaban lo que decían, que no querían ser irlandeses gobernados desde Dublín.

Los protestantes no facilitaban el diálogo, presos de sus propios fantasmas. En Ulster todo católico era sospechoso de ser un rebelde peligroso, un tirabombas, y el fundamentalismo protestante era de una grosería rampante. El inefable reverendo Ian Paisley, ya ganaba fama en los años sesenta con sus sermones sobre la “puta de Babilonia” (por la Iglesia Católica) y sus llamados a la violencia armada contra “esos”. Ulster era un lugar victoriano, conservador, rígido, donde los domingos cerraban los comercios, los cines y los bares para que todo el mundo fuera a su iglesia.

Y aun así, la situación se sostuvo hasta la noche tarde del 7 de mayo de 1966, cuando dos protestantes medio mamados encendieron la mecha. Inflamados por Paisley, tapándose la cara con un impermeable y zigzagueando por un callejón de Belsfast, los dos “comandos” le tiraron una molotov a una licorería cuyo dueño era católico. Pero el exceso de cerveza los traicionó: la bomba cayó en la casa de al lado, rompió la ventana del living y le explotó encima a Matilda Gould, una señora de 77 años, lisiada y protestante, que siempre dormía en la planta baja para no subir las escaleras. Lo que bien puede ser descripto como la segunda guerra civil irlandesa arrancó con los gritos de una abuela quemándose viva.

Los borrachos de impermeable eran militantes de la Fuerza Voluntaria del Ulster, UVF, un pequeño grupo de clase obrera protestante que quería luchar contra la “subversión católica”. El grupo emitió un comunicado detallando que los primeros blancos serían “cuadros conocidos del IRA”, pero el festival de matanzas siguió con un homeless alcohólico y católico, y con un chico de 18 años que volvía tarde de trabajar.

Un problema era que, en 1966 era difícil encontrar alguien del IRA en Belfast. La organización acababa de cumplir medio siglo –había nacido de la unión de varios grupos paramilitares para la rebelión de Pascua de 1916, como ejército de la clandestina República Irlandesa – y era un fantasma anticuado, listo para un cambio generacional y viendo cómo grupos de izquierda influidos por las campañas de derechos civiles de Martin Luther King le ganaban la calle. Estos grupos querían trascender la división protestantes-católicos, pensando que los intereses proletarios son comunes, y querían exponer las injusticias del sistema con marchas y manifestaciones sobre temas como vivienda, salud y trabajo. Tuvieron mucho éxito, gracias a la televisión y a la torpeza del gobierno local, que reprimió con gusto todo lo que se moviera y logró que los problemas del Ulster pasarán a la agenda del Londres.

El gobierno británico, para peor laborista, simplemente le ordenó a Stormont que reformara el sistema. Así, hubo anuncios sobre vivienda, voto, empleo y abolición de las viejas leyes especiales que enfurecieron a los protestantes duros. Los grupos de derechos civiles florecieron como hongos, de izquierda y moderados, en su mayoría católicos pero también ecuménicos, todos tomando las calles de pueblos y ciudades, todos sospechados oficialmente de ser apenas “frentes” del IRA. El frágil equilibrio terminó cuando una amplia marcha católica en Belfast (capital del Ulster) fue atacada por cientos de protestantes armados con ladrillos y palos. Hubo cantidades de heridos, gruñidos desde Londres y varias renuncias de los más duros en el gabinete local. El gobierno cayó y hubo que llamar a elecciones.

El voto de febrero de 1969 creó otro país, que se las arregló para llegar a fines de siglo. Los unionistas moderados (todos protestantes por supuesto) ganaron pero perdieron su mayoría automática, ya que los extremistas les armaron bloque propio. La “nueva izquierda” católica barrió a los viejos nacionalistas, cuyo partido prácticamente dejó se existir. Lo curioso es que, debilitado y todo, el gobierno siguió siendo el mismo, igualmente presionado por Londres y dispuesto a reformar el sistema. Los grupos extremistas protestantes, que iban desde patotas de barrio a células políticas, se unificaron bajo el paraguas del UVF, y las bombas empezaron a explotar por todos lados. Tantas, que el gobierno volvió a caer.

Para el verano, la cosa se le estaba yendo de las manos a todo el mundo. El verano es la época más cruel en el Ulster, ya que los protestantes festejan sus viejos triunfos del siglo XVII contra la nobleza católica con marchas provocativas, que por alguna razón siempre pasan por los barrios católicos. En el relativo calor de ese año, comenzaron a llover ladrillos y molotovs sobre los estandartes naranjas de las marchas, que por decenas degeneraron en trifulcas memorables. Los unionistas (protestantes) se encontraron desbordados y la conducción del IRA se desayunó con que los militantes jóvenes de Belfast ya no obedecían las moderadas órdenes de Dublín (capital de la Irlanda católica). La batalla estalló en serio, con muertos, en Derry y Belfast, donde los extremistas protestantes atacaron abiertamente los barrios católicos, protegidos por la policía, y los jóvenes militantes del IRA salieron a la calle a defenderlos con lo que tenían a mano. En agosto, el gobierno capituló y pidió a Londres que enviara al ejército. Las tropas fueron recibidas por los católicos como protectores, con tazas de té y abrazos. Los protestantes comenzaron a armarse en serio. Y el IRA comenzó un debate interno que resonaría en Irlanda por décadas.

Básicamente, la organización de Belfast se cortó sola. Primero, llamó a un congreso a fines de 1969 y por mayoría simple votó aceptar la realidad de Storrmont, asumir que existía Irlanda del Norte. Luego, se dividió cuando los más duros, liderados por Sean Mac Stifan, repudiaron “la entrega”. Los disidentes, entre los que se contaba un joven barman llamado Ferry Adams, no hicieron tiempo de llamar formalmente a un congreso propio, por lo que adoptaron el nombre IRA Provisional. La etiqueta prendió y en los barrios obreros católicos de Belfast comenzaron a aparecer pintadas mostrando un fénix y la consigan, “de las cenizas del ´69 surgieron los provisionales”.

El nuevo IRA era una peligrosa mezcla de dogmatismo republicano –no se negocia, no se participa en política, no se va a elecciones- y de broncas mal digeridas por una vida de opresión. En sus filas andaban veteranos de viejas lides como Billly Mc Kee, fierrero con historia, y pibes indignados como Martin Mc Guinnes. Todos tenían contactos en Nueva York, la ciudad de donde siempre llegaron fondos y armas para la causa, y pronto los arsenales comenzaron a crecer.

Mientras los bandos se armaban y reclutaban, se terminaba el romance con el ejército británico. Las tropas rápidamente se encontraron haciendo trabajo de policías y para junio de 1970 comenzaron los muertos. En los enfrentamientos entre católicos y protestantes, los soldados se ponían al medio, con lo que cobraban de ambos lados, pero más del católico. Para junio, nuevamente verano, los dos IRA –el provisional y el Oficial- comenzaron a atacar al ejército y a defender los barrios católicos. Esta vez no eran palos y piedras, eran armas largas, y las tropas de Su Majestad tuvieron sus primeras bajas en suelo soberano desde la blitzkrieg alemana. El 6 de febrero de 1971, en una emboscada cuidadosamente planeada, Billy Reid, un pibe del Tercer Batallón del IRA Provisional, mató con una ametralladora a Robert Curtiss, soldado raso de veinte años de la Artillería Real. Ese día se cruzó una línea.

Las bajas militares, las decenas de bombas, los muchos asesinatos selectivos, el constante desorden, las batallas callejeras y las huelgas, tanto católicas como protestantes, desbordaron al gobierno y se tragaron al movimiento por los derechos civiles. Para el 9 de agosto de 1971, con el ejército inglés desembarcando diariamente refuerzos, el gobierno decidió “internar” a los provisionales. Ese día, muy de madrugada, se realizaron las primeras razzias en los barrios católicos, con tropas armadas hasta los dientes y con listas de sospechosos a detener sin cargos ni jueces. La operación resultó un una batalla campal y en pocas horas había 15 muertos y 342 detenidos, doce de los cuales fueron prolijamente torturados por una semana en una base de la fuerza Aérea en Ballykelly.

La operación fue un fracaso. Hubo un escándalo en Gran Bretaña por las torturas, el Consejo Militar del IRA dio una conferencia de prensa para mostrar que seguía libre y operando, y la venganza de los provisionales terminó con el saldo de 32 militares ingleses muertos. La espiral de violencia empeoró, con ambos bandos poniendo bombas en bares y locales comerciales, con una alarmante cantidad de niños y hasta bebés muertos. El año horrible de 1971 terminaba con un baño de sangre.

Derry, la segunda ciudad de Ulster llamada Londonberry por los protestantes, se había salvado de lo peor. Menos sectaria que Belfast, los moderados todavía marcaban el tono y a los provisionales les había costado más organizarse. De hecho, recién en agosto de 1971 habían logrado matar a su primer soldado británico. Por eso no llamó la atención que los militantes por los derechos civiles llamaran a una marcha protestando las “internaciones” para el 30 de enero de 1972. Las concentraciones estaban prohibidas, pero el jefe de policía Frank Logan aconsejó autorizar el acto. Por razones que nunca se revelaron Robert Ford, supremo comandante militar británico, ordenó que el ejército frenara la marcha. La decisión había sido tomada al más alto nivel político.

Ese domingo, varios cientos de jóvenes se reunieron en el barrio católico de Bogside para escuchar a los oradores en la “Esquina Libre” de Derry, en el corazón de la zona nacionalista. Todo iba en paz hasta que poco antes de las cuatro de la tarde llegaron diez autos blindados, los notorios “sarracenos”, con “paracaidistas” provocadores. Las tropas bajaron de sus coches, se desplegaron en orden cerrado e inmediatamente balearon a un señor que pasaba por ahí casualmente, John Jonson, que moriría meses después de sus graves heridas. Uno de los “sarracenos” provocadores atropelló a otro hombre y sus conductores se bajaron de un salto, le pusieron los pies encima y lo fusilaron a quemarropa, tirado en el piso.

Esto fue como una señal: las tropas empezaron a disparar con sus armas automáticas para todos lados, desatando un pánico general y ametrallando las casas. La gente comenzó a correr, pero otro regimiento –con el peculiar nombre de Royal Anglicans- había tomado posición atrás y también abrió fuego. Hubo muertos por los francotiradores, hubo muertos por la ráfagas tiradas al voleo y hubo fusilados de rodillas, con las manos en la nuca y frente a testigos. El milagro fue que hubiera solo trece muertos (catorce con el pobre Jonson unos meses después).

La masacre rompió toda posibilidad de que el conflicto del Ulster pudiera ser mediado por Londres, que pasó a ser un actor desorientado, descontrolado y torpe por los siguientes 25 años. Después del Domingo Sangriento (Sunday Bloody Sunday), el ejército británico se encontró como en un Vietnam interminable y de entrecasa, atacado por los provisionales (católicos) y despreciado por “blando” por los protestantes. Lo que era un problema político terminó en una mezcla de guerra de liberación imposible de ganar, conflicto étnico y simple batalla territorial entre bandas. Irlanda del Norte pasó a ser sinónimo de bombas, huelgas de hambre, crueldades y arbitrariedades, famosa por invenciones como el “auto-bomba”, que debutó en las calles de Belfast en la década del setenta.

Para 1995, la situación mundial era otra y pese a las furiosas protestas de Londres, Gerry Adams, notorio líder del frente político del IRA Provisiona y del resucitado partido “Sinn Fein” fue invitado a la Casa Blanca por Bill Clinton en el día de San Patricio. El mismo Adams, que doce años después, es un factor de poder en Belfast y el que piloteo una de las negociaciones de paz más bravas, difíciles y ricas en sabotajes, escisiones y agachadas de la historia humana.

En 1997, a veinticinco años de la inexplicable masacre del Domingo Sangriento, el proceso de paz estaba ganando fuerza y el gobierno de Tony Blair, todavía en ablande, admitía en una nueva investigación que si bien era cierto que algunos manifestantes estaban armados, el ejército había abierto fuego sin provocación. Una comisión llena de lores publicará las conclusiones de cientos de testimonios, y la promesa es que por fin se nombre a los responsables.

En 1998, se firmaba el acuerdo marco que ahora se pone en acción para formar este peculiar gobierno.

La república de Irlanda es hoy uno de los países más prósperos y vitales del mundo, mucho más que su provincia perdida. Toda la isla es parte de la Unión Europea y a nadie le calienta tanto la religión como antaño. Faltaba nada menos, que tener iniciativa política para crear algo que abriera la puertas de un proceso mucho más largo y complicado, el de formar una identidad nueva. Ayudó mucho, el cansancio con la violencia y la evidencia de que las organizaciones armadas de ambos bandos se dedicaban también a la extorsión y el negocio de la “protección”.

Millones de viejas tumbas, protestantes y católicas, se deben estar dando vuelta. Son los abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y ancestros de Irlanda, a los que ahora le llegó la increíble noticia: la provincia “perdida”, el Ulster irredento, pasará a ser gobernado por el reverendo Ian Pasley y por Martin Mc Guinness. En el palacio de Stormont, construido en Belfast para que la colonia fuera regida por protestantes británicos, avalan ahora a el líder de los paramilitares unionistas y un cuadro histórico del IRA. No solo que hablan sino que encabezan un gabinete con tres ex guerrilleros y varios sospechosos de defender, con armas en las manos, la versión local de apartheid. Para decirlo en criollo sería como un gobierno compartido entre un Astiz y un Santucho. De tan surrealista hasta puede dar resultado.

La República de Irlanda prosperó de modo increíble, la Unión Europea es una realidad que deja tribalizados a todos los bandos. Y sobre todo, ya nadie aguanta una vida así, de guerra interminable.

La nueva disidencia fue pensar en la paz. Y ahora Stormont no es más la etiqueta del gobierno opresor sino la sede de un gobierno compartido, problemático, siempre en crisis y atado con alfileres, pero que está llamando a elecciones. En Irlanda del Norte, en resumen, se volvió a hacer política y Blair, se pudo dar el gusto, antes de dejar el poder, de asistir en Belfast, a la restauración de la autonomía de Irlanda del Norte con la formación de un gobierno autónomo entre Unionistas protestantes y Republicanos católicos, acuerdo que tuvo en el primer ministro británico a su principal respaldo.

http://www.portalplanetasedna.com.ar/milenio3_4.htm

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