martes, 20 de septiembre de 2011

Experiencias de los lectores del blog en el norte de Irlanda

Hoy voy a poner la experiencia de F.B. en los Seis Condados ocupados, desde aquí agradezco nuevamente su colaboración y su crónica, y os animo a tod@s los que hayais visitado la isla a que mandeis vuestras crónicas y experiencias (con algún material gráfico de apoyo) y las publicaré sin censura alguna.

Welcome to West Belfast

Habíamos quedado sobre las 11 de la mañana, a las puertas del barrio nacionalista de Falls. Allí empezaba una ruta organizada por un colectivo de ex-presos republicanos. Iba a ser nuestra primera toma de contacto con el sitio y con la gente, y estábamos impacientes.

Cuando llegamos el responsable (un ex-prisionero provisional, según nos dijo) ya estaba allí con algunas personas más. Comenzó explicando de forma resumida la historia del conflicto, para después llevarnos a recorrer Falls Road. Los murales, los monumentos de orgullo y memoria a los caídos, las calles llenas de propaganda política y los chavales jugando con los restos humeantes de las hogueras de la noche anterior, distraían nuestra atención del guía.

Éste iba explicando sucesos relacionados con los lugares por los que pasábamos, de forma bastante amena y comprensible, incluso para nuestro inglés limitado. Lamentablemente, pronto nos dimos cuenta de que su narración del conflicto estaba muy condicionada por su afiliación al sector provisional. Por un lado, nos hablaba recurrentemente del triunfo de la estrategia electoral del SF y de las virtudes de los Acuerdos de Viernes Santo, o nos invitaba a entrar en la tienda del partido para echar un ojo; por otro, ignoraba los murales vinculados a otros sectores y las numerosas pintadas reclamando la libertad de prisioneros, que asomaban por todas partes. En un momento dado, al llegar a la altura de la casa Costello (actual sede del IRSP), se detuvo y nos explicó que en otra época esta casa había tenido una gran relevancia, pero que las corrientes revolucionarias del movimiento republicano habían degenerado mucho con el tiempo, poniendo el ejemplo de un grupo armado izquierdista que había violado mujeres (?) y hablando explícitamente del IRSP como un grupo marginal carente de apoyo. Preguntado por la situación actual de los prisioneros republicanos, hizo un silencio y empezó de nuevo: ciertamente todavía quedaban algunos presos que no aceptaron las condiciones de los GFA, y que por tanto, no habían sido excarcelados. Según él, habían agentes británicos “entre ellos”. Totalmente descolocados, le preguntamos si los mismos presos que cumplían condena eran agentes británicos. Él se aclaró diciendo que no eran los mismos presos, sino personas de su entorno que les “confundían”...

Pasado el tour, tuvimos la oportunidad de conocer a más gente, y sorprendernos con la infinita hospitalidad de los irlandeses, que nos acogían con amabilidad y camaradería. Pateando los barrios o alzando pintas en los pubs, fuimos conociendo las implicaciones más cotidianas del conflicto y el día a día de las gentes irlandesas, también en relación a “los otros”.

- Alguna vez vas a los barrios protestantes?

- ¿Yo? ¿Que dices? Aprecio mi vida.

- ¿Tan chungo es?

- Mira. Si yo entrara en un garito de Shankill, lo primero que pasaría es que se darían cuenta que no soy de allí. En segundo lugar, me preguntarían de donde soy. Si les digo que vengo del oeste, me dan una paliza.

Nos hablaron de los carniceros de Shankill, de las casas quemadas en Bombay Street, de cómo habían tenido que subir aún más los “muros de paz” para no recibir cocteles molotov del barrio unionista, de cómo la discriminación entre unos y otros seguía sin desaparecer, muchas veces materializada en el acoso del PSNI, al que muchos seguían viendo como el brazo armado del unionismo... Pese a todo, decían que ahora la cosa se había calmado mucho, aunque no tanto cómo algunos intentaban darnos a entender. Al parecer, en la pasada bonfire las patrullas policiales que pasaban por ahí se habían comido unos cuantos molotov y algunos encapuchados habían disparado al aire. Para unos eran únicamente “elementos antisociales”, delincuentes despolitizados; para otros, “grupos minoritarios” de republicanos, que -decían- igual no eran tan minoritarios...

Guerra en Derry...


Llegamos a Derry el 13 de agosto, coincidiendo con la marcha de los Apprendice Boys para conmemorar la resistencia protestante al asedio de 1689. No nos habíamos dado cuenta, pero íbamos en un bus cargado hasta los topes de lealistas. Al subir, con las bolsas y las cervezas, tenían simplemente aspecto de hooligans en un día de partido, pero al bajar ya se habían puesto toda la parafernalia y habían sacado las banderas, envalentonados.

Al bajar de la estación echamos a caminar en dirección al Bogside, pasando los numerosos controles que el PSNI había desplegado para blindar el desfile, al que no prestamos demasiada atención. Al llegar al Free Derry Corner nos encontramos con una acampada del 32CSM en apoyo a los prisioneros y contra las políticas penitenciarias del gobierno británico. Al mediodía toda la gente se reúne y marchamos hasta una calle acordonada por la policía, que nos separa del desfile, donde se inicia la protesta convocada por el RNU. Se exhiben carteles y se gritan consignas por la liberación de Brendan Lillis y Marian Price, contra los registros integrales y el internamiento sin juicio. La actitud es firme y la gente se sitúa a escasos centímetros de los antidisturbios, manteniendo sus posiciones cada vez que éstos tratan de empujarlos. Al cabo de un hora aproximadamente, alguien pega un grito y todo el mundo se pone en movimiento al instante, haciendo el camino de vuelta juntos.

Y ahí comienza el jaleo. De camino al Bogside tropezamos con patrols del PSNI, apostados en un acceso de la muralla. Los chavales pequeños, algunos realmente pequeños, les tiran todo lo que encuentran por ahí. Los mayores no les paran, se limitan a increpar a los antidisturbios mientras éstos reciben piedras y botellazos. En un momento determinado, una vecina aparece y recrimina a los organizadores de la protesta su actitud. Se enzarzan en una discusión, en la que apenas entendemos unas cuantas frases.

- ¿Qué pasa? ¿Eres del Sin Fin? ¿Tu hermano es policía o qué?

- No soy del Sinn Féin. ¿Tu de donde eres? A ver, ¿tú de donde eres?

- Eso a ti no te importa.

Más discusiones, los chavales siguen, y al final la vecina se larga impotente. "Bye, bye, Sinn Féin" la despiden. La gente se disuelve y nosotros decidimos dar una vuelta por Derry.

El paseo durará poco. Desde dónde estamos vemos una columna de humo que parece salir del free derry corner. Nos acercamos y nos damos cuenta de que no hay uno, sino tres coches ardiendo, estratégicamente situados para bloquear el tráfico. Los maderos de antes se han puesto en fila y desde la muralla no quitan ojo a un grupo de encapuchados que parece que preparan algo. Dos de ellos se separan del grupo y comienzan a subir la cuesta de césped, acercándose a la muralla. Desde allí llega el sonido de las trompetas y los tambores de los lealistas, que al otro lado del muro siguen con su desfile. Los encapuchados tienen una caja con un mínimo de 10 cocteles preparados. Hacen funcionar un mechero y los cocos empiezan a volar. Algunos estallan contra el muro, otros consiguen pasar. Ellos están tranquilos, van haciendo, primero uno, luego el otro. Los policías, mientras tanto, comienzan a descolgar las banderas británicas que ondean a lo alto del muro. Al rato se acaban los cacharros y la “avanzadilla” vuelve para abajo, donde hay mucha más gente.

Casi instantáneamente hace acto de presencia un convoy con 4 o 5 jeeps policiales, que comienza a dar vueltas por la plaza a toda ostia. Da la sensación de que no vienen a cargar ni a detener, sino a asustar un poco y entretener a la gente para evitar que ataquen el desfile. Los encapuchados van sacando cajas de entre los callejones, y las vacían con bastante puntería. Los maderos dan vueltas como locos, frenan, arrancan, se suben a la acera, hacen amago de atropellar a los encapuchados. Al cabo de unas vueltas no hay un sólo patrol que no esté en llamas. La gente esta bastante tranquila, conversando entre ella y comentando la jugada. Muchos dan indicaciones a los encapuchados, les avisan cuando llegan refuerzos o simplemente les animan. Parecen vecinos, salen de las casas, se saludan con la gente que están en los patios. Llegan más patrols y un chaval comenta que si siguen viniendo, habrá que llamar a los “boys”. Una vecina que estaba a nuestro lado, de unos 50 años, se ríe con el comentario y nos explica que el chaval se estaba refiriendo al IRA. También nos comenta que hacía tiempo que no veía un ataque de esta magnitud, y que se nota que está bien organizado. Nos comenta que el desfile les ha jodido el sábado, porque no pueden acercarse al centro y es día de compras. Lo considera una provocación: "¿Por que no van a desfilar a Inglaterra?".


Los encapuchados siguen con lo suyo. A uno de ellos se le acaban las botellas y salta sobre el lateral de un patrol en marcha, dando puñetazos contra el cristal del copiloto, intentando alcanzar la cabeza del madero con todas sus fuerzas. Es algo que ya habíamos visto y veremos en otras ocasiones durante el viaje: la rabia. La llevaban en las venas y lo notábamos. Percibíamos el iceberg de sufrimiento colectivo por la punta, en aquellos que nos contaban que su padre llevaba 10 años en la cárcel o que su hermano se había suicidado a los meses de quedar en libertad, en los 8 hermanos que se habían quedado huérfanos porque su padre y su madre habían sido cosidos a tiros por el ejercito británico, ...

-Ahora están debatiendo en Inglaterra si usar o no las balas de plástico contra los saqueadores. Y Aquí llevan años usándolas contra nosotros, matando gente con ellas. No les costó decidirse, total, sólo eran unos putos católicos.

En la plaza sigue el tío vivo. De repente, en medio del caos oímos un estallido. Pensé que había sido un disparo de advertencia, pero luego me enteré de que era una pequeña bomba artesanal lanzada por los republicanos. La cosa iba aflojando, daba la sensación de que se les acababa el material. La vecina nos recomendó que cuando viésemos a la gente correr, corriésemos con la masa y no parásemos. Nos dijo que cuando bajasen de los jeeps no iban a tener piedad con nadie, tampoco con nosotros, aunque fuésemos de fuera. Finalmente las patrullas se largaron y la gente empezó a dispersarse. Los coches quemados habían dejado de soltar humo, pero ya nadie les prestaba atención.

... y paz en Armagh


La muerte en 1981 de Bobby Sands y otros nueve militantes republicanos en la siniestra prisión de Maze marca un antes y un después en la historia del conflicto. El crédito moral y político ganado para la causa republicana por aquellos luchadores irreductibles es enorme, y 30 años después su recuerdo sigue muy presente en la memoria colectiva de las comunidades nacionalistas. No en vano, Margaret Thatcher es señalada por muchos como la peor déspota que ha conocido Irlanda.

El SF había organizado una marcha de homenaje en Armagh, fletando autobuses desde todo el país. El campo donde comenzaba el recorrido era un hervidero de pequeñas bandas de música y grupos con banderas y pancartas. Había grupos vestidos de civil, pero la mayoría lucían un aspecto paramilitar, con uniforme verde y negro. Uno tras otro iban marchando por la carretera hasta otro campo, donde al llegar eran aplaudidos por los que ya habían llegado. Entre dos grupos de organizaciones locales del SF, había una comitiva de vascos y catalanes con txistu incluido, luciendo ikurriñas, esteladas y pancartas por la amnistia de los presos y las presas políticas. Fueron acogidos con una impresionante ovación por todo el campo, recibiendo más aplausos que cualquier grupo local, en un gesto entrañable que hizo saltar las lágrimas de más de uno.


Cuando todos los grupos habían llegado comenzó el acto político. Varios niños y niñas sujetaban fotografías de los hungerstrikers mientras a su izquierda, Gerry Adams esperaba su turno para hablar. En ese momento ocurrió algo curioso. - "Como símbolo de la libertad de Irlanda y de la paz"-, los organizadores liberaron unas cuantas palomas blancas, que salieron volando de sus jaulas alejándose del lugar. Todas menos una, que fue a parar al escenario, frente a los niños. Como respetando un guión instintivo, todos se quedaron quietos mirando a Adams. Éste, sonriendo a las masas, fue hasta dónde estaba el pájaro, lo cogió entre las manos y lo arrojó sobre un mar de aplausos.

Los niños leyeron una pequeña biografía de cada hungerstriker, mientras nos preguntábamos por qué no hablaban de ellos sus familiares. Pronto Adams cogió la palabra. Ensalzó el sacrificio de aquellos que recorrieron el camino de la represión, del encarcelamiento y de la tortura. Ese camino, -decía- había conseguido llevar al movimiento republicano a su mejor momento. Desde aquellos días, y gracias al liderazgo del Sinn Féin, hoy el Estado orangista había desaparecido. El primer ministro norirlandés era republicano, y las puertas para lograr la libertad estaban abiertas. El camino a seguir -mediante métodos pacíficos y democráticos- iba a continuar siendo difícil, pero con la ayuda de todos iba a ser posible. El Sinn Féin necesitaba jóvenes para emprender ese camino. El Sinn Féin necesitaba mujeres. El Sinn Féin necesitaba mujeres jóvenes (risas del público). Entendimos que Irlanda necesitaba al Sinn Féin, y que el Sinn Féin necesitaba a Irlanda, sin excepciones. No entendimos, eso sí, porqué el discurso de Adams ocupó todo el contenido político del acto, sin incluir la intervención de familiares o prisioneros supervivientes, lo cual nos parecía lo más lógico y lo habitual en este tipo de actos. Tampoco entendimos cómo podía ser que a pesar de las diferencias no se mencionase a los presos de Maghaberry, que como los hungerstrikers en los 80, resisten a día de hoy en las tripas de las cárceles británicas. Sabíamos que la marcha era un acto organizado exclusivamente por el partido, ahora nos daba la sensación de que había sido organizado exclusivamente para el partido.

Bonfire


Los chavales no habían parado en todo el día. Yendo de arriba a abajo, juntando palets y sacando muebles viejos de las casas, al final habían armado una buena torre. Bien entrada la noche comenzaron a prenderle fuego a ese armatoste de madera con banderas británicas. Horas antes había aparecido por allí un coche del PSNI, que había sido recibido a pedradas por algunos niños. Ahora la torre era pasto de las llamas y a su alrededor se formaban corrillos de chicos y chicas que tomaban cervezas y hablaban entre ellos, mientras las familias salían al patio o al balcón de sus casas para ver el fuego. Los adolescentes estaban sonrientes, gritaban, daban vueltas para encontrarse con la gente, se notaba que se habían arreglado para la ocasión. Nos sentíamos como en casa, como en las fiestas de verano de cualquier pueblo... Entonces las llamas devoraron la primera bandera británica, y la euforia se apoderó de la plaza.


No estábamos en casa. Estábamos en Irlanda, en la Irlanda ocupada.

3 comentarios:

  1. Una crónica muy bien redactada y que condensa de manera muy gráfica lo que es hoy y sigue siendo el conflicto irlandés.

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  2. Muy interesante y bien escrito, gracias
    Zunino

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  3. A mi me ha gustado mucho la cronica pues al haber estado en esos lugares he sentido cercana la historia, aun asi da una imagen de constante trifulca cuando la realidad nor-irlandesa no es esa, lo normal es pasear por la calle sin ver un conato de violencia.

    El propio bogside es un lugar tranquilisimo donde la basta mayoria de los vecinos vota al SF y al SDLP, aunque desde luego la juventud no traga al PSNI.

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